''Los recortes han hecho que muchos científicos se marchen a otros países para buscarse la vida''

El consejo superio de Investigaciones Científicas (CSIC) acaba de nombrar al investigador científico Pedro Revilla director de la Misión Biológica de Galicia (MBG, Pontevedra) y a la investigadora científica Elena Cartea vicedirectora. Vicedirector desde diciembre de 2002, Revilla reemplaza en el cargo a Rosana Malvar. Inició su carrera científica en el CSIC en el año 1988 como becario predoctoral y consiguió una plaza de científico en 1998. En la actualidad, desarrolla su labor en el Grupo de Genética y Mejora de Maíz.

¿En qué líneas concretas está trabajando?

Me ocupo de la mejora del maíz dulce y para la resistencia al frío. También trabajo con maíces para usos alimentarios, fundamentalmente para harinas panaderas. He tocado otros campos y he tenido colaboraciones, pero esos son mis campos específicos.

¿Qué logros se han ido consiguiendo para la agricultura?

Somos cuatro personas investigando en este grupo, que es el más antiguo del centro. Se inició con el centro en 1921, lo fundó Cruz Gallástegui, que fue el primer director de la Misión Biológica y que llevó la línea de mejora de maíz hasta su muerte. El primer gran logro que tuvo el grupo como tal, en tiempos de Gallástegui, fue la introducción de los primeros silos de maíz en Europa. Poco después de que comenzasen a funcionar en Estados Unidos, ya estaban funcionando aquí. Durante la época de Franco y la transición, esto estuvo en un estado bastante precario y se fue recuperando con el primer gobierno de Felipe González y posteriores. Se fueron invirtiendo cantidades importantes en investigación y eso repercutió en el centro, que pasó de estar al borde del cierre a ser un centro con aspiraciones a mediano.

Y en la actualidad, ¿qué logros se pueden destacar?

Desde que la agricultura gallega comenzó la crisis en la que se encuentra actualmente, en la que las tierras están siendo abandonadas y la ganadería está en decadencia, aunque tenemos alguna influencia sobre el medio porque seguimos trabajando con agricultores individuales, pequeñas empresas y todo el que se preste a ello, es ya muy poca. Las grandes empresas, en general, son extranjeras. Tenemos relación con esas empresas, pero la repercusión sobre el entorno rural nuestro es muy pequeña. A pesar de todo, seguimos mejorando variedades que distribuimos para usos tradicionales o agricultura ecológica, fundamentalmente para cultivadores particulares, para autoconsumo, pero también para las empresas y otros centros de investigación. Hemos buscado genes de resistencia a insectos y frío o que sirvan para mejorar la calidad. Hemos mejorado el nivel de calidad científica de nuestras publicaciones y hemos seguido produciendo variedades mejoradas que hemos distribuido entre todo el que lo ha pedido.

¿Cuáles son sus grandes retos al frente de la Misión Biológica?

Hay dos retos que son los que más me preocupan. Uno tiene que ver con el hecho de que a la institución se le exigen cada vez más unos niveles de excelencia científica y algunas de las líneas de investigación necesitan actualizarse, renovarse y reforzarse, sobre todo en las técnicas y objetivos para ponerse al día. Por otro lado, la investigación cada vez exige más y, en tiempos de crisis, cada vez da menos. Hay un montón de personas muy preparadas, de investigadores contratados de muy alto nivel científico, que en otras circunstancias ya tendrían una plaza de científico titular, pero debido a los enormes recortes de los últimos tiempos, pues están en situación de espera y existe un grave riesgo de que se pierda la inversión que la sociedad ha hecho en su formación. Esta gente se tiene que acabar dedicando a otra cosa o irse a otros países para buscarse la vida. En el centro trabajan un total de 100 personas, de los que solo hay 13 investigadores de plantilla con plaza fija y otros 12 contratados. Hace unos años que no sale una plaza.


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