Saliendo a perder

Galicia recordó a las víctimas de la covid-19 el pasado sábado en Santiago. LAVANDEIRA JR. (EFE)
photo_camera Galicia recordó a las víctimas de la covid-19 el pasado sábado en Santiago. LAVANDEIRA JR. (EFE)

RESULTA QUE Galiza será el primer país, región, comunidad, llámele usted como quiera, que saldrá de la fase tres para alcanzar la nueva normalidad, sea eso lo que sea. De pronto formaremos una unidad territorial con nuestros hermanos portugueses, algo con lo que la historia y el sentido común nos devuelve a una realidad que nunca debimos olvidar. A partir del lunes, gallegos y portugueses seremos formalmente lo que hemos sido siempre oficiosamente: un país.

Resulta que en el Estado español a Galiza le han salido bien las cosas, sea porque se han hecho bien o sea por casualidad. El maldito coronavirus ha pasado por aquí como de paseo. No sé si ha sido cosa de suerte, de buena gestión o una mezcla de ambas cosas, pero no vamos a negarle al equipo de Feijóo el mérito que le corresponde. No es cosa de crucificar a Isabel Díaz Ayuso por el desastre madrileño y negarle a Feijóo las cifras que han convertido a nuestro país en la comunidad que mejor haya levado este asunto.

Lo que es, es. Y es verdad que el coronavirus ha afectado menos a nuestra nación que a todas las demás. Es cierto que a nosotros, como a nuestros hermanos portugueses no nos ha castigado tanto como a otros países, pero es justo reconocer, como ha hecho mi admirado Fernando Simon, que Galiza ha hecho las cosas bien. A mí me tocó en plena pandemia ingresar en el hospital de Montecelo por otro asunto y pude comprobar en persona que todo funcionaba con la precisión de un reloj atómico.

La cosa se ha gestionado bien, no podemos negarlo, pero tampoco podemos negar que ha sonado la flauta. La sanidad pública gallega funciona. Lo digo porque lo sé. A mí me han salvado la vida dos o tres veces, pero también es cierto que se está desmantelando y privatizando. Uno puede pensar que mientras le salve la vida como en mi caso, todo funciona. A mí me salvaron gratis de un infarto y de de un edema pulmonar, y no me voy a quejar de que mi señora tuviera que pagar para aparcar o de que me cobraran por ver la televisión. Pero resulta que hay gente que no puede pagarse esos servicios porque no le salen las cuentas.

Con todo, es justo decir que en Galiza se ha gestionado la pandemia mejor que en España. No es inteligente negar la realidad. Vivimos tiempos en los que negamos el pan y la sal a los rivales y eso no es bueno ni necesario. De Feijóo se podrán decir mil cosas malas, pero no que sea un mal gestor. Nadie que lo sea saca tres mayorías absolutas seguidas ni sale para unas cuartas elecciones como caballo ganador. Se equivocan sus rivales utilizando ese argumento. Le ocurre lo mismo que a Lores en Pontevedra, cuando sus rivales se empeñaban en negar la evidencia de un modelo de ciudad respaldado mayoritariamente por el vecindario, lo que suponía un insulto a la inteligencia de los votantes. Para tumbar a Feijóo hace falta algo más, como un proyecto alternativo, que sólo parece ofrecer el BNG. Caballero no tiene otro discurso que el sobrepasar la crítica voraz, que además la ejerce sin carisma ni gracia, como un maestro que da lecciones monótonas y aburridas. Lo fía todo al previsible desembarco de ministros que vengan a hacerle la campaña.

Gómez-Reino, por su parte, anda desaparecido. No da demasiadas señales de vida, quizá porque no tiene mucho que decir. El proyecto que encabeza hace aguas por todas partes y no parece generar demasiado entusiasmo. En cuanto a Feijóo, la campaña la tiene hecha, primero por incomparecencia de la mitad de sus rivales y luego porque su gestión de la pandemia ha salido bien. Le ha favorecido la dispersión de la población, en que el coronavirus llegara a Galiza cuando ya estaba la comunidad cerrada y que el bicho no haya pasado por aquí más que de paseo, sin infectar a mucha gente.

Pero a Feijóo, además de su papel en la crisis sanitaria, se le valoran doce años de gestión que la gente considera como mínimo aceptables. Es difícil luchar contra eso porque los argumentos no salen debajo de las piedras. O se ofrece algo diferente, que es lo que hace el BNG, o uno se estrella, porque criticar una gestión bien considerada y respaldada durante tres mandatos por una mayoría de la población es estampar la cabeza contra un muro.

Eso no significa que Feijóo sea invencible, nadie lo es. Mire usted a Fraga. Significa que para conquistar un castillo bien construido, con sus fosas, sus murallas, sus parapetos y sus ballesteros hay que asediarlo, y eso lleva un trabajo enorme. Cuando uno sale a perder, pierde seguro, y con un único partido, el BNG, luchando por la conquista, la cosa se complica. Si los rivales aspiran a ser segundo tercero y cuarto, es muy posible que no sumen los 38 diputados necesarios para tumbar a Feijóo, y no sé de dónde esperan sacarlos si aspiran a la derrota.