La droga: una espiral de dolor

Marginalidad, prostitución, trastornos mentales, violencia y actividades delictivas. Las sustancias tóxicas conducen a los consumidores a una espiral de marginalidad de la que es difícil escapar y ante la que, en muchos casos, la sociedad se encuentra con las manos atadas. A la perfección lo refleja la cita que abre un estudio sobre población drogodependiente en situación de emergencia social elaborado por la Consellería de Sanidade: «Cando se deixa a droga déixase unha maneira de vivir».

El trabajo, dirigido por el psiquiatra pontevedrés Víctor Pedreira, estima que en la ciudad del Lérez viven unos 30 toxicómanos que presentan perfiles de alta exclusión social, entendida como precariedad en vivienda, higiene y alimentación. El contacto con una muestra de 14 adictos pone de relieve el sufrimiento psicológico y los problemas psiquiátricos que padece esta población: Más de un 70 por ciento de los entrevistados dice tener diagnosticado un trastorno mental.

Se trata de índices orientativos, puesto que la evaluación de estas dolencias debe realizarse durante un periodo libre de consumo que se prolongue entre 3 y 6 semanas. Los expertos ponen sobre la mesa, en cualquier caso, «el sufrimiento psíquico de esta población», una consecuencia de la patología dual, es decir, la combinación entre el abuso de tóxicos y el trastorno mental. La depresión es la enfermedad que más afecta a aquellas personas que manifestaron haber sido diagnosticadas: está presente en más de la mitad de los casos, seguida por los trastornos obsesivos-compulsivos y la psicosis.

De esta certeza parten los redactores del informe elaborado por Sanidade para afirmar que es preciso articular medios para reabajar el sufrimiento psíquico de los drogodependientes y lograr que los enfermos sean derivados a la red asistencial normalizada, con la que mantienen contactos muy escasos. Los afectados también heredan del consumo pensamientos suicidas, sensaciones de estar siendo castigados por sus actos e incertidumbre.

El análisis en la ciudad de Pontevedra partió de las entrevistas al mismo número de hombres que de mujeres, que se iniciaron en el consumo de drogas cuando tenían, de media, poco más de 20 años. En el momento en el que se cerró el trabajo, su edad superaba ligeramente los 38 años. Viven en casas precarias, se alimentan en comedores y las fuentes de ingresos con las que cuentan provienen de actividades marginales (como la prostitución o la mendicidad), delictivas o de un conjunto de las mismas. La cocaína en base o crack es la sustancia más consumida por las personas que fueron testadas en Pontevedra, seguida por la heroína, por el clorhidrato de cocaína, y por benzodiacepinas, es decir, fármacos psicotrópicos que, en un 70 por ciento de los casos, no son recetados por los médicos.
 

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