Un año con menos abrazos y más pantallas: los desafíos de la pandemia

Lo que ha pasado en los últimos nueve meses ha modificado casi todos los ámbitos de la vida, del ocio al trabajo
Gente abrazándose. OLGA FERNÁNDEZ
photo_camera Gente abrazándose. OLGA FERNÁNDEZ

Hacer una lista de todo lo que ha cambiado en los últimos nueve meses es casi una tarea inabarcable. Quizás la pregunta debería ser, más bien, qué es lo que ha permanecido tal y como estaba antes de la covid-19. Lo que más se echa de menos son los abrazos, en eso coincide la mayoría, por eso hemos tratado de suplir el contacto por las pantallas.

Esta semana se cumplieron nueve meses desde que se decretó el primer Estado de alarma pero la mecha de lo que acabaría siendo una pandemia ya se había prendido hace más de un año.

Si nos lo hubiesen contado en enero de 2020 quizás no nos creeríamos hasta qué punto todo iba a dar un vuelco. Hemos tenido que aprender a dar afecto sin tocarnos, los cuidados se han puesto de manifiesto como el pilar de la vida, apenas ha habido brindis o sobremesas. La conciliación se reveló como imposible en muchos casos, las mascotas se convirtieron, al menos durante un tiempo, en mejores amigos que nunca y pasaporte de libertad para salir a la calle. Hubo quien aprovechó el fin del primer confinamiento para buscar casa en el rural -siempre con fibra óptica-, los niños y adolescentes mostraron un comportamiento ejemplar y la atención a las personas de la tercera edad nos preocupó más que nunca.

Todas las visitas a casa de los abuelos que no han podido ser

Zaida Pérez supo que estaba embarazada el 14 de marzo de 2020, el mismo día que toda España iniciaba un confinamiento inaudito. Ahora, con la pequeña Olivia ya fuera de su vientre, apenas ha tenido ocasión para que sus abuelos puedan cogerla en brazos. "Nos vemos siempre en exteriores y siempre con mascarilla", explica. No pudo dar la noticia de su embarazo en persona e incluso parió en el Hospital Provincial, el 18 de noviembre, con mascarilla, "aunque una vez allí apenas me enteré de que la llevaba puesta".

Cuando habla de su embarazo, lo define como una experiencia dura. "Fui a todas las consultas sola, siempre tuve buenos resultados pero si no fuese así tendría que asumirlo sin estar el padre, y pienso que ellos tienen el derecho y el deber de estar acompañándonos", explica la madre.

Por su parte, desde noviembre, Iria Méndez solo ha visto a su familia de Lalín en dos ocasiones: el 25 de diciembre y el 6 de enero. "Coas ventás abertas e con encontros moi rápidos. Dáme pena porque meu fillo, André, estase perdendo moito tempo cos seus avós, e seus avós con el", explica la mujer, que vive en Pontevedra.

El contacto con la familia es uno de los aspectos que se ha visto truncado con la pandemia, además de los encuentros con amigos en los bares. "Eu entereime en maio de que volvía estar embarazada, así que reducimos moito os contactos, se imos a unha terraza, facémolo sós, meu marido, meu fillo e eu", explica. Los abrazos reducidos al núcleo de convivientes y el miedo a contagiar a los abuelos ha provocado que las relaciones se hayan pasado a las pantallas. "Levámolo bastante ben porque utilizamos moito as videochamadas", explica Iria Méndez.

Para Zaida Pérez, algo tan sencillo como comer en casa de sus padres y charlar durante la sobremesa se ha vuelto un lujo. Sin embargo, ha sabido sacar provecho a su embarazo creando una especie de cuaderno de bitácora personal, con sus impresiones, sus miedos y su opinión de lo que pasaba. "Es un diario de unas 40 páginas en el que cuento cómo me iba sintiendo cada día, lo que iba pasando... Lo tengo para, cuando crezca mi hija, regalárselo", relata.

Elías Malvar tiene la perspectiva de los abuelos. A sus 93 años vive solo y en perfecto estado de salud en Tenorio, Cotobade. Sus nietas están lejos, en A Coruña, aunque suelen visitarlo con cierta frecuencia ya que su hijo se encarga de ayudarle con la compra de comida y medicamentos. "A mí me hacen la compra y luego yo me las arreglo muy bien porque soy muy buen cocinero", presume. Además, no ha tenido que ponerse las pilas en lo que se refiere a redes sociales. Tiene Facebook y WhatApp y se pasa el día comunicándose con sus amigos. "Yo todos los años participaba en un encuentro de amigos del colegio en el que estudié, este año no pudimos celebrarlo pero yo mismo organicé un encuentro online", explica. Aún así, se alegra de vivir en el entorno rural, donde es mucho más fácil cumplir con las restricciones. 

