"Los marineros no trabajamos con miedo porque nos acostumbramos"

Dos 'lobos de mar', Antonio Díaz y José Luis Bouzas, narran la tragedia vivida a bordo del Big Cat en 1989, un naufragio que costó la vida de tres de sus compañeros después de que el buque se hundiera en el Gran Sol
Antonio Díaz. EP
photo_camera Antonio Díaz. DP

Antonio Díaz, alias requeno, y José Luis Bouzas vivieron en su propia piel la terrible experiencia de naufragar en el Gran Sol, como les ocurrió este miércoles a los tripulantes del Piedras, de Marín. En enero del año 1989, el Big Cat, un buque español con bandera británica, se quedó encallado en unas rocas costeras cuando se dirigía a un puerto irlandés.

Este episodio se cobró la vida de tres hombres, mientras que los diez tripulantes restantes consiguieron superar las adversidades climatológicas, habituales en la zona. Y es que, según cuentan estos dos marineros que iban a bordo, ambos naturales de Mogor, lugar de Marín, la causa fue el mal tiempo y la falta de visibilidad, dado que el suceso ocurrió a altas horas de la madrugada. 

José Luis Bouzas. DP
José Luis Bouzas. DP

El marinero ya retirado José Luis Bouzas asegura que a pesar del desenlace "pudimos haber muerto todos". La tripulación que consiguió salir del buque permaneció durante nueve horas a la intemperie, mojados y atrapados frente a una roca costera de una altura de aproximadamente diez metros. Tras el rescate, llevado a cabo por un barco también gallego, Bouzas tuvo que ser ingresado durante días en el hospital por la fractura de tres vértebras, tratándose del peor parado de los supervivientes del Big Cat. 

Tanto Antonio Díaz como José Luis Bouzas volvieron a embarcarse en otros buques de pesca de altura tras haber vivido este episodio. Por su parte, Bouzas, que faenó durante 38 años de su vida en diferentes mares alrededor del globo, incluso volvió a sobrevivir a otro naufragio años después. Aún así, el exmarinero asegura no haber sentido miedo en su oficio. "Yo en el mar estaba encantado, y trabajar en el Gran Sol me gustaba mucho a pesar de los sustos". A día de hoy, José Luis transmite mantener gran pasión por el mismo: "No puedo vivir sin el mar, necesito verlo a diario". 

En esta misma línea, Díaz manifiesta que los que se dedican a la pesca de alta mar "no trabajamos con miedo porque nos acabamos acostumbrando", aunque "nadie espera que le vaya a pasar algo". No obstante, el marinero es consciente de que "al mar hay que tenerle respeto, pero después de años de experiencia se lo acabas perdiendo". Asimismo, Díaz manifiesta que a los lobos de mar es complicado sacarlos del oficio, y a pesar de conocer los riesgos, "al final siempre vuelves". 

CONDICIONES. Junto a los de la zona de Canadá, los caladeros del Gran Sol presentan las condiciones climatológicas más adversas a las que los buques de pesca tienen que hacer frente, denominado este último por José Luis Bouzas como "uno de los peores mares" del mundo. No obstante, cabe destacar que, según expone Antonio Díaz, la temperatura de las aguas de Canadá suele ser muy inferior a la que presenta el mar del Gran Sol, ya que "en Canadá caerte al mar resulta mortal en pocos segundos". 

Asimismo, ambos coinciden en que los buques que salen a faenar en la actualidad disponen de muchísimos avances con los que hace 30 años no se podía contar. Este aspecto supone un aumento de la seguridad, así como una mejora para las condiciones del oficio. Sin embargo, teniendo en cuenta los sucesos ocurridos en los últimos meses con los buques marinenses, el Villa de Pitanxo y el Piedras, Bouzas concluye que "aunque los barcos sean modernos, el mal tiempo siempre es un factor que puede jugar malas pasadas".

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