Antón Cruces: "Esta es la novela de alguien que se lo ha pasado pipa en el cine"

Ha desahuciado a Superman en su debut literario. Nada menos. El periodista Antón Cruces firmará, los días 5 y 6 de julio, en la Festa dos libros de Pontevedra, ejemplares de su primera novela, un homenaje al cine de los años 80 en el que reivindica la magia de salas como el Gónviz o el Victoria

Anton Cruces
photo_camera Antón Cruces con su libro delante de las taquillas de los últimos cines de Pontevedra, los de Vialia. GONZALO GARCÍA

"Cinebox Vialia, a punto de cerrar". Lo titulaba Diario de Pontevedra a toda página el 10 de mayo de 2013. Impactaba así en la ciudad la noticia de que podían desaparecer sus últimas salas comerciales, un hecho que finalmente no llegó a producirse. Antón Cruces (Santiago de Compostela, 1976) trabajaba en aquel momento en la ciudad. Periodista, bloguero (que ha narrado su experiencia como padre de mellizos en cartasa1985.com), músico, guionista, director (suyo es el documental Oldman: el último triatleta) y cinéfilo, aquella experiencia acabó inspirando la que es su primera novela, Desahuciando a Superman (Cazador, 2019). El viernes 5 de julio la presenta en La Gramola (20.30 horas, entrada libre). Y el viernes 5 y el sábado 6 estará firmando ejemplares en la Festa dos Libros. "Esto es una aventura. A ver a dónde me lleva". ¿A otro libro? "¡Eso seguro!".

¿Cómo nace la historia de Desahuciando a Supermán?

Yo trabajaba aquí cuando en 2013 saltó la noticia de que estaban a punto de cerrar. Aquello me impactó muchísimo. Sentí vergüenza de que una capital de provincia se fuese a quedar sin cines y escribí un artículo de opinión para el portal Pontevedra Viva en el que jugaba con la idea de que, si se cerraban los cines, los personajes de las películas quedarían desahuciados. Te podrías encontrar en A Ferrería con Vito Corleone y a Tony Montana por Benito Corbal. Empezó todo de broma, pero la idea me pareció simpática y empecé a ampliarla y a escribir más. Todos aquellos textos se acabaron convirtiendo en esta novela, una novela que es un homenaje, no solo al cine de los 80, sino al cine en general.

Es la novela de un cinéfilo.

Sin duda, de un cinéfilo de los 80. Es un homenaje a toda una generación, la mía, que se crio viendo películas. El cine que en la novela se llama El Universal al final es una mezcla entre el Victoria y el Gónviz. Esta es, en definitiva, la novela de alguien que se lo ha pasado pipa en el cine; que echa de menos las colas infinitas en las taquillas y la experiencia de entrar, siendo niño, en una sala que te parecía gigantesca, que ya solo por eso te sobrecogía, y que siente nostalgia al recordar que pudo ver todas aquellas películas en las que te reías en bloque con más gente... No sé si es porque yo me he hecho mayor, pero mi sensación es que todo esto ya no existe.

¿Los niños de hoy ya no viven la experiencia de ir al cine de la misma manera?

Yo creo que no. Entre otras cosas porque lo que se entendía por cine familiar, películas como E.T. o Los Goonies, han desaparecido de la cartelera. Cada vez hay menos títulos de ese tipo.

Ha hecho aquí también un homenaje a este tipo de cine.

Por supuesto. Porque son películas que he visto 20 veces y porque forman parte de lo que fue la niñez de mucha gente en los 80. Esa niñez está presente en la novela a través de muchas más cosas, incluso de forma crítica como, por ejemplo, a la hora de reflejar cómo la violencia estaba integrada en la educación. Y no me refiero a dar una colleja. Me refiero a que yo estudié en colegios de curas y he visto cosas que hoy serían denunciables. También aparecen críticas a situaciones actuales, como el momento que vive mi profesión, la de periodista, marcado por la precariedad laboral. Es decir, la historia de Desahuciando a Superman, que mezcla nostalgia e ironía, aventura y verdad, está contada desde la actualidad, cuando el protagonista tiene que ayudar a buscar una casa nueva, un cine nuevo, a todos esos personajes, pero también está muy presente en ella lo que serían los recuerdos. Ahí aparece, por ejemplo, un personaje clave: el del proyeccionista. Me gustaría destacarlo. Juan Antonio Torres fue proyeccionista y operador de cinematógrafo en Pontevedra. Para documentarme estuve charlando con él y me quedé alucinado. Me sentí en Cinema Paradiso. Hay mucho de esa película también en la novela. Me contó cómo trabajaban, cómo trataban las copias, cómo funcionaba un proyector...

"Las salas de cine sobrevivirán porque esta forma de compartir una historia sigue siendo única y maravillosa"

Es su debut literario. ¿Le ha picado el gusanillo de la escritura?

A mí siempre me ha gustado escribir. Siempre he escrito artículos, relatos, textos... Cuando tuve delante esta novela, se la envié a Silvia Barbeito, escritora y correctora coruñesa. Me animó a acabarla y a enviarla a una editorial andaluza, Cazador, que tiene al frente a Carmen Moreno y que podía apostar por ella. Efectivamente así fue. Estoy muy agradecido a las dos porque yo no tenía ni idea de cómo moverme en el mundo editorial y sé que publicar hoy en día es bastante complicado y publicar por primera vez aún más.

¿Se reconoce Pontevedra en la novela?

Pontevedra es mi fuente de inspiración. Eso es así. Aunque luego, investigando un poco sobre el tema, descubrí que, en realidad, los cines en aquellos años aquí, en Santander y en Gijón, son muy parecidos. Pero sí, probablemente la gente de Pontevedra reconozca el Victoria o el Gónviz

¿Cree que la irrupción de las nuevas plataformas y los nuevos dispositivos móviles acabarán por hacer desaparecer las salas?

Yo creo que no. No soy ningún gurú ni nada de eso, pero, por ahora, internet no ha acabado con los periódicos; ni los e-book con los libros; ni los CD o la música digital con los discos de vinilo. De hecho, todo lo contrario, por ejemplo, en el caso de esto último: los vinilos se han revalorizado. Las salas de cine sobrevivirán, porque esa forma de compartir una historia es única y maravillosa. No tiene nada que ver con ver una película en tu casa, por mucha megatelevisión, que tengas o con ver una serie en el móvil. Está muy bien que todo eso exista, pero no tienen nada que ver una cosa con otra. La experiencia de ir al cine, por ahora, no se puede comparar con nada de eso. Igual dentro de cien años inventan algo que lo sustituya. No sé. Cuando eramos pequeños nos vendían un futuro en el que nos alimentaríamos con pastillas en vez de hamburguesas, pero por ahora nada se acerca a la experiencia de coger una hamburguesa con tus manos y comértela. Es otro rollo.

Parece haber aquí una novela escrita como legado para sus hijos de 3 años.

Lo que hay seguro es una novela escrita para que otras generaciones distintas a la nuestra descubran películas. Al final incluyo un listado de todas las que menciono, desde Superman hasta La rosa púrpura del Cairo. Hay una generación, la de los que somos hoy padres, que disfrutará esta lectura, y otra, la de los hijos, que aprenderá mucho de historia del cine. Porque aquí se habla de Pathé, de Edison, de Méliès... Pero sí, ojalá mis hijos lean esto dentro de unos años y descubran gracias a la novela, por ejemplo, El secreto de la pirámide