Las dos patrias de María Gloria

Nieta de Antonio Pazos Fontela, se fue a Argentina por amor, mantuvo estrechos lazos con la comunidad gallega que residía en la ciudad y a finales del pasado agosto apuntó en su bitácora su 34º viaje

María Gloria, el pasado agosto, frente al Templo Nuevo de Marín. C.NEIRA
photo_camera María Gloria, el pasado agosto, frente al Templo Nuevo de Marín. C.NEIRA

"Soy una mujer sencilla, porque mi vida siempre ha sido así. Por más que tenga 80 años, sigo siendo la misma de siempre". María Gloria se me presenta así, sin pretensiones, con una sonrisa en la cara y con ganas de empezar a deshacer el ovillo de su vida, tirando de los hilos que la convirtieron en la anciana afable y de mirada tranquila que es hoy. Marinense de nacimiento y auténtica devota de su pueblo y de Galicia, cruzó los mares para casarse en Argentina, donde vivió de cerca el fenómeno migratorio que definió parte de la historia del pasado siglo de esta comunidad y donde sigue residiendo actualmente.

Desde que María Gloria tiene uso de razón, entiende su galleguidad como una tradición, como un tesoro heredado de generación en generación en el seno de una familia "que quizá era atípica para la época". Y es que el padre de la protagonista de esta historia la llevaba a cuanta romería, fiesta o baile hubiese en Aguete, donde tenían su hogar. Se recuerda cantando Amoriños collín, jugando con otras niñas de la parroquia y surcando la ría en piragua. Esta afición de su padre la llevó a conocer Marín desde el mar, un regalo para la vista que María Gloria tiene grabado en la retina, una imagen a la que siempre regresa cuando la "morriña" se le amontona en el corazón. "Entre otras muchas cosas, en aquella época aprendí el arte de la contemplación, que me serviría mucho a lo largo de mi vida".

A CÓRDOBA POR AMOR. Poco sabía la María Gloria de aquella época que su camino no se quedaría anclado al muelle de Aguete. Mientras estudiaba Magisterio, conoció a la persona que le cambió la vida y de la que se enamoró. El afecto era correspondido, pero un océano les separaba y parecía imposible sostener una relación a distancia en los tiempos de entonces.

Se marchó a Córdoba con 21 años para casarse y no regresó a Galicia hasta años después, con tres hijos pequeños a su cargo

Así, con 21 años, la marinense hizo acopio de valor y se marchó a Córdoba, de donde era natural el que se convertiría en su futuro marido nada más pisar territorio argentino. Este primer viaje lo hizo en el Amazon, "uno de los barcos que tenía la Armada Real inglesa", siendo ya la época final en la que este medio de transporte trasladaba a miles de personas de un lado a otro del Atlántico. No volvería a pisar Galicia hasta varios años después.

"Córdoba es una ciudad de la que estoy totalmente enamorada", reconoce María, que ve en el paisaje de este lugar de Argentina muchas similitudes con la orografía gallega. Al poco tiempo de estar ya instalada, se quedó embarazada por primera vez. Volvería a estarlo en otras tres ocasiones, formando una familia de cuatro hijos que hoy viven sus vidas en diversos puntos del mundo, experimentando sus propias aventuras, tal y como su madre hizo tiempo atrás. El criar a una descencencia tan abultada fue lo que hizo que María no llegase a ejercer como profesora y se dedicase al hogar.

María Gloria, con su madre y sus hermanos. ACHIVO FAMILIAR

SOBREPONERSE AL DOLOR. Sin embargo, las luces en la vida de María Gloria también tienen sus respectivas sombras y sus momentos duros. Con apenas 40 años, perdió a su marido, quedándose viuda con cuatro niños a su cargo y después de haber pasado por el drama de perder a ambos suegros. En apenas unos años, María se quedó totalmente sola en Argentina. Por suerte, sus amistades y la admiración que muchas de las personas que habían conocido a su familia política le tenían a esta, ayudaron a María Gloria a rehacer su vida y a encontrar la forma de salir adelante. La férrea fe en Dios que María tiene también fue un pilar fundamental para ella en los momentos más negros. "Eso que dice la Biblia de que Dios ayuda a las viudas debe ser cierto, porque yo soy un testimonio vivo de ello", afirma.

LA FIGURA DE SU ABUELO. La muerte de su marido ayudó a María Gloria a aumentar su relación con los argentinos, dado que hasta ese momento su círculo cercano se circunscribía a los gallegos emigrados en Córdoba. "Mis suegros iban mucho a la Casa de España, donde los españoles se reunían, iban a jugar a las cartas y celebraban fiestas y eventos". Esto le permitió conocer de cerca las historias de aquellos que se habían embarcado en busca de una vida mejor al otro lado del gigante azul.

Su abuelo ayudó a decenas de jóvenes a poder buscarse la vida más allá del Atlántico. Muchos quisieron agradecérselo

Uno de los recuerdos más nítidos que tiene María Gloria sucedió al poco de llegar a Córdoba. Como en el círculo español todos se conocían, pronto llegó a oídos de algunos de los emigrados que había desembarcado en la ciudad la nieta de Antonio Pazos Fontenla, antiguo alcalde de Marín y ex presidente de la Deputación de Pontevedra.

Tal y como explica ella misma, Pazos Fontenla ayudó a muchas familias a conseguir que sus hijos pudiesen emigrar a América, donde había la oportunidad de prosperar por aquel entonces. Para emigrar era necesario contar con una "carta de llamada", tal y como recuerda María, que en muchas ocasiones tramitó su abuelo y le dio el acceso al país a decenas de gallegos. "Yo me sentía muy orgullosa de ver que en mí toda esa gente volcaba el agradecimiento que le tenían a mi abuelo. Me llamaban para conocerme, me invitaban a su casa...".

34 VIAJES DESPUÉS. A día de hoy, no hay nadie en Córdoba que no sepa que María Gloria desaparece en agosto. Todos los años, aprovecha ese mes para venir a Marín y disfrutar de la patria que la vio nacer y a la que sigue tan unida. En su vuelta a Argentina este verano, María anotó en su bitácora el viaje número 34. Treinta y cuatro veces cruzó el océano desde esa primera vez que se subió a un barco.

La frecuencia con la que viaja ahora no tiene nada que ver con la de antaño. La primera vez que volvió a Galicia tras emigrar lo hizo acompañada de tres hijos. La emoción de su padre era desbordante. "No entendía cómo podía ser que me hubiese ido yo sola y hubiésemos vuelto cuatro". Después estuvo casi una década sin pisar suelo gallego, una temporada que María recuerda con una lágrima constante en el ojo. "Yo no paraba de llorar. Era escuchar una gaita y me emocionaba". Recuerda que sus suegros sí que hacían más viajes y traían con ellos la canción popular de moda en aquel momento, "y cuando me la cantaban yo volvía a estar emocionada de nuevo. No sé cómo aguanté".

María Gloria se despide casi con la misma serenidad con la que se presentó. Repasar su vida, echar la vista atrás y hacer balance no le cuesta ni le supone sufrimiento. Fue muy feliz, dice, y lo sigue siendo, y no renunciará a seguir portando la bandera de sus dos patrias allá a donde la vida le lleve.

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