Pontevedra sonríe a la Batalla de Flores

Una de las carrozas, a su paso por Loureiro Crespo (Foto: Rafa Estévez)
photo_camera Una de las carrozas, a su paso por Loureiro Crespo (Foto: Rafa Estévez)

PONTEVEDRA. Sobre las 18.30 de la tarde de ayer ya podía verse en las aceras de Loureiro Crespo a pontevedreses grandes y pequeños esperando impacientes a que dieran las 19.00 para poder disfrutar de un desfile que ya es todo un clásico en el calendario de actividades de las Fiestas da Peregrina: la Batalla de Flores.

Fueron un total de nueve carrozas y agrupaciones musicales y un puñado de grupos de animación los encargados de llenar de color y fantasía las calles del centro de la ciudad.

Los lazos deshechos se caían del pelo de las niñas que esperaban sentadas con los brazos apoyados en las rodillas mirando a todos lados sin entender del todo el sentido de tanta espera.

En cuanto dieron las 19.00 en punto, el grupo de carrozas, comparsas y grupos se echaron a andar lentamente como un elefante perezoso que se levanta para merendar.

La Batalla de Flores la encabezaban una comparsa de gigantes y cabezudos. Mientras los gigantes escandalizaban a propósito a los más pequeños jugando a perder el equilibro sobre sus interminables zancos, los cabezudos se las arreglaban para sujetarse con una mano las pesadas caretas mientras con la otra iban saludando a los niños.

Les seguían la carroza de Los Picapiedra, llena de pequeñas con collares de rocas blancas redondas al estilo Vilma y chavales con el pelo revuelto. Se leía la sensación de poder en sus ojos pequeños, quie contemplaban a una muchedumbre de otros como ellos, más abajo a ras del asfalto. "¡Tomad!, ¡Tomad!", gritaban mientras lanzaban bolsitas blancas de confeti.

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