Cualquiera que entienda de negocios sabe que rechazar clientela es ir contra la prosperidad de la empresa, pero al igual que ocurre con muchos otros oficios, la hostelería local se está viendo abocada a renunciar prácticamente a diario a servir a unos cuantos comensales. Y no precisamente por desidia, sino porque la demanda que se está registrando este mes de agosto está siendo tan elevada que desborda la capacidad de la mayoría de los establecimientos de restauración.
Basta darse una vuelta a mediodía o al final de la tarde por las zonas de terracear. Los asientos se rifan y, aunque no hay reparto de tickets, se forman colas espontáneas en casi todos los veladores.
Juan Antonio Pérez Pérez, uno de los propietarios del Borona (Travesía do Comercio), asegura que "se está trabajando muy bien". Tanto, que esto obliga a "decir que no a muchas mesas por no haber espacio" y que "ahora mismo sin reserva es muy difícil encontrar mesa, ya sea en terraza como en el interior".
Este mismo martes, en un día de playa de libro, a primera hora de la mañana ya estaba todo el comedor completo, "sin sitio para meter a una sola persona".
El empresario afirma que en el caso de los fines de semana las reservas se están haciendo "con una semana o quince días de antelación" y que incluso para la Feira Franca (que tendrá lugar el primer fin de semana de septiembre) no ha dado tiempo a colgar en las redes sociales los carteles con el menú. Desde hace dos algo más de dos semanas "tenemos todo lleno".
La situación ha llevado a varios negocios a suspender directamente el sistema de reservas de forma provisional. Por ejemplo, La Estafeta (Praza Celso García de la Riega), cuyo propietario, Edén Abal, señala que normalmente guardan mesa "todo el año, pero ahora es imposible". "Nos viene toda la carga de trabajo a primera hora, así que vamos trabajando sobre la marcha, sentando a la gente según va llegando. Julio fue un poco más ligero que otros años, pero en agosto se aceleró todo mucho".
Más cañas y menos vino
La hostelería local asegura que la afluencia se iguala ya a los niveles prepandemia pero, como trasladaba hace unos días el gremio de los hoteleros, la mayoría percibe una retracción en el consumo.
El vino ha perdido fuelle a favor de la caña y la inflación ha mordisqueado el número de tapas que solía ordenar el comensal. "Hay menos poder adquisitivo y donde antes caían cinco raciones, ahora caen tres", señala el responsable de La Estafeta. "Hay mucha clientela, pero un poco low cost. Piden menos cosas y mucha agua y mucha cerveza, pero no tanto vino", apostilla Matías Castillo, encargado del Barbol (Rúa Real).
Los clientes piden más menú del día
La necesidad de abrigar la economía doméstica ha provocado un repunte del cliente que demanda el menú del día, una oferta más económica pero que en verano se reduce a mínimos en el grueso de los locales.
El Borona, por ejemplo, es de los pocos que ha optado por trabajar a mediodía solo con menú del día, pero la mayoría de los negocios ha aparcado esta oferta para ceñirse a la carta hasta el próximo mes de septiembre. Según alegan, en verano lo que más abunda es el turista que "viene a comer el pulpo, la zamburiña y el calamar" y, en todo caso, la carta "te permite elegir y pagar lo que quieres".
Sara Sorey, propietaria de as As Greas (Praza da Leña), ratifica que la afluencia de clientes "ha aumentado" en agosto y que esto provoca que se formen colas casi a diario a las puertas de su establecimiento para cazar un sitio. "En nuestro caso no reservamos en terraza, pero la gente se queda esperando a que quede libre una mesa para poder sentarse", señala a este periódico.
La empresaria también ha percibido que hay una parte de la clientela que busca menú del día y que no lo encuentra, y que existe una contención del consumo pero con un importante matiz: "se notó más en julio, cuando el ticket se quedaba más bajo".
Las terrazas de la ciudad albergan más de 2.000 mesas
A falta de recopilar los datos de 2023, Pontevedra alcanzó el año pasado la cifra récord de os 2.025 veladores (una mesa con cuatro sillas), 448 más que hace una década y en 132 más de los que figuraban en 2019, antes del covid. Gracias a este repunte, el Concello calculó una recaudación de 218.774 euros.
75,23 euros. Es la tarifa anual que gira el Concello por colocar una mesa, barril o elemento similar con cuatro o menos sillas. La cuantía se ha mantenido intacta en los últimos ochos años debido a la congelación fiscal impulsada por Pontevedra.
La falta de personal obliga a reducir horarios y capacidad
Así como los hosteleros coinciden al señalar que el nivel de clientela está siendo óptimo, la inmensa mayoría comparte que el déficit de personal es uno de los mayores hándicaps que restan brillo a la temporada estival, una de las más importantes del año por no decir la que más.
La falta de profesionales irrumpió antes de la pandemia a nivel nacional y hoy, lejos de mejorar, sigue abocando a las empresas del ramo a reajustar su hoja de ruta. Muchos negocios tienen que reducir capacidad, recortando el número de mesas, y no pocos tienen que rebajar sus días de actividad.
Sara Sorey, propietaria de As Greas, explica que buscó trabajadores "con antelación" y que ya los incorporó a plantilla en junio "para asegurarnos tener personal para estas fechas".
Aun así, asegura que muchos compañeros del gremio "sigue buscando" mano de obra y que en caso en particular tuvo que renunciar a sus expectativas, "que eran otras". "Tenía pensado abrir todos los días del verano, porque acabamos de empezar, pero al final como el personal no llegó tuvimos que cerrar. En agosto vamos a hacer un esfuerzo y se compensará en septiembre".
El número de vacantes libres en el municipio está por perfilar, pero oficialmente (según datos del Instituto Galego de Estatística) hace exactamente un año constaban en la comarca 2.732 afiliados a la Seguridad Social que estaban dados de alta en la categoría de hostelería, una cifra solo superada por el comercio (5.552) y las actividades sociosanitarias (3.841).