'Si entramos en la cárcel, las dos lo haremos con la conciencia muy tranquila'

Ninguna de las dos se imaginaba las consecuencias ni el revés que supondría en su vida la asistencia a una concentración celebrada en las piscinas de Ponte Muíños en febrero de 2010, cuando un grupo de personas irrumpió en el complejo a raíz de una huelga convocada en las instalaciones deportivas. Tamara Vidal (29 años y embarazada de cuatro meses) y Ana María González (45 años y con su madre a su cargo) todavía no acaban de creerse que el juez las haya condenado a tres años y un día de prisión «sin pruebas de cargo» y sin ningún testimonio que les atribuya los hechos que fundamentan la sentencia: haber empujado al gerente y verter colorante en las piscinas. Ambas sacan fuerzas de donde pueden, aunque cada una va digiriendo el varapalo a su manera. Tamara muestra entereza y esperanza en que la Justicia se acabe pronunciando. Ana es fiel reflejo de la incertidumbre y se desmorona en determinados momentos de esta entrevista.

La jueza les acusa de coacción grave al considerar probados unos hechos que niegan compañeros de profesión y sindicatos. ¿Qué opinan al respecto?

Tamara: No lo entendemos. El gerente de las instalaciones, Julio Pita, no dijo eso en el juicio, dijo que lo empujó una persona con nombres y apellidos, que no vamos a decirlos, que debería estar allí sentada. La jueza responde que como esa persona no está presente no puede entrar dentro del procedimiento, pero en ningún momento el gerente declaró que nosotras lo empujamos, es más, dijo que no identifica a Ana en el lugar de los hechos.

Ana: Es súper doloroso que digan algo de ti que no has hecho, me cuesta muchísimo salir a la calle y, sobre todo, que la gente me vea como una delincuente cualquiera. Yo jamás, ni Tamara tampoco, hemos empujado a nadie ni tirado nada. Sí que me he manifestado, pero sin empujar ni tirar a nadie.

Hasta la fecha han trascendido varias versiones, ¿qué ocurrió el día de los hechos?

Tamara: Estábamos allí como en cualquier otra concentración. La gente que estaba allí empujó al gerente y entró dentro de la grada. De repente escuchamos ‘corre, corre, corre’, y corrimos, momento en el que se vertieron varios botes de pintura, no se sabe cuántos. Nosotras no hicimos nada.

¿Por qué se les acusa entonces?

Tamara: La acusación grave es por formar parte de un grupo que se supone que estaba organizado. Consideran que este grupo vulneró los derechos de los trabajadores y coaccionó a los empleados de la piscina, pero nosotras no coaccionamos a nadie en ningún momento, ni agredimos ni le dijimos a ningún empleado que dejara de trabajar. Nos limitamos a cantar algunos cánticos.

Ana: Nos acusaron a nosotras porque Tamara había trabajado en esa piscina y lógicamente todo el mundo la conoce, y en mi caso se puede decir que me inculpé a mí misma. Cogieron la matrícula de mi coche y dije que estaba allí manifestándome, por eso me acusaron, no porque me viese el gerente o el resto de los trabajadores. De hecho, en el juicio no me identificó nadie, fui yo la que dije que estaba en la manifestación, por eso estoy aquí.

Esto implica que hay otros culpables que no dan la cara, ¿qué les parece que los autores se mantengan en el anonimato?

Tamara: Nos tocó comernos el ‘marrón’ de otros. Aún así, sigue estando igual de mal, porque no se le puede meter tres años de cárcel a una persona por verter un bote de pintura y haber empujado al gerente, es algo desorbitado.

Ana: Creo que es una cuestión de principios y valores, y el que es cobarde es cobarde y el que da la cara da la cara. Allá cada cual con su conciencia, Tamara y yo la tenemos muy tranquila y, si entramos en la cárcel, lo haremos con la conciencia muy tranquila.

La primera sentencia fue de seis meses de prisión, la segunda de tres años. ¿Cómo recibieron la noticia? ¿Contaban con este desenlace?

Tamara: Estaba en un momento de euforia, porque acababa de hacer mi primera ecografía de tres meses. Entonces me llamó Ana y me dijo que había salido sentencia y que nos habían caído tres años. Me puse a llorar como una magdalena en el sofá, pensando en cómo se había complicado todo esto. Lo primero que pensé fue en mi familia, en mi padre y mi madre destrozados... Es alucinante, porque en un momento te ves con un pie en A Lama y ves que lo más probable es que entres, porque vas a hablar con los abogados y te lo pintan todo negro... La familia empezó a moverse por todos los lados para buscar todos los medios posibles y todos los contactos posibles para intentar salvar la situación, pero, de momento, no queda más que hacer de tripas corazón. Estoy embarazada y tampoco me puedo permitir ir llorando por las esquinas.

Ana: Fue muy ... (intenta seguir, pero no puede, se viene abajo).

Tamara: El problema añadido es que ahora estamos expuestas públicamente y la gente publica comentarios en Internet, diciendo que nos está bien y cosas por el estilo. Es algo que te fastidia, porque sabes que lo puede leer la familia y que es falso. Te están juzgando por cosas que no has hecho y creando cosas sobre nosotras que no son reales.

Ana: Desde el pasado fin de semana estoy entrando en una especie de fobia, de no querer salir a la calle...

Sin embargo, la ciudadanía se está volcando con vuestra causa y una gran mayoría piensa que es una sentencia injusta...

Ana: Sí, los alumnos por voluntad propia se gastaron su dinero en unas camisetas con nuestro nombre, pero la sensación que tengo... me siento como una delincuente. No soy capaz de mirar a la cara a la gente a la que aprecio.

Tamara: (se dirige a su compañera) Pero nosotras no hicimos nada, y la gente que te apoya no va a pensar lo contrario de ti.

Ana: Lo intento, pero no puedo. Intento mantenerme en pie en el trabajo, sobre todo gracias al cariño y al apoyo que nos transmiten, pero en tu vida privada... No soy capaz de hablar con mis amigos y creo que no voy a ser capaz de estar con nadie.

Mencionan a la familia como uno de sus grandes apoyos ¿qué ocurre a nivel laboral?

Ana: Tenemos el apoyo de la empresa (piscinas de Campolongo), de los compañeros y sobre todo el impagable cariño de todos los alumnos y los clientes que no lo son, más de 2.000. Se están moviendo muchísimo.

Tamara: Una de las cosas que queremos hacer es dar muchas gracias por el apoyo que estamos recibiendo, tanto de la gente conocida como desconocida. Es lo que nos está haciendo ir hacia delante.

Los sindicatos dicen que el Gobierno trata de desmovilizar a la gente con sentencias ejemplares como esta. ¿Se sienten cabeza de turco?

Tamara: Preferimos no contestar sobre este asunto.

El gerente de las piscinas dice que no se arrepiente de haber denunciado los hechos.

Tamara: Nos parece normal, él denunció los hechos ocurridos en la piscina.

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