El pasado mes de noviembre, el Armavén Tres sufrió un golpe de mar. Al mando estaba el marinense Jesús Rea, que tras verse en la situación no tardó en contactar con el Piedras, que se encontraba faenando en una zona cercana en Gran Sol. Hasta allí zarpó para auxiliar a sus compañeros del Armavén Tres. "Fue el barco que estuvo con nosotros y ahora, unos meses más tarde, se cambiaron las tornas y fuimos con el Armavén Uno los que los auxiliamos en su naufragio", cuenta Jesús Rea, patrón del arrastrero vigués que participó este miércoles en el rescate de los tripulantes del Piedras.
Pasaban de las diez de la mañana cuando Rea recibió una llamada de auxilio de Jorge Otero, el patrón cangués del Piedras. El Armavén Uno se encontraba a tan solo 20 millas, polo que no tardaron más de dos horas en llegar hasta el lugar del hundimiento. Otero le transmitió calma. Había tiempo y estaban intentado achicar el agua, que aparentemente entraba por la máquina.

"Fue un rescate bastante sencillo. No hubo ninguna complicación, ya que había tiempo y el mar en calma acompañaba", relata el marinense, que había llegado al caladero junto su tripulación a mediados del mes de mayo. Rea y sus compañeros pudieron supervisar la evacuación del Piedra: "Arriaron la balsa y se subieron nueve tripulantes. Los recogimos. En el barco, el pesca y el jefe de máquinas intentaron achicar el agua". Según cuenta el patrón, media hora después, al ver que "entraba más agua de la que podían sacar", abandonaron el buque a través de la balsa, que quedó vacía, y se unieron al resto de la tripulación.
Con la dotación del Piedras ya a salvo, y desde el Armavén Uno, contemplaron el comportamiento del barco, que se fue escorando cada vez más y acabó hundiéndose en las aguas de Gran Sol.
A pesar de estar todo a salvo, los primeros momentos fueron de nerviosismo e inquietud. Acababan de sufrir un naufragio, que, afortunadamente, acabó con un final feliz. "Primero son las vidas humanas, después el resto, y aquí lo importante es que todos estuviesen bien", narra Jesús Rea, que tras dejar a los tripulantes del Piedras en Castletownbere, volvieron a la mar. "Todavía nos quedan un par de meses de trabajo".

MENSAJE DE SERENIDAD. Por su parte, los familiares directos de los miembros de la tripulación del Piedras pasaron "un gran susto" al conocer la noticia del naufragio de la embarcación en el Gran Sol, pero pronto se tranquilizaron al conocer las noticias que llegaban desde Irlanda.
Así, la pareja de José Antonio Farto García, jefe de máquinas, última persona, junto al capitán, que abandonó el pesquero antes de su hundimiento, pudo hablar con él "a través del móvil de uno de sus compañeros", según señaló un amigo muy cercano a este periódico. "Le dijo que estuviese tranquila, que estaba bien".

De ese modo, los afectados por el siniestro aportaron la tranquilidad necesaria a sus allegados de forma rápida.
En el caso del jefe de máquinas, es una persona con experiencia en el mar, según señalaron sus allegados. Intentó solucionar junto al capitán la avería que provocó la vía de agua hasta el último momento, pero cuando el barco comenzaba a escorar se vio obligado a abandonarlo. "Me dijo que en esta época el tiempo allí suele ser bueno", explicó un amigo con el que estuvo en su última escala en Marín.