Cara a cara con la pandemia: así es la lucha de los profesionales contra el covid

Los sanitarios se quejan del desgaste emocional, la falta de medios de protección y el miedo al contagio
Profesionales colocando un EPI. DP
photo_camera Profesionales colocando un EPI. DP

Enfermería es sin duda la categoría sanitaria más expuesta al coronavirus y la que ha registrado más contagios por esta enfermedad desde el inicio de la pandemia. Enfermeras y auxiliares son las que tienen un contacto más cercano con los pacientes infectados y las que tienen más papeletas para ser alcanzadas por el virus en zonas que se presumen exentas del SARS-CoV-2. La covid no entiende de circuitos sucios o limpios.

Diario de Pontevedra ha querido reunir los testimonios de profesionales de Enfermería y de Técnicos en Cuidados Auxiliares de Enfermería (TCAES) que trabajan en servicios especialmente expuestos a la infección, como son la propia planta Covid, donde se prestan cuidados hospitalarios a los enfermos contagiados, Urgencias, la UCI o el Hospital Provincial, que ha dejado de ser terreno invicto.

Cada uno ofrece una perspectiva, pero hay muchos puntos de encuentro. El miedo al contagio persiste en la que se define como segunda ola y ya no solo por la posibilidad de trasladar el virus al entorno afectivo, sino por la probabilidad de sufrirlo en sus propias carnes. Los sanitarios han visto fallecer a pacientes más jóvenes que en primavera y más de uno ya ha sentido el aliento en la nuca del coronavirus.

Pese a todo, la mayoría se siente más seguro en las unidades covid, donde saben a qué se enfrentan y que lo hacen con bastante más herramientas que en el anterior embate, cuando compartían en grupos tutoriales para hacer batas con bolsas de basura y reciclaban equipos de protección individual. Ahora la preocupación late especialmente en zonas supuestamente seguras, en las que se ha visto cómo pacientes, incluso los testados, se han revelado como positivos. El temor de los profesionales de Enfermería se debe, principalmente, a la falta de mascarillas FFP2, cuyo suministro se ha visto reforzado en las últimas semanas pero, a su entender, en dosis todavía insuficientes. "Vivimos con miedo a contagiarnos y a ser posibles transmisores del virus. El Provincial, un hospital que vendían como limpio, ha acabado con más profesionales contagiados que Montecelo. Nos tienen muy vendidos. Recibimos a pacientes que vienen de su casa sin hacer la PCR y nos pasamos el día abroncando a las visitas porque no hay control suficiente. Es un agobio y un estrés", denuncia una enfermera del hospital urbano.

Se calcula que el 22% de los sanitarios contagiados en Galicia por covid son profesionales de Enfermería y que el 22% son auxiliares, unos porcentajes que dan lugar a cifras de vértigo. Desde el inicio de la pandemia 76.431 profesionales sanitarios del país se han visto infectados por covid, de los que algunos casos se han contagiado en el entorno familiar y otros en el laboral. La proporción está por esclarecer.

"Básicamente vivo en confinamiento permanente" 

1"Mi mayor miedo es contagiar a mi suegra, que vive con nosotros y tiene problemas de corazón; a mi hijo, que tiene nueve meses, y a mi abuela, que tiene 84 años". Jesús Lorenzo, de 39 años y natural de Vilagarcía, es técnico en cuidados auxiliares de enfermería y asegura que lo peor que lleva es esa amenaza constante de poner a los suyos en peligro.

Él dice estar acostumbrado a lidiar con virus y bacterias desde mucho antes de la pandemia. De hecho, ha dejado de contar las veces en las que "al acabar el turno" le comunican que se debe aislar al paciente que ha estado cuidando "durante siete horas con las medidas de protección estándar" porque es posible que sufra una patología altamente contagiosa. El problema es cuando se para a pensar en la posibilidad de transmitir esta enfermedad, que ha visto tan de cerca, pues es cuando se ve incapaz de contener el miedo. "Aunque intentes no pensar en eso, siempre estás con la mosca detrás con la oreja. Me levanto, como y sueño con el coronavirus", relata a este periódico.

Este estado de alerta permanente no es solo por el virus, sino por los frentes en los que le toca actuar. Como muchos otros compañeros forma parte de las listas Pull, por lo que trabaja cuando le llaman, "a cualquier hora de cualquier día", y en el servicio que toque reforzar. En los últimos cinco meses ha tocado distintos palos, desde la UCI a Medicina Interna, un peregrinaje constante que a todas luces no ayuda a la estabilidad, ni laboral ni emocional.

