Las bodegas Rías Baixas seducen a la competencia

Grupos de otras denominaciones de origen adquieren plantas de producción pontevedresas y encargan vinos a la carta ► La D.O. logra mantenerse al margen del capital especulativo; la hectárea vale 100.000 euros y la rentabilidad es a largo plazo

Viñedos de Agro de Bazán, vendida hace seis meses a una bodega riojana. RAFA FARIÑA
photo_camera Viñedos de Agro de Bazán, vendida hace seis meses a una bodega riojana. RAFA FARIÑA

Las bodegas de las Rías Baixas se han convertido en un goloso caramelo para firmas de la competencia. Grandes grupos bodegueros del país, sobre todo de la Rioja y Cataluña, están sondeando el terreno con el ánimo de instalarse en Pontevedra y hacer suyas producciones de albariño. Algunas ya han cerrado la operación y otras están en proceso. "En los últimos años se ha visto ese interés y ahora se empiezan a descubrir ciertos movimientos", señala el secretario general de la Denominación de Orixe, Ramón Huidobro.

Una de las operaciones más recientes ocurrió en septiembre del año pasado, cuando Bodegas Baigorri (Álava) adquirió la empresa Agro de Bazán, ubicada en Tremoedo (Vilanova de Arousa) y perteneciente hasta ese momento al empresario Manuel Otero Candeira. Recientemente también se cerró la venta de la bodega Castro Celta (en concurso de acreedores) a las bodegas riojanas Larchago (Álava) y está previsto que en los próximos meses el listado se amplíe con nuevos ejemplos.

El detonante de la mayor parte de estas incursiones es el interés de los grandes grupos en ampliar su cartera de caldos para captar la atención de los importadores internacionales. Estos valoran positivamente las propuestas que ofrecen variedades de distintos territorios, sin necesidad de negociar con diferentes marcas, de ahí que la tendencia hacia la expansión vaya en ascenso.

Hay firmas que logran asentarse en el corazón de las Rías Baixas y hay otras que directamente encargan a bodegas locales la elaboración de vinos en exclusiva. Es el caso del Grupo Torres, que en 2013 incorporó un albariño a su catálogo de marcas. Se llama Pazo das Bruxas y es elaborado con uvas procedentes de O Salnés.

inicios. Aunque el contexto actual es radicalmente diferente, el aterrizaje de las marcas foráneas estuvo presente desde los inicios de la propia Denominación de Orixe, cuyo Consejo Regulador fue creado en el año 1988.

El grupo La Rioja Alta fue de los primeros en aterrizar en las Rías Baixas, al adquirir la bodega Lagar de Cervera (Rosal) a finales de los años 80. La firma decidió por aquel entonces abandonar definitivamente la elaboración de vinos blancos riojanos y apostar por la búsqueda «de un gran blanco» que le hizo desembarcar en tierras gallegas, explica en su dossier corporativo.

Otros ejemplos veteranos son las bodegas arousanas de Pazo de Villarei (empresa que llegó a estar en manos de Domecq Bodegas para luego ser vendida al grupo de Horacio Gómez Araújo) y Pazo de Barrantes, perteneciente a la conocida familia Marqués de Murrieta desde sus orígenes. "Creo que los riojanos se fijaron en nosotros como un vino blanco que les iba a ayudar en su desarrollo de negocio. Consideraban que teníamos un potencial que hoy por hoy se ha visto y la verdad es que a nosotros también nos venía bien que ellos estuvieran aquí, porque disponían de unas estructuras empresariales que no teníamos en nuestro arranque y de unas técnicas que desconocíamos", señala el secretario de la D.O.

Por orden cronológico, la siguiente entrada de capital foráneo más representativa tuvo lugar en 1996, cuando el grupo Freixenet (Cataluña) accedió al alquiler del Pazo de Baión, probablemente el inmueble más mediático de Vilanova de Arousa, adquirido en 1987 por una sociedad formada por Laureano Oubiña, Sito Miñanco y Pablo Vioque y posteriormente embargado en el marco de la Operación Nécora.

Años más tarde, en 2008, la compañía catalana intentaría comprar la explotación, pero ésta acabaría en manos de la bodega de Cambados Condes de Albarei, que presentó a la puja la mejor oferta (valorada en 15 millones de euros). Así, Freixenet se vio abocada a tirar por otros derroteros, hasta que en 2013 logró adquirir AgnusDei (Meaño) a la entonces Novagalicia Banco.

Estrenado el nuevo milenio, una de las operaciones más sonadas corrió a cargo de la Corporación Masaveu, un conglomerado de empresas asturiano que adquirió a principios de los 2000 las Bodegas Fillaboa, localizadas en Salvaterra do Miño y hasta entonces propiedad de la familia viguesa Barreras. En el círculo cercano se comenta que la compra supuso una inversión de 12 millones, pero lo cierto es que en todo este tiempo no ha trascendido el importe real.

También en esa época Mar de Frades (Meis) pasó a formar parte del Grupo Zamora, propietario de otras marcas de vinos, como Ramón Bilbao, y de licores de reconocido prestigio, con Licor 43 a la cabeza. Posteriormente, se sucedieron distintas operaciones de compraventa de gran calado. Por ejemplo, el Grupo Varma, dueño de la bodega riojana Marqués de Vargas y de bebidas espirituosas como Ron Barceló, adquirió el Pazo de San Mauro (O Condado), mientras que Bodegas Lan (de la Rioja) se hizo con el negocio de Santiago Ruiz (O Rosal). Este último, considerado como el padre del albariño, está ahora en manos de Sogrape, un grupo vitivinícola portugués "muy potente" que, entre otras marcas, elabora el emblemático Mateus Rosé.

batacazos. Las transacciones de principios de siglo coincidieron en el tiempo con el «gran desembarco de las grandes fortunas» en las bodegas del país. Huidobro recuerda que "toreros, cantantes, constructores, futbolistas, cineastas y otras personalidades" apostaron por montar su propia bodega y, aunque muchos hicieron importantes esfuerzos inversores, la mayor parte se pegó el batacazo.

Su fracaso llevó a colocar un número importante de bodegas a precio de saldo. Sin embargo, las Rías Baixas asistieron ajenas al espectáculo, de igual modo que resistieron a la entrada de los grupos inversores extranjeros que llegaron al país para cazar gangas en elsector vitivinícola. ¿Por qué? Por una mera una cuestión de números. "Los grupos foráneos buscaban liquidaciones, pero aquí no se ofertaba nada de esto", explica Huidobro.

Además, en O Salnés y en el resto de subzonas que conforman la D.O., el retorno del negocio está lejos de ser inmediato. La compra de una hectárea plantada con viñedos puede rondar los 100.000 euros y hay que esperar varios años para amortizar la inversión. El kilo de uva se vende a poco más de un euro y todos los productores deben respetar el tope de 12.000 kilos por hectárea de albariño, que representa el 95% de la producción de la Denominación.

En la historia de la D.O. también se ha dado el caso de grupos gallegos que han invertido en las Rías Baixas, tanto para fundar como para comprar una bodega en funcionamiento. Un ejemplo del primer caso lo protagonizó Bodegas Gallegas, el grupo propietario de Rectoral de Amandi, que en 2009 inauguró la bodega Rectoral del Umia. Un ejemplo del segundo supuesto corrió a cargo de la Asociación Wines from Galicia, una entidad integrada por diferentes D.O. gallegas y participada por el actual presidente del Celta de Vigo, Carlos Mouriño, que adquirió Quinta de Couselo (Rosal).