Cuando el escenario es la calle

No hay patio de butacas ni pista para el público. Tampoco escenario, ni focos de iluminación, managers, contratos o cachés preestablecidos. En lugar de todo eso, solo hay una acera o una plaza, una gorra tendida en el suelo o el estuche de un instrumento dispuesto para recoger las monedas y también hay traseúntes con sus propios quehaceres. Algunos se paran y dedican unos minutos a disfrutar de una actuación con la que no contaban y que les anima el camino. Otros pasan de largo sin prestar atención a la marabunta de notas que llega desde la esquina.

Solo existe un factor común con un concierto o con una actuación para la que se paga entrada y ese es, precisamente, el elemento más importante: el músico y su arte para interpretar y para despertar la emoción del que escucha.

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