La paliza a Los Charlines fue un aviso tras fallar en un intento de alijo de coca

Víctor Manuel Pérez Santos, socio de los vilanoveses y encarcelado en el marco de la operación del Titán III, recibió la visita de sicarios sudamericanos en Portugal al mismo tiempo que otros golpeaban a El Viejo y a su hijo en O Salnés

Un agente del Greco Galicia en la residencia de Los Charlines, donde se produjeron las agresiones. J. L. OUBIÑA
photo_camera Un agente del Greco Galicia en la residencia de Los Charlines, donde se produjeron las agresiones. J. L. OUBIÑA

Ellos lo negaron, pero las evidencias hablan por sí solas. La mediática paliza recibida el 11 de abril en su domicilio de Cálago, en Vilanova de Arousa, por Manuel Charlín Gama y su hijo Melchor Charlín Pomares fue un ajuste de cuentas relacionado con el narcotráfico. No puede extraerse otra conclusión después de lo conocido tras la reciente operación, bautizada como Barranca Bermeja y en la que la Policía ha logrado retirar de la circulación a varios individuos de gran peso en el negocio en las Rías Baixas y, lo que es más importante, al dueño de la droga: el holandés afincado en Marbella Paul Wouter.

Los agentes del Greco Galicia investigaban al famoso clan desde meses antes de la citada paliza por sus presuntos intentos de introducción de cocaína en el Viejo Continente por todas las vías, desde maletas hasta ganchos ciegos (contenedores) pasando por pesqueros. Ello les permitió saber que estaban trabajando con varios individuos portugueses (un país en el que aún mantienen buenos contactos en la actualidad). Al país vecino viajaba con frecuencia Melchor, haciendo las veces de recadero (los investigadores le consideran incapaz de organizar nada debido, entre otras cosas, a sus problemas con el alcohol). Junto a él, se relacionaron a los lusos y a los colombianos con Víctor Manuel Pérez Santos, que, según todas las hipótesis, era el hombre fuerte al servicio del El Viejo en aquel momento.

La clave para vincular la paliza con los alijos y rechazar de forma definitiva la utópica teoría del robo tras aquel suceso fue la identidad de la tercera víctima de los golpes de los sicarios sudamericanos: Pérez Santos también fue brutalmente agredido en uno de sus viajes a Portugal.

La paliza no viene más que a acreditar la decadencia del clan, pues en otro tiempo era Manuel Charlín Gama quien ordenaba los ajustes cuando otros les fallaban, y ahora es él el receptor de los golpes al no lograr sacar adelante los negocios en los que se había enfrascado.

En todo caso, el 11 de abril Manuel Charlín y su hijo Melchor ya estaban fuera de la operación del Titán III. Su antiguo subordinado Pérez Santos había decidido seguir adelante en solitario y la aparición en escena de otro histórico como Jacinto Santos Viñas y el apoyo del boirense Mario Otero habían convencido a los colombianos para enviar el alijo hacia las Rías Baixas.

ORGANIZACIÓN CRIMINAL. La decisión del magistrado del Juzgado de Instrucción 4 de Vigo, Juan Carlos Carballal, de dejar en libertad provisional a Manuel y a Melchor Charlín no sorprendió en exceso a la Policía. Los agentes sabían que no tenía vinculación directa con las 2,5 toneladas de cocaína que iban dirigidas a Galicia, pero sí tenían constancia de sus constantes intentos de introducir polvo blanco por todas las vías posibles con el país vecino como puente.

Es por ello que uno y otro serán juzgados por tráfico de drogas en grado de tentativa y por pertenencia a organización criminal, delitos que podrían conllevar un ingreso en prisión provisional de no ser por el mal estado de salud del patriarca del clan y por las circunstancias personales que rodean a su hijo. Carballal no apreció riesgo de fuga y la ausencia del fiscal Antidroga de Pontevedra, que se encuentra de vacaciones, hizo el resto. Pero ni el hijo ni el padre se librarán del juicio.

Ajustes disfrazados de robos violentos
Aunque en ocasiones los capos de la droga son objeto de intentos de robo en sus domicilios, es bien conocido el sistema empleado por los sudamericanos de disfrazar de un hurto violento los ajustes de cuentas que se producen en Galicia en los últimos años.

Un claro ejemplo de ello, además del citado de Los Charlines, tuvo como víctima a Luciano Núñez Villanueva (actualmente procesado por otro alijo), al que quemaron los testículos en el marco de un suceso que fue juzgado como un robo violento.

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