Marinense de nacimiento y familia de San Fernando, el alférez de navío Guillermo López, especialista en comunicaciones, siempre tuvo una gran vinculación con la ENM. Precisamente su primer destino, en 1975, fue el centro castrense, aunque poco tiempo después se trasladó a Rota. Después de una decena de destinos, a Marín volvió hasta en tres ocasiones más, la última en 2017. Desde entonces, ya en la reserva, se dedica a la administración del Pañol Histórico y de Enseñanza.
El próximo mes de enero le dirá adiós a una larga carrera en la Armada. ¿Qué momento destacaría a nivel personal de esos casi 50 años de servicio a España?
La Armada lo que me ha ofrecido es la posibilidad de cada cierto tiempo cambiar de lugar. La parte negativa era que o bien mi familia venía conmigo o que me iba yo solo, pero la parte positiva profesionalmente es que haciendo mi trabajo en el mundo de las comunicaciones, cada cierto tiempo podía cambiar de destino. Lo más bonito para mi fue poder haber ejercido de jefe de una radio de una fragata en operaciones de la OTAN. Guardo todos los periodos de mi carrera, no podría quedarme con uno. Hice desde misiones de paz en el Mediterráneo hasta vigilancias de pesca en esta zona. Nunca caes en la rutina.
¿Por qué decidió seguir el camino de las Fuerzas Armadas?
La verdad es que no tengo ni idea (risas). Tenía 16 años estudiaba electrónica en la Universidad de O Burgo, en A Coruña, y un buen día alguien me habló de la Armada y decidí irme a San Fernando en 1975, concretamente el 28 de octubre.
¿Y cómo ha sido esa trayectoria?
Todo lo que tengo lo he conseguido yo, porque aquí nadie te regala nada. Cuando ingresé la máxima era: "Muchacho, la Marina te llama. Vente a las Fuerzas Armadas", y te ponían una cinta de ‘Marinero Voluntario’. Uno de ellos era yo. Luego a máxima cambiaba: "Tú serás lo que tú quieras ser. Nadie te va a poner impedimentos". Es más, si quieres ir para arriba a lo largo de los años tienes que estudiar y hacer las condiciones. Yo lo hice porque creía que era bueno para mí, pero sobre todo para mi familia y yo pienso mucho en ella.
En la Armada, las familias también juegan un papel muy importante...
Obviamente. Yo soy lo que soy gracias a mi familia y porque se ha sacrificado por mi. Hay gente que está toda la vida en un destino, pero no pasan del nivel en el que están. Hay gente que se ha quedado de cabo o de oficial, pero no ha ido para arriba, e igual ves a un almirante de una edad joven y a otras personas de su misma promoción de comandante porque no ha querido ir a más. Tener una familia que te apoye para ir hacia arriba es fundamental; tiene una faceta muy importante que cubrir.
¿Qué ha significado para usted la Escuela Naval Militar a lo largo de su carrera?
La Escuela Naval Militar no es mi escuela matriz, lo es la antigua ETEA. De hecho me considero especialista en comunicaciones y donde aprendí mi especialidad fue en la ETEA; soy radiotelegrafía y aprendí allí el morse, electrónica y todo lo que tiene que ver con comunicación. Fui cinco años profesor de electrónica digital. Pero yo con la Escuela siempre tuve ‘un algo’ sentimental. Parte de mi familia, mi abuelo, mi abuela, mi madre y mis tíos son de aquellos antiguos andaluces que se trasladaron de San Fernando a Marín cuando la Escuela Naval Militar se trasladó. Mi abuelo, por ejemplo, era chofer de marina en San Fernando y cuando se trasladó para aquí el centro en 1943, la dotación de gente que estaba allí se vinieron para aquí. Desde aquella su vida fue aquí en Marín, donde hay una población descendiente de andaluces de San Fernando muy grande. Yo soy uno de ellos. Aunque viva en Pontevedra, yo siempre digo que soy de Mogor.
¿Por qué cree que hay una estigmatización hacia la Escuela Naval Militar?
Hay de todo. España es un país plural y cada uno tiene su pensamiento. Las Fuerzas Armadas tienden a ser una institución transparente, afín a la sociedad y los que formamos parte de ello estamos al servicio de la sociedad, que al fin y al cabo es de lo que trabajamos. Hay gente que tiene ciertas ideas, que son respetables, pero nosotros en general, en Marín, en Pontevedra y en todo el entorno en el que nos movemos solemos tener unas relaciones, sobre todo institucionales, muy buena y excelentes.
España es un país plural y cada uno tiene su pensamiento; las Fuerzas Armadas son una institución transparente"
¿Cree entonces que la gente de Marín tiene en estima a la Escuela Naval Militar?
Cuando se hace algún acto en el que participa la ENM fuera del propio centro, la mayoría de la gente del pueblo de Marín nos viene a ver, te aplauden, te saludan… Somos parte de ellos también; mucha gente de la Escuela Naval vive en Marín y son vecinos. Sí que siempre hay determinadas personas que no son partícipes de que existan los cuerpos militares y las Fuerzas Armadas. Es cierto que la realidad que estamos viviendo no es la ideal, pero yo soy de los que digo que los más pacifistas, sin querer llevarnos méritos, quizás los encuentras dentro de las propias Fuerzas Armadas. Para tener paz, a veces hay que prepararse para la guerra, como quien dice. En general sí que mantenemos unas buenas relaciones con el pueblo de Marín y las instituciones.
Justo se retira el mismo año en el que la Princesa Leonor ingresará en la Escuela Naval Militar.
Yo justo estaba aquí cuando ingresó su padre, el rey Felipe VI. Estaba embarcado en el patrullero Tabarca, pero aunque no estaba en la Escuela Naval Militar, la experiencia la viví. La seguridad es máxima y el día a día es muy diferente, sobre todo cuando salía en los veleros. De hecho, el primer Aifos, el buque de vela del actual rey, fue el de aquí de la Escuela Naval Militar, cuando el entonces Príncipe de Asturias se vino para Marín. Cuando el Aifos salía a navegar por la ría, como el resto de los alumnos, teníamos que salir nosotros también en el Tabarca. Recuerdo que llevábamos personal de seguridad de la Casa Real a bordo, que también estaba a ambos lados de la ría. Más allá de lo que conlleva, para la institución, las Fuerzas Armadas, es algo muy bueno el ingreso de la Princesa Leonor y en la Escuela Naval Militar están encantados de que venga.