Y, de la nada, nacieron calabazas

Un vecino de Marín vio crecer en su huerto una planta calabacera que no había sembrado y cuyos frutos, de tamaño gigante, alcanzan los 50 kilos
Eugenio Carracelas con dos de las calabazas gigantes que nacieron en su huerto. RAFA FARIÑA
photo_camera Eugenio Carracelas con dos de las calabazas gigantes que nacieron en su huerto. RAFA FARIÑA

A veces los milagros caen del cielo, pero en otras ocasiones estos pueden cambiar su recorrido y emerger de la propia tierra. De esta misma forma, fruto de una casualidad, Eugenio Carracelas, un vecino de la parroquia marinense de O Campo, vio nacer en su terreno una planta calabacera que, meses después y sin haber recibido ni cuidados ni atenciones, creció dando lugar a ejemplares de tamaño gigante.

Todo comenzó en el mes de abril, cuando Eugenio sembró en su huerta, "como siempre", tomates y pimientos, únicas plantaciones que cultiva desde que no tiene animales. Casi diez días después de echar las semillas, entre estas frutas y hortalizas, comenzó a brotar una planta desconocida: "Al principio pensábamos que se trataba de una planta de sandía, porque nosotros solemos comerla mucho y en cualquier momento podría haber caído una pepita a la finca".

Pero el paso del tiempo lo acabó quitando de su error. Tras un crecimiento acelerado y descontrolado que obligó a Carracelas a cortar algunas hojas y ramas, de la misteriosa planta comenzaron a brotar calabazas como si de la varita de la madrina de la Cenicienta se tratara, algunas de ellas incluso adoptando un tamaño que se quedó a punto de transformarlas en elegantes carrozas. Según asegura el hombre, los ejemplares más grandes alcanzan un peso "de 50 quilos, aproximadamente".

Semilla

El origen de la semilla de calabaza todavía es desconocido para Eugenio, pero entre todas las casualidades que pudieron haber obrado el milagro en la tierra de su huerta, el vecino de la parroquia marinense señala como posible culpable a algún pájaro que hubiese decidido ejercer de agricultor y depositarla en su finca. En cuanto al enorme tamaño de los frutos, los cuales no recibieron ningún producto ni cuidado específico por parte del hombre, "quizá se deba a que el terreno se encontraba muy abonado".

Del mismo modo que suele hacer con los tomates y pimientos, Carracelas y su esposa destinarán las enormes calabazas al consumo propio, incluyendo dicho fruto en diferentes y originales recetas. No obstante, el matrimonio tampoco descarta regalar algunos de los ejemplares sobrantes entre los vecinos y vecinas de la zona, puesto que "para nosotros es demasiada cantidad".

A pesar del enorme resultado, Eugenio Carracelas no contempla la opción de continuar poniendo en marcha el cultivo de dicha planta en próximas ocasiones, dejando la anécdota de las calabazas gigantes en una "divertida historia más", si es que en el futuro no aparece por su huerta otra ave con ganas de dar vida a manzanas o lechugas gigantes.

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