El aumento de la prostitución desata más peleas y conflictos

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“Fernanda. Novedad. 19 años, atractiva. Cuerpo bonito. Salidas 24 horas” es probablemente el anuncio por palabras más contenido que uno se puede encontrar en la prensa española. Está localizado en el Diario y junto a él hay un teléfono móvil.

Es de los poquitos pudorosos. En muchos de los anuncios abundan expresiones que sonrojarían a Torrente, el escatológico policía creado por Santiago Segura: un despliegue cacofónico de nivel que busca despertar ya no clientes, sino ‘bestias’.

Todos los anuncios, eso sí, desembocan en pisos. Con lucecitas encendidas en sus ventanas a lo ancho y largo de la ciudad podría hacerse un mapa de la prostitución clandestina en Pontevedra: un Google Maps de dos rombos que, como negocio, sigue perfectamente engrasado.

Hace cuatro años los llamó Francisco José Carballo, propietario del club Ciros, «pisos de tapadillo». Son varios repartidos por la ciudad y en sus teléfonos suelen contestar voces latinamericanas que anuncian corteses el precio, las condiciones y una exigencia: llamar desde una cabina cercana de la calle para dar el portal y el piso.

Lo cuenta Victoria, nombre falso se supone que de otro nombre falso, que es el de guerra. Ella es rumana y asegura que madame, aunque de momento de una sola chica colombiana. Las dos viven en un piso de alto nivel del centro de Pontevedra.

Un salón amplio en el que destaca una televisión de 36 pulgadas, una larga mesa que da a los ventanales y dos sofás muy cómodos frente a los que se coloca una mesita de cristal que delata algo raro: una botella de 100 Pippers y dos copas con las que se recibe al cliente. «Me vino la idea por un novio italiano que tenía un club, y aprendí de él», comenta.

Habla un español perfecto. Tuvo un chalé en Marcón con varias chicas que funcionó muy bien y ahora empieza de nuevo el negocio en la ciudad. De un servicio de 50 euros ella dice quedarse con 20. Busca chicas que quieran prostituirse.

Avenida de Vigo

Y chicas precisamente es lo que sobra en la Avenida de Vigo. La construcción de un nuevo hipermercado en el nudo de O Pino las ha llevado a ocupar la carretera de subida a San Blas, en Salcedo. «incomodan». «Antes venían por las noches, y eran muy pocas. Ahora ya están sobre las cuatro de la tarde, pueden llegar a reunirse hasta veinte mujeres, y muchas o van poco vestidas o se ponen directamente en ropa interior. No es agradable porque pasan niños y ven eso. Además incomodan a gente, les ofrecen sus servicios». La que habla es Ángeles Far, presidenta de la Asociación de Vecinos Salcedo-Norte.

El colectivo ha abordado el asunto en asamblea y se ha dirigido ya al concejal de Seguridade Cidadá, Guillerme Vázquez. Protestan también por la suciedad («comen y beben ahí, y dejan todo tirado»), el ruido («hablan entre ellas a gritos, a veces hay bronca y molestan a muchos vecinos») y el tráfico.

El pasado martes un coche de la Policía Nacional tuvo que dirigirse hasta allí a causa de una pelea entre cuatro prostitutas rumanas y dos africanas. Los motivos se desconocen porque al llegar los agentes dijeron que el conflicto ya lo habían arreglado entre ellas. Las identificaron y se levantó un acta.

Agresiones

Más graves fueron los hechos ocurridos hace algo más de un mes. Dos personas paseaban por la zona de la Avenida de Vigo en la que se sitúan las prostitutas y un hombre atacó a uno de ellos por la espalda con un palo en la cabeza. Con esa misma arma se dirigió al coche aparcado del amigo de la víctima y lo destrozó a golpes con tanta violencia que los cristales se le incrustaron en el brazo. Detrás de la agresión, un posible desacuerdo económico respecto a los servicios sexuales de una prostituta.

Ojo con los ‘chulos’

«Si vas a hablar con algunas chicas en la avenida de Vigo debes de tener cuidado con los hombres, con los chulos. Las otras mujeres no, pero las rumanas los tienen, y hay casos de violencia», advierte Victoria al periodista.

«Hay más actividad de prostitución en esa zona, sí, más gente por ahí», confirman fuentes de la Policía Nacional. Históricamente la zona era frecuentada por unas pocas africanas y, sobre todo, algunas drogadictas de Pontevedra. Su localización era inevitable: un club al final de Fernández Ladreda, otro al principio de la avenida de Vigo y todo en una vía de entrada / salida a la ciudad.

Hoy el territorio es mucho más ‘caro’. Hay mujeres de nacionalidades muy diversas, y si se reúnen muchos la cola de prostitutas se extiende por la carretera de San Blas hasta la curva. Allí tienen que frenar los coches, y hay quien aprovecha para sugerirse. Si un cliente recoge a una mujer, puede aparcar más adelante o meterse en la finca abierta de una propiedad privada.

(Reportaje completo en nuestra edición impresa del viernes, 24 de abril de 2009)

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