El calor no frena a los feligreses para acudir a la procesión de San Roque

La comitiva salió de la basílica de Santa María y recorrió las calles del centro de la ciudad para llegar a la capilla dedicada el Santo

Procesión de San Roque celebrada el jueves. JOSÉ LUIZ OUBIÑA
photo_camera Procesión de San Roque celebrada el jueves. JOSÉ LUIZ OUBIÑA

San Roque fue el jueves el protagonista indiscutible de la jornada en la Boa Vila, debido a los festejos que se celebran en su honor cada 16 de agosto. Como cada año, la imagen del Santo se traslada desde la basílica de Santa María hasta la capilla de San Roque.

La misa solemne tuvo lugar en la basílica de Santa María la Mayor a las 20.00 horas, seguida de la procesión, que discurrió por distintas calles del centro de Pontevedra (avenida de Santa María, Mestre Mateo, Ferreiros, Afonso XIII y Paseo de Colón), recogiéndose en la capilla de San Roque. La calle que lleva el nombre del santo permaneció cerrada al tráfico hasta la tirada de las madamitas, con el fin de no entorpecer los actos que se realizaron en la zona.

El santo fue seguido por un gran número de fieles que lo acompañaron durante toda la procesión y también en el tramo final, en el que se queman las madamitas, las tracas que marcan el final de las festividades en Pontevedra.

Además, durante todo el día se sucedieron los tradicionales actos en su honor, con una misa a las 9.00 y otra a las 10.00 horas en la capilla.

Al término de la segunda, la imagen del santo fue trasladada hasta la basílica de Santa María, en la que se llevó a cabo una misa a las 11.00 horas.

Cabe mencionar que los feligreses celebraron que se cumplió un año de la remodelación de las campanas de la capilla, que habían pasado dos años mudas debido a su mal estado.

HISTORIA. San Roque fue un peregrino occitano, muy venerado en la ciudad del Lérez y que tiene tras de sí una gran historia.

Los pontevedreses buscaron en él refugio y protección durante los episodios de la peste bubónica que azotó la ciudad durante la Edad Media, razón por la que le dedicaron una capilla en el curso bajo del río Gafos, cerca de un pequeño hospital donde se atendía a aquellos que padecían esta enfermedad, altamente contagiosa.

Su intervención ante las epidemias de la época era solicitada por los habitantes de muchos pueblos y ciudades y, ante la desaparición de las mismas, reconocían su actuación, por lo que se le nombraba santo patrón de la localidad.