«El acogimiento te engancha», asegura Marité, una pontevedresa que, junto a su marido Ramón, colabora con el programa de Acollemento Familiar de Cruz Roja. Desde que se puso en marcha esta iniciativa, en 1995, el matrimonio ha ofrecido su hogar a un total de 23 niños en situación de desamparo o desprotección y no descarta seguir haciéndolo. «Empezamos a colaborar con Cruz Roja porque queríamos hacer algo directo, algo en lo que pudiésemos participar, conocimos el programa y nos apeteció colaborar», explica Marité, quien asegura que «la primera niña nunca se olvida, en nuestro caso era una joven de 15 años».
El matrimonio explica que la pequeña lo pasó mal al principio, pero se volcaron en ayudarla. «En ocasiones pensé que le dedicaba demasiado tiempo, más del que le había dedicado a mis hijas, pero pero en una conversación mi hermana me dio la clave: a tus hijas les enseñaste día a día, pero con esta niña quieres hacerlo todo en poco tiempo, entonces empecé a relajarme», recuerda.
Comenta también que en los estudios iba mal y Marité se quedaba con ella por las noches repasando la tabla de multiplicar. «Cuando se marchó, cumplidos los 18 años, nos llamó en Navidad y nos dijo estaros tranquilos, yo de matemáticas cero, pero tengo una calculadora…».
La sensación al finalizar el acogimiento es buena. «Creemos que la ayudamos, aunque siempre piensas que podrías haber hecho más», reconoce el matrimonio. Tanto Marité como Ramón sostienen que el trabajo con los niños de acogida es una labor diaria. «Poco a poco les enseñas a colaborar con las tareas de la casa, a compartir todas las cosas, incluso a apagar la luz o cerrar los grifos.«A todos les dijimos que lo que había en casa era de todos».
Asimismo, ambos consideran «básico» no preguntar a los pequeños nada acerca de sus familias de origen. «Que lo cuenten ellos cuando quieran, cuando se sientan cómodos y seguros», añaden. No obstante, siempre piden a Cruz Roja que les explique las condiciones personales de los niños, para poder entender sus circunstancias.
