Bodas de oro confinadas

El bar Covelo, en Verducido, cumple 50 años en la soledad a la que ha obligado el coronavirus, pero sus dueños se resisten a no celebrar la efeméride "en cuanto se pueda"
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photo_camera Dolores Maquieira en el interior del bar Covelo, totalmente vacío debido a la pandemia. GONZALO GARCÍA

El 3 de febrero de 1971 abría sus puertas en el lugar de Covadáspera (Verducido) un humilde bar sin más pretensión que servir de punto de encuentro a sus vecinos y de distensión de las rutinas diarias. Su especialidad no eran ni las comidas, ni los licores, ni los pinchos, ni los cócteles... Eran la amabilidad, ternura y sacrificio que servían, al otro lado la barra, José Maquieira y Dolores Dios Tilve, sus propietarios.

Con el paso de los años el bar Covelo fue cogiendo fama en la parroquia y fueron habituales los chiquiteos, los apasionados torneos de cartas y las no menos reñidas partidas de dominó. Una clientela mayoritariamente masculina entonces pero que poco a poco también fue extendiéndose hacia el sector femenino.

La hija del matrimonio primigenio, Dolores Maquieira Dios, se crió entre los martilleos de la máquina de café, el tintineo de las copas recién lavadas y la musiquita histriónica de las tragaperras. Sonidos propios de un bar de pueblo que pronto se convirtieron en su banda sonora diaria.

Hace 17 años, junto a su marido Santiago García Torres, tomaron las riendas del negocio en solidario, brindando a los patriarcas el merecido descanso. "El nombre del bar viene por unas fincas que tenía mi suegro y que después vendió", explica el actual gerente.

"El nuestro es un bar familiar, pequeño, pero con muy buen ambiente", explica, tras admitir cierta pena por no poder organizar una celebración acorde a la efeméride. "No habíamos pensado en nada ostentoso, quizás unas invitaciones a los clientes y unos pinchos, porque la verdad es que 50 años no se cumplen todos los días", subraya el empresario. "Pero es lo que toca en estos días y hay que asumirlo".

Matiza que su negocio, al carecer de empleados y de arriendos, no se ha resentido tanto como otros con este cierre obligado. "Es lógico que los que tengan que hacer frente a alquileres y a Ertes lo estarán pasando mucho peor, pero por fortuna, nosotros lo vamos sobrellevando", apunta el matrimonio.

Eso sí, no falta el cliente asiduo que se los cruza en la calle y les pide que vuelvan a abrir la verja, aunque sea "de tapadillo". "Que non se pode, home", le replican.

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