Las Rías Baixas se llenan por San Roque

Terrazas, bares y playas se masificaron en esta jornada festiva acompañada por el buen tiempo
Playa de Silgar este lunes. SALVADOR SAS (EFE)
photo_camera Playa de Silgar este lunes. SALVADOR SAS (EFE)

Reconquista masiva del paseo de Silgar, playas concurridas y negocios hosteleros funcionando a tope dentro de lo permitido. Así es como está Sanxenxo, considerada capital turística de las Rías Baixas, este 16 de agosto, dedicado a San Roque, protector contra epidemias. La misma imagen se repite en toda la zona.

"Imposible hablar ahora porque hay mucho, muchísimo trabajo". Este, el comentario más habitual entre los dueños de cafés, restaurantes y bares, da muestra de lo bien que evoluciona el verano, tras un inicio atípico con días nublados y grises. 

Con todo, Lorenzo ha llegado a tiempo y con una buena previsión para las semanas venideras. Ya desde este domingo hubo colapso en los accesos. Y, el lunes, la AP-9, la autopista que vertebra la comunidad autónoma, sufrió retenciones.

No en vano, es festivo local en Vigo, Vilagarcía —donde deberían estar celebrando su fiesta del agua, pero llevan dos años sin mojar al santo—; Gondomar, Mondariz, Arbo, Caldas, Valga y, por supuesto, en Sanxenxo.

Este municipio, cuya población se sextuplica en verano, cobró fama en la década de los setenta, en competencia directa y estrecha con la cercana Illa da Toxa, un oasis termal y de ocio unido a O Grove por un puente decimonónico.

El multimillonario magnate mexicano Carlos Slim acostumbraba a ir a Sanxenxo, antes de la pandemia, cuando visitaba Avión (Ourense), un lugar conocido por ser el "rincón azteca" de Galicia, dado que son muchos los vecinos que emigraron al país lindo y querido y que vuelven en época estival a su tierra, hoy a auténticas mansiones.

El que fuera presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, es un lilaino (gentilicio) más cuando quiere, pues posee un apartamento en Sanxenxo. El fundador de Inditex, Amancio Ortega, tiene sus yates atracados en el puerto deportivo, aunque en su caso es muy difícil, por no decir imposible, verlo alternando.

También en vacaciones se mantiene el dueño de este emporio textil fiel a su discreción, la misma que promulga el alcalde de Sanxenxo, Telmo Martín, cuando explica que en ese paraíso de mar y sol no se publicitan las visitas.

El Real Club Náutico ha abandonado un poco ese recato en esta bulliciosa jornada. Su asamblea general de socios ha acordado por unanimidad trasladar al rey Juan Carlos I su gratitud por el apoyo recibido a lo largo de tantos años para el desarrollo del deporte de la vela.

Fruto de ese respaldo, "entre otras muchas cosas, ha sido posible el conseguir traer a Galicia y a Sanxenxo los Campeonatos de Europa y del Mundo de la clase 6mR", destaca en el comunicado remitido este lunes a la prensa la entidad que preside Pedro Campos, amigo y anfitrión habitual del monarca.

En la misma nota, muestra su deseo de que Juan Carlos, presidente de honor del club gallego y con una avenida dedicada que no ha sido retirada del callejero, "pueda volver a navegar pronto en nuestras aguas para defender sus títulos".

Por ahora, el que ha defendido este lunes su título y entre multitudes es Roque, del que dicen que durante la peste de 1348 sanó a enfermos bajo el signo de la cruz. Cuando en ese escenario él mismo se contagió, para evitar infectar a otros se retiró a un apartado lugar en el cual fue visitado por el can de un noble, que le llevaba todos los días un panecillo.

La leyenda sostiene que al final fue sanado por un ángel que tocó con sus dedos las llagas de sus rodillas y que le hizo saber que todo el que implorase su favor, sería curado.

Justo 673 años después de aquella plaga, David, uno de los visitantes al, para él, perfecto pueblo costero en el que se refugian millonarios, empresarios, políticos y en tiempos el rey emérito, ha recogido el guante. Ni corto ni perezoso, en una terraza, con sus amigos, ha levantado su jarra para espetar: "A San Roque invocamos para que la peste y los males pasen de lado"

Así ha querido dirigirse al hombre sagrado, tallado con capa, bordón, sombrero y un perro a sus pies. "Que así sea", ha deseado su grupo de colegas, antes del trago con el que han sellado su ruego. 

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