"Se Tahir quedara alí xa estaría morto"

Un activista gallego y un refugiafo afgano cuentan su historia en el IES Valle Inclán

Tahir Wasi y Diego Álvarez, en la biblioteca del instituto antes de su relatorio. JAVIER CERVERA-MERCADILLO
photo_camera Tahir Wasi y Diego Álvarez, en la biblioteca del instituto antes de su relatorio. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

Mohanmad Tahir Wasi tiene 33 años y siete hijos de entre dos y 16 años. En agosto de 2017 logró huir de Gardish, una ciudad enclavada en la región afgana de Patkia, para buscar refugio en Europa al ver peligrar su vida por las amenazas de los talibanes, que no le perdonaron que colaborase con el Ejército. Cruzó las montañas de Pakistán hacinado en una furgoneta.

Continúo por Irán compartiendo coche con otras 14 personas –él iba en el maletero con otros refugiados– en viajes que duraron horas. En una zona de montaña fueron atracados y los dejaron con lo puesto. Malvivió en las calles de Turquía ("un bo país se non fora pola xente"), donde no tenía ni comida ni medicinas, y acabó subiéndose a un bote fletado por las mafias ("era para 20 persoas pero iamos 70", entre ellas muchas mujeres y niños, que lloraban de hambre) que supuestamente lo llevaría a Italia. Después de una travesía que rozó la inhumanidad, la sorpresa fue mayúscula al llegar a la costa y descubrir que habían desembarcado en Grecia. En este país tiene en marcha un proceso de solicitud de asilo, aunque su estancia allí fue del todo menos idílica. Tras pasar por Alemania y Francia, actualmente reside en Gijón, gracias al apoyo de un grupo de voluntarios.

Tahir contó este miércoles su historia en el IES Valle Inclán ante un grupo de estudiantes y profesoras. El centro, que continúa con su calendario de actividades del programa anual "Escola Embaixadora Júnior do Parlamento Europeo", contó con la presencia de Diego Álvarez Zaragoza, activista en Derechos Humanos, paz y justicia social. Este vigués, voluntario de Amnistía Internacional, conoció a Tahir durante uno de sus viajes a Grecia y allí se fraguó una amistad que continúa en el tiempo. "Pode estar en España mentres non se resolva a súa situación. A súa estancia aquí é temporal, xa que é complicado que lle dean asilo. Ao seu país non pode volver", explica Diego. Aunque vive feliz, Tahir siente que apenas puede comunicarse con su familia, ya que los talibanes obligan a las empresas de comunicaciones a cortar Internet con asiduidad.

AMENAZAS. Diego Álvarez se formó en el ámbito de la empresa, el comercio internacional y la responsabilidad social corporativa. Músico y viajero incansable, ejerció de cronista de los movimientos migratorios que conoce en primera persona. "Hai amizades que ven o que fago como algo estraño ou pensan que son un heroe, pero téñeno idealizado". Los voluntarios, dice, poco más pueden hacer que acompañar y escuchar a los refugiados.

En su relatorio se refirió no solo a la historia de Tahir ("estivo oito meses chamando a diario para pedir asilo e nin sequera o atendían"), sino también a la de jóvenes como un palestino que no veía futuro o a la de quienes acabaron aceptando traficar con drogas o prostituirse para conseguir algo de dinero. "Queren fuxir de Grecia, pero as fronteiras están pechadas". Para huir tienen la opción de pagar hasta 4.000 euros a las mafias por un pasaporte robado ("por un pouco máis ata lle poñen a túa foto") y acabar subiendo a un avión, aunque sea después de 30 intentos fallidos.

Se refirió, además, a los tópicos que alimentan la desdicha de los refugiados, como que son gente muy pobre ("tiñan unha vida digna no seu país, pero estaban en perigo, non esperan que alguén lles doe una camiseta rota") o que vienen a robar empleos y aprovecharse de la sanidad pública en países europeos. "Fuxen porque están ameazados de morte ou viven baixo as bombas" en países como Siria, Kurdistán o Afganistán. "Se Tahir quedara alí xa estaría morto, igual que os seus compañeiros".

MAFIAS. La crítica al papel de los gobiernos occidentales fue constante, ya que "están na orixe" del conflicto. "Invaden os países e deixan a poboación abandonada. Despois non queren que veñan" en una travesía más peligrosa que un viaje en patera por el Mediterráneo. "Cruzan desertos e montañas enfrontándose a mafias, asasinos e violadores".

"A vida alí é moi dura, sobre todo para nenos e mulleres; en España sodes moi afortunados", relató Tahir en un inglés comprensible. Contó cómo su trabajo en el Ejército le granjeó problemas con los talibanes, que iban de noche a su casa a amenazarlo a él y a su familia. "O futuro para os mozos é entrar na Policía, no Exército ou unirse aos talibáns", apuntó Diego. "En todo caso alguén te vai estar querendo matar".

Tahir hizo referencia a la suerte de estos alumnos, mientras en un proyector iban pasando estampas de su vida en Afganistán, como la "escuela" a la que asistía un grupo de niños, simplemente sentados en la arena al aire libre ante una pizarra apoyada en una vieja bicicleta. Después de las clases, se van a trabajar. La electricidad es casi inexistente.

El joven subrayó ante el estudiantado que desde aquí también se puede hacer activismo, empezando por ser ciudadanos activos y consumidores responsables y luchando contra el cambio climático; o exigir a Europa que busque "unha solución real" en las fronteras, porque "deixar aos refuxiados en Turquía non é a solución". Cuando llegan a nuestros países "debemos acollelos sen prexuízos" y tener una mente crítica para poder luchar contra bulos y mentiras que fomentan el racismo, además de concienciar al entorno. Diego recordó cómo al llegar de uno de sus viajes, en Navidad, apenas escuchaban su relato sobre la situación de los refugiados que acababa de dejar en Grecia porque la gente estaba ocupada comprando regalos. "Dábanme ganas de saír correndo".

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