Una barca que se hizo puente

Une dos orillas, pero también dos concellos y los dos márgenes de la ría de Pontevedra ► El puente de A Barca, desde su inauguración en 1905, forma parte de la identidad de una ciudad que tiene en sus puentes uno de sus elementos fundamentales

Ciudad de puentes. Son estos pasos entre dos orillas los que han marcando buena parte de la historia de una Pontevedra a la que le han servido para configurar su propio nombre. Tras el puente del Burgo, entrada a la ciudad por la romana Vía XIX, paso de peregrinación a Compostela y punto de unión con los barrios de O Burgo y Lérez, es el Puente de A Barca el que más historia soporta sobre su esbelto vano central, uniendo las tierras de Pontevedra con las de Poio, en su parte más próxima, aquella que durante siglos sirvió de paso de una barca entre el pujante puerto de A Moureira y los dominios del Monasterio de Poio. Un intercambio comercial que creció con el tiempo y que, entre diferentes tiranteces entre el Gremio de Mareantes y otros interesados, propició la creación de un paso de madera con una parte levadiza en su centro que permitía el paso de los barcos.

La ciudad se abría a toda la margen derecha de la ría, propiciando la localización de residencias de veraneo

La ciudad crecía, ya como capital de la provincia, y la ubicación de la fábrica del Marques de Riestra, así como su palacete en A Caeira, sirvieron de impulso definitivo a la creación de un doble paso sobre el río. Un paso ferroviario y un gran puente hijo de su época, que seguía los postulados del arquitecto Eiffel y a una obra en hierro que, en cuanto a puentes, nos ofrece un modelo próximo como el puente sobre el Duero en Oporto. Así es como se crea un gran ojo de 75 metros de luz que reposa sobre dos fuertes soportes de cantería, con tres arcos en cada uno de sus lados para facilitar el paso, labrados con motivos ornamentales de aroma gótico. El pilar sobre el territorio pontevedrés reposa junto a la que fue morada del navegante Pedro Sarmiento de Gamboa.

Se unía así la ciudad, no solo con el concello de Poio, sino que esta se abría a toda la margen derecha de la ría, propiciando que muchos pontevedreses eligiesen puntos privilegiados de esa costa, desde Chancelas, Samieira o Sanxenxo, hasta a Illa da Toxa, para localizar sus residencias de veraneo. El paso del tiempo, y las condiciones específicas de ese lugar, con la acción de los efectos atmosféricos, las corrientes del río y la alta salinidad de un cauce que entremezcla aguas dulces con saladas, dañaron la estructura metálica que, a principios de los años cincuenta, se sustituyó por una de hormigón.

En 1991 la creación del tramo de circunvalación de la autopista obliga a realizar una serie de obras que permitan el acceso de vehículos en su parte inferior por la zona de Poio. A partir de ese momento las diferentes reformas en años sucesivos se centraron en su plataforma, allí donde peatones y vehículos se reparten la doble dirección entre sus dos extremos. Ese paso de personas, cada vez más habitual por el incremento de población en el concello vecino provocó numerosas quejas por el desamparo de los peatones ante el viento y la lluvia, de ahí que en 1996, con la presencia del presidente de la Xunta Manuel Fraga, se procede a inaugurar una marquesina que cubre las dos aceras del puente. De nuevo la meteorología obligó a intervenir y a cambiar las barandillas de madera laterales por otras metálicas en el año 2002.

Aquella primitiva barca, con el paso de los años, y como en los cuentos clásicos, se convirtió en un hermoso puente.

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