Aunque intentes no pensar, siempre estás con la mosca detrás de la oreja. Me levanto, como y sueño con el coronavirus

Curiosamente, donde se siente más seguro es en las unidades supuestamente más expuestas a la covid, donde están los pacientes contagiados y los críticos, porque en estos casos la hoja de ruta está bastante clara y "no hay queja de recursos materiales". La inseguridad crece cuando se sale de esos servicios, "en los que muchas veces te encuentras sin la protección adecuada y sin saber bien cómo actuar". Entonces el alambre por el que camina se hace más fino y es el que aboca a permanecer dentro de la burbuja que creó a raíz de la pandemia. "Desde que empecé a trabajar no hago más vida que de casa al trabajo. Solo iba algunas veces ira a Vilagarcía (de donde es natural) para visitar a mi madre. Básicamente vivo en un confinamiento permanente". 

"Al principio era una lucha de todos y ahora hay desgaste"

Ángel Engroba, lucense de 34 años, lleva casi un año y medio ejerciendo como enfermero en el servicio de Urgencias de Montecelo, donde se respira una "cierta calma tensa". Su unidad es la puerta de entrada "de casi todo el mundo" y eso provoca "cierta tensión en el ambiente". "El miedo a infectarnos siempre está ahí" y, según dice, se agudiza c4uando los escenarios personales son más sensibles, sobre todo cuando se convive con "hijos, padres o abuelos, por las consecuencias que se pueden arrastrar a casa".

La experiencia ha demostrado que las medidas de prevención no siempre funcionan. Urgencias ha registrado, junto a Oncología, el brote intrahospitalario más importante del área sanitaria, lo que ha puesto en evidencia "que contagiarse no es imposible". Además, Ángel advierte de que este episodio hizo subir la presión en el servicio, pues en la plantilla "no sentó bien" que el Sergas pusiera "en tela de juicio nuestro trabajo frente a la opinión pública". "Creo que respetamos las medidas de prevención de una manera más que razonable", añade.

En todo caso, como otros compañeros del gremio, este profesional de Enfermería ve diferencias notables frente a la que se considera primera ola de la covid: "Lo que estamos viviendo no es el mismo que en marzo -afirma-. Entonces era una situación nueva, había escasez de material y desconocimiento, y la gente estaba muy asustada. Ahora no percibimos tanto esa ausencia de medios, pero si al principio esto se vivía como una lucha de todos contra una, ahora la gente está más desanimada. Existe un desgaste físico y psicológico, y a veces un sentimiento de que, aunque lo estamos haciendo lo mejor posible, esto no baja".  

Lo que estamos viviendo no es lo mismo que en marzo. Entonces era una situación nueva

Ángel vive solo, pero el virus le ha llevado a acotar su vida social al máximo, pues es uno de los enfermeros que actúa en el circuito covid de Urgencias y que atiende tanto a casos positivos como con sospecha. Desde hace dos meses solo se relaciona con su entorno laboral, asumiendo la situación "con cierta resignación, pero también con la esperanza de que esto mejore a medio plazo". 

"Tengo miedo a volver a contagiarme y que se complique"

Inés Lobeira, marinense de 46 años, todavía lidia con algunos síntomas del coronavirus, dolores de cabeza y picores de garganta que reproducen con algo más de sutileza los efectos "intensos" de la enfermedad que sufrió a finales de octubre.

Ahora ha vuelto al frente con el agravante de que está convencida de que el contagio se produjo "en el trabajo" y con muchos más pavores que hace unos meses. "Antes tenía miedo por los que me rodean, pero ahora mismo temo por mí. Todavía sabemos muy poco del virus, pero se ha visto que puede haber reinfección y como la primera vez la llevé relativamente bien, tengo miedo a volver a contagiarme y que la cosa se complique". 

A su modo de ver, las diferencias frente a la primera ola también son palpables. "Entonces lo único que recibimos fue una charla de unos 20 minutos y unos correos con información muy generalista, pero salió bien. Improvisamos un poco a pie del cañón y sacamos lo mejor de nosotros mismos para hacerlo lo mejor posible. Sin embargo, esta segunda ola se enfrenta con mucha desilusión y frustración, porque no pensábamos que iba a empezar tan pronto y porque el trabajo cambió muchísimo. De tener ganas de vencer, hemos pasado a pensar a ver cuánto dura". 

