Diego Lois: "Trabajar con piezas de hasta 5.000 años atrapa desde el primer día"

Entre las 600 obras de arte que contiene el recientemente inaugurado Museo del Louvre de Abu Dabi hay unas piezas que han pasado por las manos del pontevedrés Diego Lois. Formado en la Escola de Restauración, trabaja desde 2014 en el Museo Nacional de Al Ain

El pontevedrés Diego Lois trabajando en una pieza en el laboratorio del Museo Nacional de Al Ain.
photo_camera El pontevedrés Diego Lois trabajando en una pieza en el laboratorio del Museo Nacional de Al Ain.

Reivindica el valor de su profesión y la formación que se imparte en la Escola de Restauración de Pontevedra. Sólo la falta de oportunidades laborales llevó a Diego Lois (Pontevedra, 1986) a buscar trabajo fuera de casa. Así acabó en Abu Dabi, en los Emiratos Árabes. Su intención es poder volver. "Sería fantástico".

¿Cómo termina un pontevedrés trabajando en Abu Dabi?

En realidad es bastante sencillo. El hecho de no contar con proyectos en España debido a la crisis ha llevado a muchos profesionales como yo, que trabajan en el ámbito del patrimonio, en mi caso concreto como conservador-restaurador, a buscar oportunidades fuera de su país. En medio de las múltiples convocatorias que aparecen en países extranjeros, apareció esta. Yo me presenté sin ningún tipo de esperanza en particular y aquí estoy desde 2014, trabajando de forma periódica, entre tres y seis meses al año.

Aunque ahora podría ser que finalmente quedase contratado de forma permanente.

Parece que si, aunque hasta que esté completamente cerrado no se puede dar nada por hecho. Es complicado. Pero sí, en principio todo indica que podría quedarme de forma permanente.

¿A qué se dedica exactamente?

Yo trabajo en restauración en el laboratorio del Museo Nacional de Al Ain, que es el museo original de los Emiratos Árabes, el primero del país, el que alberga las colecciones originales del territorio, por decirlo de alguna forma. Cuando llegamos aquí en 2014, para hacer un inventario de sus piezas, fue cuando el Gobierno se dio cuenta de la magnitud del trabajo que había por hacer. A partir de ahí fue cuando llegaron los proyectos de restauración. Hemos trabajado desde entonces con objetos de piedra, de metal y de cerámica.

Entre ellos están algunos de los que se exponen ahora en el Louvre de Abu Dabi. 

Exacto. Son tres o cuatro piezas que restauramos. Todas de metal. Particularmente armas.

¿Qué es lo mejor de su trabajo?

Lo que más me gusta es poder formar parte, de alguna manera, de la historia de los objetos, interviniendo lo mínimo posible. El hecho de estar en contacto con piezas que pueden tener 5.000 años es algo muy emocionante, algo que te atrapa desde el primer día, al menos en mi caso.

¿Y lo peor?

Que esta profesión es ignorada desde la Administración. Es cierto que la crisis ha afectado a todo el ámbito cultural, pero la restauración ha sido castigada especialmente. Sufre una tremenda desatención y eso conlleva, entre otras cosas, que se fomente el intrusismo desde otros ámbitos, como el arqueológico, cuando, en realidad, los distintos profesionales tendríamos que estar colaborando entre nosotros y no asumiendo trabajos que no nos corresponden.

¿Qué tal la vida en los Emiratos Árabes? ¿Fue difícil adaptarse?

Yo vivo en Al Ain [cuarta mayor ciudad de los Emiratos Árabes Unidos, situada en el emirato de Abu Dabi]. Es un lugar bonito, pero bastante tradicional. La religión musulmana tiene un peso importante en la sociedad. Pero terminas acostumbrándote. Tú eres el extranjero: no te queda otra que respetar su forma de vida y adaptarte. Y la gastronomía no está mal (ríe). La comida libanesa está bastante buena y es bastante sana.

La Escola de Restauración de Pontevedra tiene exalumnos repartidos por todo el mundo trabajando en distintas instituciones y museos. ¿Qué recuerdo guarda de su paso por este centro?

Un recuerdo muy afectuoso. Cuando sales es cuando realmente te das cuenta de lo muy bien preparado que has salido de él para enfrentarte a lo que hay fuera. Aunque tú te sigas formando para seguir creciendo como profesional, el conocimiento base que tienes es clave para solucionar los diferentes conflictos que te vas encontrando como profesional. Yo, al menos, he contado con profesores excelentes. Sin duda, es una institución que a mí me ha marcado profundamente.

Y, sin embargo, es un centro que parece que tiene que estar permanentemente reivindicándose en el mapa académico gallego.

Esa situación es lamentable. Que una institución como la Escola de Restauración no haya conseguido aún la adscripción a la Universidade de Vigo es increíble. ¿Sabes cuándo te das cuenta de verdad de la diferencia que supone? Cuando sales fuera y vas a solicitar una beca o un trabajo y tienes que empezar a explicar qué es una equivalencia de grado. ¿Como que una equivalencia, es lo primero que te preguntan? Es un invento de la Xunta que nos impide tener el mismo título que el que tienen en Madrid o en Barcelona. 

Otra compañera de la Escola, Hélène Fontoira, restauradora desde hace 15 años en la Hispanic Society de Nueva York, confesaba que le gustaría volver en algún momento a Galicia. ¿A usted también le gustaría trabajar aquí?

¡Por supuesto! Lo comparto totalmente. Mucha gente, dentro de la propia familia incluso, cree que estamos a gusto fuera. Estamos a gusto desde el punto de vista laboral, pero no personal. Te digo más: si tuviese la oportunidad de volver desempeñando el mismo trabajo aunque fuese con una remuneración menor, no lo dudaría. Porque además, la idea de trabajar con mi patrimonio, con el patrimonio de Galicia, es maravillosa. Sería fantástico. Me gusta creer que, en algún momento, podré volver a casa y dedicarme a esto ahí de forma permanente. Es increíble que un país como el nuestro, con un patrimonio tan espectacular, no ofrezca más oportunidades de trabajo a restauradores y conservadores. De hecho, creo que no hay oposiciones de la Xunta para profesionales del sector desde los años 90. Y, si no me equivoco, sólo hay dos restauradores en plantilla y no son funcionarios. Me parece desastroso.

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