Manuel F. Padín: "Me dieron cuatro kilos y me mandaron a la Policía detrás"

El testigo protegido número 2 de la operación Nécora narra cómo repartía droga para Los Charlines hasta que decidió denunciar lo que sucedía

Uno de los últimos grandes alijos de cocaína atribuidos a personas relacionadas con el clan de Los Charlines. GONZALO GARCÍA
photo_camera Uno de los últimos grandes alijos de cocaína atribuidos a personas relacionadas con el clan de Los Charlines. GONZALO GARCÍA

"Melchor (Charlín) abría los paquetes de cocaína para meterse él. Yo también lo hice en alguna ocasión, pero Melchor robaba en cada entrega. Perforaba una esquina del paquete y quitaba uno o dos gramos. Se aprovechaba de que el peso siempre es aproximado. Pueden ser 999 o 1002 gramos, lo que le permitía pillar para su consumo". Manuel Fernández Padín, el testigo protegido número 2 de la operación Nécora, continúa así narrando las fechorías que cometió cuando formaba parte del clan de Los Charlines, el primero en mover cocaína en cantidades importantes entre Sudamérica y Europa.

"Melchor (Charlín) robaba en cada entrega. Abría los paquetes de cocaína para meterse él", sostiene Padín

"Cuando concluían las descargas cada uno iba para su casa, en esos momentos preferían mantener la calma. Cuando sí se hacían celebraciones era después de las entregas a los clientes. Recuerdo que íbamos a Meis y a otros sitios, a comer un buen cabrito", comenta el narcotraficante arrepentido.

Melchor, conocido últimamente por haber recibido una brutal paliza que, según todas las hipótesis, fue un ajuste de cuentas en toda regla, era el jefe directo de Fernández Padín en aquellos tiempos. "Hacía entregas de droga en muchos puntos, normalmente en la ría de Arousa, pero también en otros sitios. En monte Lobeira, en la playa de O Terrón, en ciertas casas en construcción, enclaves que siempre marcaba Melchor".

"Después de las descargas no había fiestas, pero sí después de las entregas. Ibamos a Meis a comer cabrito"

El vilanovés explica que sus jefes se quedaban con parte del hachís y de la cocaína que introducían, y que él solo la entregaba, pero no la cobraba. De eso se encargaban otros, salvo con un cliente de Vigo que "ya me conocía". "A veces íbamos antes al sitio pactado y Melchor me indicaba a qué hora debía acudir con la mercancía. Me mandaba que la dejase allí y me apartase del lugar, quedándome a la espera. Dejaba el fardo en un punto y me apartaba. Teníamos una clave. El fulano tenía que decir "Villanueva" en voz alta. Entonces yo le permitía recoger la droga. Si no lo hacía, yo no se lo podía permitir".

"Ibamos al lugar pactado antes de hacer la entrega. Melchor me decía a qué hora tenía que llevar la mercanía"

Padín asegura que permaneció en el seno del clan durante unos seis meses, entre abril y noviembre de 1989. "Muchos de mis amigos habían fallecido a causa de las drogas y yo había quedado muy mal parado por el LSD. Cuando tomé consciencia de que aquello era cocaína pensé que quería salir de ese negocio. No me interesaba que las personas estuviesen consumiendo eso por ahí adelante. Entonces decidí hablar con un amigo mío que había sido yonqui y que estaba rehabilitado. Daba conferencias contra la droga y tenía contactos. Aquel hombre ya colaboraba con la Guardia Civil y con Érguete y le conté dónde estaba metido. Me proporcionó la opción de denunciar los hechos en un programa que tenía Gayoso en la Televisión de Galicia".

"Los Charlines me abandonaron, pasaron de mí olímpicamente. Ni me pagaron ni me mandaron abogado. Cuando lo supe decidí hablar"

DESCUBIERTO. Aquella aparición en televisión fue el principio del fin de la etapa de Fernández Padín en el narcotráfico. "Salí con la cara tapada y la voz distorsionada y di la alerta de lo que estaba sucediendo. En esa etapa yo estaba distribuyendo coca por la provincia. Dije claramente que se estaba descargando en Galicia y en España cocaína procedente de Sudamérica o de Centroamérica". El arrepentido, sin embargo, no tardó en ser descubierto. "Estaba en un bar de Vilanova y me di cuenta de que un sobrino de Charlín me había reconocido y que se lo dijo a su familia. Era una persona próxima a Melchor".

Pocas horas después se produjo el episodio que acabaría por desencadenar la operación Nécora, al menos en lo que al procesamiento de Los Charlines se refiere. El clan consumó su venganza sobre el hombre que les había delatado. "Lo que hicieron fue darme cuatro kilos de cocaína, enviarme a Pontevedra y mandarme a la Policía detrás. Antes de llegar al centro comercial A Barca, donde tenía que hacer la entrega, me paró la Policía, o Aduanas, no sé exactamente quién. Sacaron el pirulo azul para que parase el coche. Yo iba en mi Renault 12. En un principio no les hacía caso porque era un vehículo camuflado, pero cuando sacaron las luces y las placas ya me detuve. Registraron mi coche y no encontraron nada. Miraron en los asientos y en el maletero, pero yo llevaba la droga en el motor. Me pareció muy raro".

Ante las sospechas de que fuese una trampa, Padín pensó en deshacerse de la droga allí mismo, pero como estaba muy cerca del supuesto punto de encuentro siguió su camino hasta A Barca. "Ya conocía a las personas que tenían que recoger la mercancía de anteriores ocasiones, por lo que decidí ir. Pero cuando llegué no había nadie. Me entregaron a la Policía para meterme en prisión. No lo puedo demostrar, pero blanco y en botella".

Sobre lo que sucedió después, el arrepentido recuerda que "decidí dejar la droga sobre unos palés, en la zona de descarga del centro comercial. Quise deshacerme de ella al ver que nadie me esperaba. En ese momento veía cámaras y policías por todas partes. Eran 16 millones de pesetas en mercancía. Al salir del centro comercial se dirigió a mí el vigilante de seguridad para preguntarme por la bolsa con la que había entrado. Le contesté que se la había dado a un amigo, pero no debió de creerme. Cuando me fui decidí subirme al puente de A Barca y observar, y vi cómo cogía la bolsa".

Padín regresó a Vilanova. "En ese momento no me cogieron, pero después el vigilante declaró que me conocía y que me había visto con aquella bolsa. Yo al principio lo negué, pero después tuve que reconocerlo".

Padín sería detenido y trasladado a la Comandancia de la Guardia Civil de Pontevedra, que entonces se hallaba en la calle Casimiro Gómez. "Los Charlines me abandonaron, no me pagaron ni me mandaron abogado. Pasaron olímpicamente. Yo estaba aquí, en los calabozos. Me interrogaron durante dos días y yo les daba largas diciendo que no sabía nada de aquella bolsa. Fue al tercer día cuando me enteré de que no había dinero ni abogados, nada. En ese momento le pegué dos patadas a la puerta del calabozo y llamé a los guardias. "Venid, que vais a escribir", les dije. Fue una declaración voluntaria por mi parte. En ese momento ya les conté que la bolsa era mía, que era de Los Charlines, pero que no solo había eso, sino bastante más. De ahí salieron mis primeras declaraciones que más tarde ratificaría en la Audiencia Nacional".

Comentarios