A misa o de cañas, pero con distancia

La Boa Vila se volvió a llenar este lunes de gente. Muchos llevaron a cabo ese plan en el que llevaban pensando dos meses. Algo tan simple como tomarse una cerveza, comprar unos zapatos nuevos o ir a misa era motivo de celebración entre una población que llevaba ocho semanas confinada
Interior de la iglesia de San José de Campolongo, este lunes. JAVIER CERVERA-MERCADILLO
photo_camera Interior de la iglesia de San José de Campolongo, este lunes. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

Vivir a dos metros es la principal condición para volver a la rutina. La distancia de seguridad y la importancia de lavarse las manos se han convertido en la norma número uno desde que el coronavirus hizo acto de presencia. Por eso este lunes todos los que salían se adaptaban a una nueva norma que todavía es difícil asimilar. Hubo tiempo para pensar un plan para el primer día de desconfinamiento. Unos escogieron las terrazas, otros fueron a comprar y hubo quien aprovechó para ir a misa, pero todos mantuvieron las distancias.

Los propios establecimientos se adaptaron a esa nueva normalidad a la que todavía hay que acostumbrarse. "Yo tenía ganas de tomarme un café en la cafetería, fui al médico, me compré unas zapatillas y ahora me senté a tomar algo, pero no me siento cómoda, estoy deseando irme para casa", explicaba este lunes una mujer sentada en una de las mesas de la cafetería Acuña de la calle Sagasta.

La terraza del bar A Adega dos Avós, en Xeneral Gutiérrez Mellado. JAVIER  CERVERA-MERCADILLO
La terraza del bar A Adega dos Avós, en Xeneral Gutiérrez Mellado. JAVIER  CERVERA-MERCADILLO
 

Que estuviese permitido abrir las terrazas al público no significa que los empresarios de la hostelería hayan dado el paso. De hecho, muchos de los bares y restaurantes de la ciudad permanecían cerrados. Sin embargo, durante la mañana, los que abrieron estaban llenos. En el restaurante Rianxo, por ejemplo, sirvieron cafés durante la mañana, pero ya llevaban dos semanas activos. "Empezamos a hacer comida para entregar a domicilio y estamos adaptándonos porque para nosotros es algo nuevo", explicaban el lunes en el negocio.

El Hama Bar, en el casco antiguo, también optó por abrir sus puertas. "Yo soy de los que piensan que cuando más pérdidas da un local es cuando está cerrado", contaba Luis López, que mantuvo a sus trabajadores en nómina estos dos meses sin recurrir a un Erte. "Yo bajé la persiana el viernes 13 a las 21.00 horas, aquel fin de semana ya lo cerramos todo y fue un acierto, lo recuerdo como unos días muy agobiantes", explicaba este lunes mientras atendía a las mesas de su terraza, todas completas. "La gente tiene unas ganas de salir terribles", explicaba antes de despedirse.

Lo corroboran un grupo de chicos sentados en una de sus mesas. "Tiñamos ganas de tomar algo, o que fora, non había café así que pedimos cervexa", explicaba uno de ellos, que añadía que habían estado buscando un sitio en otros locales pero todas las mesas estaban cogidas. "Lo bueno es que hace una mañana de sol estupenda", añadía otra de las presentes.

Plazas como la de Méndez Núñez, A Verdura o A Leña mantenían todos o casi todos sus establecimientos cerrados a la espera de tiempos mejores para la hostelería.

Pero los pontevedreses no solo echaban de menos las terrazas o las compras, muchos fieles llevaban tiempo queriendo ir a misa y el día del reencuentro con sus párrocos fue el lunes. En todas las iglesias de la ciudad se extremaron las precauciones y en la de A Peregrina no se celebrarán misas al ser un espacio muy pequeño. En Santa María, para comulgar hay que hacer una cola muy larga por la separación entre los fieles, para confesarse es obligatorio ponerse a dos metros del sacerdote y en los bancos de la iglesia solo puede sentarse una persona en cada extremo. En el interior del templo, una serie de letreros dan indicaciones para rezar de forma segura. Como antes del confinamiento, las misas son a las 11.00 y a las 20.00. "Lo hemos hecho en todas las parroquias, no solo en la de Santa María", explicaba el párroco de la basílica mientras ayudaba a limpiar en la parroquia de O Burgo.

El Campolongo, la iglesia volvió a su horario habitual, con una misa a las 19.00 horas a la que hubo que asistir con mascarilla y, en vez de en agua bendita, los fieles empaparon sus manos en gel hidroalcóholico antes de entrar.

Acumula diez multas por saltarse el confinamiento
El Concello de Pontevedra dio ayer a conocer el número de denuncias que puso la Policía Local a personas por saltarse el confinamiento. Entre los datos aportados, destaca que un individuo acumula diez multas por saltarse el confinamiento y, otro, nueve.

Desde el 14 de marzo se pusieron 515 denuncias a 412 personas, algunas de ellas reincidentes y en su mayoría hombres.

Además, la Policía Local atendió 6.322 llamadas para dar información sobre el Estado de Alarma.