Vázquez Portomeñe: "Existe una división que la acentúan los propios políticos con sus diatribas"

El exconselleiro y propulsor del Camino de Santiago presenta este viernes en el Museo Manuel Torres (19.30) sus obras 'Testigo y parte' y  'Brianda de Moás'. Portomeñe reflexiona en Diario de Pontevedra sobre la "tensa" situación política actual desde su visión llena de veteranía.
Víctor Manuel Vázquez Portomeñe. EP
photo_camera Víctor Manuel Vázquez Portomeñe. EP

LA FALTA de convivencia en la política actual es lo que más lamenta el exconselleiro Víctor M. Vázquez Portomeñe (Taboada, 1936), que este viernes presenta sus dos últimas obras en Marín. El lucense fue uno de los redactores del borrador del Estatuto de Autonomía de Galicia aprobado en 1981 y el impulsor del Plan Xacobeo en 1993.

Una de las obras que presenta este viernes en Marín es 'Testigo y parte', que ya publicó en 2014. ¿Ha sido buena la aceptación por parte del lector?
Es cierto que las obras escritas por políticos no suelen tener un nivel de aceptación muy alto, pero esta, paradójicamente, hubo que hacer dos ediciones. Ambas se consumieron y realmente ha tenido un cierto nivel de aceptación que yo agradezco profundamente al lector. 

El libro también tiene parte de su autobiografía...
Muy parcialmente. Lo que pretendí fue escribir la historia de una etapa, la etapa, a mi criterio, de mayores transformaciones que sufrió España y Galicia; pacíficas, me refiero. Como yo fui testigo de ellas, y además muy modestamente en parte por las funciones públicas que me encomendaran, es por eso que creo que es más historia que autobiografía. También procuré ser tremendamente objetivo. Me aparte de la política definitivamente y voluntariamente en el año 2008. La obra la escribí en 2014, pasados seis años y lejos de toda veleidad política en ánimo de que no me entorpeciera ese afán de objetivo que honradamente mantuve en todas las páginas.

Si no se hubiese retirado de la política en 2008, ¿cree qué podría haber tenido más cosas que contar?
Naturalmente que sí, pero creo que no hubiesen sido tan interesantes. Para mi criterio, esa época fue fascinante de la historia de España y específicamente de Galicia. Hay que tener en cuenta que pasamos de una autocracia, es decir, de una dictadura, a una democracia. También aprobamos una constitución que seguimos viviendo bajo ella y que nos rigió en el mayor periodo de prosperidad de nuestra historia como ciudadanos. En tercer lugar, Galicia cedió al fin a la autonomía después de algaradas, protestas, reivindicaciones y manifestaciones. Se quería bajar el listón autonómico que habían concedido a Cataluña y al País Vasco. Eses tres hitos definen perfectamente esta etapa que fue verdaderamente interesante, atractiva y también transformadora de la vida de los españoles y de la vida de los ciudadanos en general.

Usted formó parte de ese equipo que fue la llave de esa transformación en España. Ahora lejos de la política y desde la barrera, ¿cómo ve el panorama político actual?
Excesivamente tenso. Nosotros vivimos lo que se llama espíritu de la transición, un espíritu de diálogo y de consenso. Tanto es así, que la constitución española, la que nos rige a día de hoy, fue la primera aprobada por un consenso muy mayoritario de los ciudadanos españoles y de las fuerzas políticas. Pero actualmente existe una división que la acentúan los propios políticos con sus diatribas, y a veces excesivas, en las tribunas del Parlamento, en las declaraciones a los medios de comunicación y en su comportamiento en general. No se busca el entendimiento, ni la convivencia, palabra que a mi criterio es un mandato ético para todo político y que la debe fomentar por todos los procedimientos a su alcance. Esa convivencia no se fomenta, si no que se fomenta la división de los amigos, enemigos, los que están conmigo, los que están contra mí, progresistas, etc. A mí ese tipo de política no me va, ni me fue nunca, a pesar de que fui el portavoz de mi grupo parlamentario durante once largos años y mis debates con la oposición o siendo yo oposición con el gobierno fueron intensos, pero enormemente respetuosos y buscando siempre un punto de entendimiento allí donde era posible. Encontré en su momento que hubo cierta reciprocidad por parte de las otras fuerzas políticas en el sentido de que también buscaban ese punto de entendimiento y de acción común. Ahora eso no se busca y yo lo echo mucho de menos.