Las restricciones a la hostelería elevan la venta de alcohol en el súper 

Cómo empleamos el tiempo de ocio es otra de las cosas que han cambiado en la pandemia. Los vermús, las cañas o las copas del fin de semana se han suspendido de forma forzosa y hay quienes encuentran en el rural una alternativa, aunque algunos trabajadores de la hostelería detectan ansias por volver. "A xente ten ganas de volver á Sala Karma, dinnos que nos botan de menos e cando isto se normalice imos volver con forza", cuenta Marcos Rivas, de Sala Karma.

Mientras tanto, el interés se centra en la vuelta al rural, quizás como secuela del confinamiento de primavera. "La gente pide casas en el rural, pero a unos diez minutos de Pontevedra y con buena conexión a Internet", explica Agustín Pacheco, de SIP Inmobiliaria. Además de la venta, también se demanda el alquiler de casas, aunque hay muy poca oferta. "Ocurre también el caso contrario, personas mayores que ya no pueden ocuparse de la finca, que venden su casa y compran un piso en la ciudad cerca de sus hijos", cuenta.

La forma de comprar también ha cambiado. Según explica la encargada de una de las tiendas Froiz en Pontevedra, "en el confinamiento se arrasaba con papel higiénico y desinfectantes, luego vino la fiebre de la levadura, y ahora, desde que cerró la hostelería, la gente se lleva mucho vino y cervezas".

En el tiempo libre, ante la cancelación de actividades extraescolares, actividades voluntarias como la colaboración con la protectora Os Palleiros paseando a sus perros ha crecido mucho. "Todas las semanas sacamos a todos los perros de paseo, algo que antes no ocurría", cuenta la responsable de las instalaciones de Campañó, Gloria Cubas. Otras organizaciones solidarias como el Banco de Alimentos han constatado un incremento en las donaciones.

Malabares para conciliar durante las cuarentenas

Primero fue la cancelación de las clases y el cierre de las escuelas infantiles, y ahora, las cuarentenas que se aplican cuando se produce un contacto con algún niño con covid-19. "Unha vez que a guardería volveu funcionar e eu me incorporei ao traballo porque se rematou o ERTE, atopámonos varias veces coa situación de ter que quedar na casa porque André, o meu fillo, debía gardar cuarentena por un contacto con outro neno", explica Iria Méndez, con un niño en la Galiña Azul de A Parda. "As administracións deixáronnos aos pais totalmente abandonados nese aspecto", indica. Así, ella y su marido se las ingenian para cuidar a su hijo durante los tres períodos en lo que el pequeño tuvo que hacer cuarentena.

Por su parte, a Ruth Pensado, profesora de Primaria, el confinamiento la pilló dando clases de refuerzo en la escuela pública y tuvo que adaptarse a la nueva situación implementando las nuevas tecnologías como parte de la metodología. "Hai un problema e é que os nenos saben utilizar o móbil, o Instagram ou o WahtsApp, pero logo teñen dificultades para manexarse noutras cuestións de informática, como descargar un arquivo ou acceder a certas plafamormas nas que traballabamos", cuenta la profesora. Por otra parte, "tamén era difícil que os pequenos contasen con acceso a Internet nun momento determinado, porque compartían ordenador con outros membros da familia". 

Este curso, la factura emocional del encierro también se hace notar. "Teño algún alumno con problemas de ansiedade que veñen do confinamento", explica la profesora. Los centros educativos se han tenido que adaptar a la realidad de la pandemia preparando la programación para poder impartirla online, de darse el caso de un nuevo confinamiento. 

Diez aspectos de la vida que han cambiado
1. Los afectos
Intentamos sustituir las visitas por videollamadas, aunque no sea lo mismo.

2. Los cuidados
Se han evidenciado las carencias del sistema de cuidados, sobre todo a los mayores.

3. Tiempo de ocio
Menos reuniones en bares y fiestas y más contacto con la naturaleza y las mascotas.

4. La educación
Al cole con mascarilla, implantación de las nuevas tecnologías en las aulas y juegos sin contacto en el patio.

5. Conciliación y trabajo
Teletrabajar no es sinónimo de conciliar. El esfuerzo del trabajo reproductivo se pone de manifiesto.

6. Consumo
Cocinamos más, pero también se disparan los pedidos de comida a domicilio. Fue el año de comprar papel higiénico, levadura, cerveza y pijamas.

7. Informatización
Hemos adquirido habilidades en el uso de nuevas tecnologías a pasos agigantados.

8. Vuelta al rural
Mayor interés por adquirir fincas rurales, siempre con buena conexión a la red.

9. Juventud confinada
Adolescentes en casa se refugian, todavía más, en las redes para socializar.

10. Solidaridad
No queda claro si la covid nos hará mejores, pero las ONG constatan un aumento de donaciones en esta crisis.

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