El verano alimenta las reuniones de masas

El buen tiempo anima a visitar arenales y terrazas, en las que a veces es difícil respetar las medidas de seguridad y recomendaciones sanitarias
Decenas de personas tomando el sol este martes en Mogor. RAFA FARIÑA
photo_camera Decenas de personas tomando el sol este martes en Mogor. RAFA FARIÑA

El inicio de la temporada estival inaugurada oficialmente el pasado 20 de junio, está dejando estampas que engordan la incertidumbre acerca del devenir de la pandemia. Cierto es que la mayoría de los pontevedreses han generalizado el uso de las mascarillas en las vías más céntricas o en los hipermercados, pero hay escenarios en los que se omiten las recomendaciones higiénico-sanitarias.

En los arenales menos concurridos aún es posible respetar las medidas de seguridad, pero en las playas con mayor demanda la cosa se complica. El espacio entre toallas se va achicando conforme se acercan las vacaciones y, pese a que sigue vigente la recomendación de hacer uso de la mascarilla cuando no es posible respetar las distancia mínima de 1,5 metros, los cubrebocas ni están ni se le esperan. Menos aún cuando el termómetro roza los 30 grados.

La playa de Mogor (Marín) es una de las que están siendo testigo de aglomeraciones de bañistas y, aunque se presume que muchos de los que acuden en grupo conviven en el mismo domicilio, también es fácil adivinar que muchos otros no lo son. Como ha ocurrido siempre, la playa es un lugar para quedadas y ahora todavía más, vistas las virtudes del agua salada y los espacios al aire libre, en los que se ha probado que es más difícil la diseminación del virus.

Bañistas este martes en la playa de Portocelo. RAFA FARIÑA

Algunas terrazas también reciben oleadas de consumidores. Si el verano pasado ya era difícil encontrar una mesa libre para maridar tapas y cañas, en estos tiempos de coronavirus la misión se complica por momentos. El aforo se ha reducido al 75% y, en cambio, la demanda de este tipo de servicio va "in crescendo".

Muchos llegan al local con la mascarilla puesta, pero agarrado el tablero, el coronavirus pasa a segundo plano. La presunción de que nadie del entorno es portador del virus es un error común, y todavía más en una ciudad como la de Pontevedra, en la que la incidencia de la pandemia está bajo mínimos, con ocho únicos casos activos en todo el área sanitaria de Pontevedra y O Salnes.

La llegada de turistas y de posibles casos importados sí ha reavivado las alarmas, pero solo el tiempo dirá si lo ha hecho con la contundencia necesaria para mantener el virus a raya.

Por lo de pronto, la comunidad gallega se mantiene en la fase de nueva normalidad, en la que pronto se abrirán las puertas a las verbenas y las discotecas. La mayor parte de los expertos sanitarios se han mostrado a favor de esta recuperación de la vida social y económica, pero no cejan en su empeño de recordar a cada paso las recomendaciones básicas para que la convivencia no pase factura. Entre ellas, subrayan la obligatoriedad de usar mascarilla en todos los lugares públicos en los que no se pueda respetar el margen de 1,5 metros de distancia. Solo están libres de cumplir la norma los que estén practicando algún tipo de deporte o las personas con algún tipo de afección física (sobre todo las que afectan a la respiración) o psicológica. El resto se enfrentan a sanciones de 100 euros.

Además, los sanitarios inciden en la importancia de lavarse las manos con frecuencia y en lo trascendente que es extremar las medidas con los colectivos de riesgo, como mayores o personas inmunodeprimidas. La mitad de los casos no presentan síntomas.

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