¿Y qué consejo le daría usted a los gobernantes de hoy en día?
El primero, que fomenten la convivencia; el segundo, que traten a todos exactamente como ciudadanos sin distinción de los míos o los rivales, si no a todos por iguales. Esta fue una consigna que di en los departamentos que regí sucesivamente, en el sentido de que allí al entrar no existía nadie con una ideología determinada, si no que existían ciudadanos que merecían ser atendidos desde la dignidad y el buen trato. En consecuencia, eso es lo que le diría a todos.

¿En qué aspecto cree que a envejecido peor la política de este país?
En ciertos sectores, no digo generalmente, ha descendido el nivel de la formación, probablemente. Se han perdido determinados valores que entonces existían y ahora no los encuentro. La política de ahora es totalmente distinta, parece que es una batalla, una guerra, no es ese afán de entenderse y la lucha en común en favor de los intereses generales. En mi experiencia, tuve la fortuna de que propuse leyes e incluso el Plan Xacobeo, que fueron todas aprobadas por unanimidad a pesar de ser yo el portavoz, o de la oposición o del gobierno, encargado de pelearme con todos y recibir las tortas que también me caían encima. A pesar de todo ello, se aprobaban por unanimidad y es síntoma de que aquellos parlamentos buscaban más el interés general que la diatriba; se preocupaban más de los intereses de todos los ciudadanos que de los partidistas, que había que posponerlos a los intereses generales. Eso a mí me hace recordar una etapa que era muy distinta a la actual y donde la política tenía otros objetivos que ahora no tiene.

Precisamente la puesta en valor del Camino de Santiago fue uno de los legados que dejó de su carrera política. ¿Lo consideraría un logro personal o algo que había que hacer sí o si?
No sé si tildarlo de logro personal o no. Lo único que puedo decir son los hechos como acaecieron. Redactamos el Plan Xacobeo 93, que fue de donde arrancó esa puesta en valor del Camino de Santiago, despertarlo de su larguísimo letargo de más de 450 años y devolverle las virtualidades culturales, sociales y económicas que siempre había tenido. Queríamos abrir los brazos en Galicia a las riadas que nos visitan que son de peregrinos, turistas y visitantes que ennoblecen nuestra tierra al pisarla. Esto nos ayuda a poner a Galicia en el mapa de Europa y en el mapa del mundo. El Xacobeo puedo decir que fue una iniciativa mía, eso es cierto, pero que fue asumido por todo Galicia. Yo lo que quería es que no se considerase ni un plan de un gobierno concreto y menos de un partido determinado, si no un plan de todos los gallegos. Recuerdo a multitud de alcaldes afectados por los distintos caminos de Santiago, que pertenecían cada cual a su familia política, pero que acudían todos con el mismo entusiasmo, esfuerzo y mismo sentido de cooperación. Vi que era la gran oportunidad de Galicia, porque en aquel entonces iban a celebrarse los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla y eran eventos importante que atraían y dinamizaban las respectivas áreas y Galicia quedaba abandonada. Me aferré al Camino de Santiago creyendo que era el gran elemento de dinamización de este país y puedo asegurar que lo ha sido, especialmente para las áreas geográficas más deprimidas, que actualmente y afortunadamente no lo son, si no que son más boyantes económicamente.

Otro de los libros que presenta este viernes en el Museo Manuel Torres es su primera novela 'Brianda de Moás'...  
Lo escribí durante el encierro al que nos condenó la desdichada pandemia. Recordé historias de mi tierra y tradiciones  y leyendas. Esto fue lo que me llevó a escribir la novela. Brianda es un nombre corriente medieval e Moás es un lugar de mi parroquia natal, del municipio lucense de Taboada. Allí radicada la casa señorial de esta señora, que era mujer de un patrimonio extraordinario y de una solidaridad extraordinaria impropia de los tiempo que vivió. Eso le llevó a hacer donación de su cuantiosa fortuna a los vasallos y siervos. Fue una época de nuestra historial, entre el siglo VIII y IX, de la que no había muchas fuentes escritas y había más dudas que certezas. Entre unas cosas y otras logré hacer las investigaciones oportunas consultando bibliografía. Me tomé las licencias propias también de las novelas históricas.

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