Zorros y jabalíes hacen su agosto en el rural pontevedrés

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Por aire y por tierra. Los pequeños agricultores y ganaderos sufren en la última temporada un ataque continuo a sus cosechas y a los animales de granja, una situación que llega a poner en peligro la continuidad de las pequeñas explotaciones en Pontevedra y su comarca.
Los jabalíes y los zorros hacen que algunos vecinos decidan abandonar su costumbre de plantar, mantenida quizás durante décadas, después de ver año tras año como el primero de los animales destroza todas las legumbres que encuentra en su camino hacia el maíz y como, el segundo, mata a sus gallinas. El problema es que, una vez que localiza una finca, el jabalí vuelve continuamente, y a veces regresa acompañado de los jabatos.

Su presencia en el entorno de las casas es común y causa alarma, puesto que los medios con los que cuentan los ciudadanos que autocultivan para defender sus fincas son escasos y, por otra parte, las parcelas plantadas disminuyen paso a paso. En esta situación, el animal “vai onde pode, porque agora pouco se traballa o campo”, cuenta los interesados.
Bora, Marcón, Mourente, Ponte Caldelas, Cotobade, Deza, O Morrazo... La utilidad de los métodos disuasorios tradicionales y algunas recomendaciones de la Administración no resultan: las banderolas y los colores llamativos no funcionan, y el jabalí se ríe de las verjas. El animal persevera con sus golpes el tiempo que sea necesario, hasta que consigue romper los vallados y acceder a las propiedades. Una de las recomendaciones de la Xunta, la instalación de electrificación, es considerada inviable por muchos de los pequeños cultivadores.

El jabalí no se detiene. Se mueve con soltura cerca de los ríos y cruza carreteras para subsistir. Las batidas que solicitan los cazadores y que autoriza la Xunta de Galicia llegan, en la mayoría de ocasiones, tarde, cuando la huella del animal ya no se puede borrar y se ha perdido el trabajo de la temporada.

Por tierra llega también el zorro, el enemigo más temido por las gallinas. Sus excursiones ya no son sólo nocturnas: los vecinos de las parroquias los han visto acercarse a sus corrales antes de las cinco de la tarde para iniciar su ataque. En su última visita a una zona poblada de Pontevedra, a las cuatro y media, se llevó dos y dejó con vida al resto. Pero algunas quedaron maltrechas tras el enfrentamiento y, posteriormente, tuvieron que ser sacrificadas por sus propietarios.
El zorro no suele perdonar la vida a las gallinas. Las mata, se lleva alguna y deja el resto. Ante su llegada hay pocas soluciones: resguardarlas por la noche y esperar que el raposo no llegue durante el día.

Al zorro, jabalí, jineta y otros animales hay que añadir los gavilanes, un ave rapaz que observa, desciende y, con agilidad, se lleva a su presa sin esfuerzo: los pollos y gallinas pesan poco y no pueden ofrecer ninguna resistencia.
En los últimos años, la Consellería de Medio Ambiente ha incrementado las ayudas económicas a los agricultores y ganaderos que han sufrido el ataque de estos animales. Están, eso sí, restringidas a profesionales, a propietarios de explotaciones legalizadas. A lo largo de este verano, algunos agricultores se han dado por vencidos y han optado por no volver a cultivar. “Xa non compensa”, manifiestan con tristeza.

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