A las dos de la tarde, cuando el sol alcanza su punto más alto sobre la playa y el paseo de Silgar, se puede apreciar cierta tranquilidad frente a los expositores de helados. Las dependientas preparan las cucharas, el agua tibia y la presentación para estar a la altura de lo que se avecinará en unas horas: decenas de clientes, más o menos indecisos, pero igual de deseosos de un dulce que refresque su garganta.
Los helados podrían parecer algo universal, para lo que no debería haber tiempo ni edad, aunque desde las concurridas heladerías del paseo aseguran otra cosa.
La Gelatería Silgar explica que las preferencias de siempre se mantienen. "Los sabores que más se piden siguen siendo los más clásicos: fresa, chocolate, vainilla y sorbetes". En el Gran Suqui son más golosos: "Kinder Bueno o Oreo", sin olvidar los de siempre, "también chocolate, fresa y vainilla", aseguran.
La principal diferencia radica en las edades. "Los niños tiran más al dulce", afirman en Gran Suqui, "nube, unicornio y fresa", continúan explicando.
En cuanto a las preferencias de los mayores, ambos establecimientos coinciden: "café, pistacho y menta o yogurt griego".
En las combinaciones están los que prefieren asegurar, "fresa y nata, vainilla y chocolate"; o quienes prefieren arriesgar, a veces, con dudoso éxito. "La combinación más extraña ha sido café y manzana" cuentan en Gran Suqui. "No sé yo cómo habrá salido eso", opinan.
Las opciones para disfrutar de este dulce veraniego son variadas a lo largo del paseo. Su precio se sitúa entre los 3,5 euros-5 euros, según el tamaño o el número de bolas. Pero si hay algo que no cambia es la predilección por el barquillo. Niños, mayores, mediana y avanzada edad, "prefieren el cucurucho" por unanimidad.
