La capital de la provincia sufrió en el año 1515 un fuerte brote de peste. Según los historiadores, este podría haber llegado por vía marítima hasta A Moureira desde el puerto de Barcelona, ciudad con la que había tratos comerciales. Durante varios años, la Boa Vila empleó diversos métodos para la contención de la enfermedad. A pesar de ello, décadas más tarde, en 1598, se produce otro gran brote, el cual pasará a la historia por haber sido uno de los que más afectó a la ciudad del Lérez. Este también llegó por mar y por él murieron miles de personas.
Con el objetivo de que la pesadilla se terminase, los ciudadanos de la época adoptaron varias decisiones: riego de calles, encendido de hogueras con plantas aromáticas, desinfección de viviendas con vinagre, quema de ropa de los enfermos, sacrificio de animales, cuarentenas, expulsión de la ciudad de prostitutas y pobres, y por supuesto, encomendaciones a San Sebastián y, años más tarde, a San Roque. El primero de estos santos fue el que le dio el nombre a la actual calle San Sebastián, callejón que hasta el año 1854 era conocido como Rúa Cega.
Justamente el motivo de esta denominación tenía que ver con las medidas que se llevaron a cabo en la época para frenar la peste, y es que en esta vía tuvo lugar la solución más drástica de todas: tapiar las dos entradas de la calle con los enfermos dentro.
Con el paso del tiempo, esta zona dejó atrás su macabra historia y se integró por completo en el callejero de la ciudad. Allí se abrieron incluso negocios históricos de Pontevedra, como por ejemplo la Imprenta El Pueblo, empresa que fundó Salustiano Fernández Otero en el año 1911 en la calle Peregrina y que se trasladó a este emplazamiento en 1928.
Tras más de un siglo de actividad, el establecimiento cerró definitivamente en junio del año pasado por jubilación.
Su clausura fue el claro reflejo de lo que estaba ocurriendo en esta vía en los últimos meses, y es que mientras en el siglo XVI, una epidemia marcó la memoria de este callejón, en el 2020, una nueva pandemia, la de la covid, volvió a cambiar definitivamente su rumbo.
A raíz del coronavirus, varios comercios y bares que estaban establecidos en esta vía desde hacía años decidieron bajar la verja de sus locales, entre ellos El Furancho de Bora o La Cueva de Cris.
"La zona cambió muchísimo, para peor, evidentemente", asegura David Alejandro Guzmán, propietario del Bar Alejo"s, un bajo que "lleva con el mismo nombre 35 años" pero del que él se puso al frente en el 2019.
"El movimiento ya no es el mismo que antes y el consumo ha cambiado. El primer año que estuve aquí trabajé muy bien, pero en cuanto vino la pandemia tuve que tirar de ahorros y la cosa no volvió a ser la misma", explica.
Misma opinión la de Jorge Diéguez, dueño de la cervecería BlackBird. Él llegó aquí hace menos de un año, en concreto, en agosto del 2022, y lo hizo "porque había un local que me gustaba, porque como este no había más en Pontevedra". Se refiere al que antes ocupaba La Cueva. "Fue por el bajo, no por la calle, porque la vía en sí está muerta", añade.
UN CALLEJÓN OSCURO
¿A qué se debe esta decadencia? Los dos únicos empresarios que sobreviven en la zona lo achacan a varios factores. Diéguez está convencido de que el problema está en las terrazas. "Si desde la Praza da Verdura no te dejan pasar para aquí, al final obligan a que la gente vaya por la otra calle. Aquí atrancan los soportales con mesas y la gente no viene. Esta calle no llama la atención para pasar", lamenta.
Guzmán, por su parte, apunta que esta es una vía "muy abandonada y muy descuidada" y reconoce que "la poca gente que viene lo hace o bien a tiro fijo, para venir a los dos locales que quedamos, o bien están acompañados de guías turísticos, que siempre paran aquí para contar la historia de la calle".
El dueño del Bar Alejo"s, que actualmente es el veterano de la zona, hace referencia también a la otra parte de la calle, a la que da la Rúa dos Soportais. "La obra que está al principio de la calle tampoco deja ver muy bien la vía y la gente ve las obras y ya no baja". "Desde ahí esto es un callejón oscuro", añade, en relación a este asunto, el propietario del BlackBird.