La motivación se ha desinflado por muchas causas, pero Inés destaca el hecho de ver que "fallecen pacientes más jóvenes" que en primavera y el hecho de "la gente ya normalice que una persona mayor se muera por coronavirus, cuando realmente muchos eran mayores que tenían una calidad de vida plena o que incluso cuidaban de algún familiar". 

Esta enfermera asegura que lo peor de esta enfermedad "no es ponerse un EPI", sino "tragar la pena cuando un paciente te pregunta por su compañero que acaba de fallecer o cuando llamas a una hija para decirle que venga a pasar los últimos minutos con su padre, al que ella sabe que ha contagiado. Eso sí nos destroza por dentro". 

3Asegura que su equipo echa de menos "la visita de algún miembro de la gerencia en lugar de reproches" y el apoyo de una sociedad "que no nos escuchó cuando les pedíamos prudencia". Aun así, afirma que la Unidad Covid trabaja de forma coordinada, incluyendo "celadores, limpiadores, auxiliares", y que una vez en faena todos dan el do de pecho. "Vemos que quienes están ingresados no son los culpables. Hay muchos abuelos y operarios de fábrica y, si no luchamos nosotros por ellos, quién lo va a hacer". 

Lo peor es cuando un paciente te pregunta por su compañero o cuando avisas a una hija para que pase los últimos minutos con su padre, al que contagió

Inés fue una de las enfermeras de la planta de Traumatología que se vio abocada a reformularse de forma exprés, cuando su sección se convirtió en la unidad Covid de Montecelo. Así, pasó de hacer curas a enfermos con lesiones traumáticas a tomar muestras a pacientes positivos, enfundada en un EPI al que cuesta acostumbrarse. "Los pacientes casi no nos pueden ver con ese equipo" y la norma general es acabar "empapadas en sudor". 

Según dice, intenta hacer una vida "lo más normal posible", pero siempre pensando en que puede ser "un paciente positivo y contagiar la enfermedad". Por eso, antes de las restricciones, daba un paseo antes de quedar con alguien, evitaba entrar en el interior de locales y renunciaba al contacto físico con los suyos. Únicamente bajó escudos frente al hijo con el que convive, al que contagió por un contacto incontenible. "Es mi hijo y vivo con él". 

"Donde me siento más protegida es en las plantas covid" 

En las últimas semanas Tatiana Barcala ha ido alternando contratos en unidades especialmente expuestas al coronavirus con otras supuestamente exentas del virus y, por contradictorio que parezca, no tiene dudas: "Donde me siento más protegida es en las plantas covid", véanse las dos salas de Traumatología de Montecelo, donde están hospitalizados los enfermos contagiados, o la planta de Medicina Interna, en la que se asiste a las personas con sospecha.

Como técnica en cuidados auxiliares de enfermería, Tatiana llega a estos servicios con la misión de "ayudar al paciente en todas las cosas que no pueda realizar", ya sea el aseo, como la vestimenta u otras acciones más técnicas, pero sabiendo que dispondrá de «un EPI y los recursos necesarios» para desarrollar su trabajo. Por el contrario, cuando le toca acudir a otros servicios le cuesta más contener la incerteza. "De hecho, llevo mi mascarilla FFP2 de casa. Algunas personas me llaman exagerada o que estoy asustando a la gente, pero creo que es como se debería actuar, por la seguridad de los pacientes y por la nuestra". 2

Tatiana vive con sus padres, pero "encerrada en la buhardilla, desde que la situación empezó a empeorar, hace como un mes". Las únicas salidas que hace son para ir al trabajo y un curso y. si hace memoria, ve que "hace un montón de tiempo" que no da "abrazos ni besos" a su familia "por miedo a contagiarles". 

Tatiana también acusa el "desgaste" de esta segunda ola y también ha visto cómo a continuación de la suspensión de los aplausos de las 08.00 de la tarde la llama se ha ido apagando. "Estamos muy cansados y, mas aún, cuando vemos que no nos hacen caso y que no tenemos medios. A mi modo de ver ya no es una lucha en la que se pueda vencer, sino una carrera de fondo que nos está minando". 

Esta auxiliar cree que, tanto por incentivo como por prevención, urge dotar al personal saniario de más medios y de un protocolo más unificado para actuar de la misma manera en las distintas unidades del CHUP. "Ya no digo EPIs, pero sí mascarillas FPP2 y guantes adecuados, porque atendemos a muchos pacientes fuera de la unidad covid a los que no se le hacen la PCR y a los que visita gente de fuera sin el suficiente control". 

Llevo encerrada en la buhardilla desde que la situación empezó a empeorar (...) por miedo a contagiar

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