CAMINO A LA NORMALIDAD

Sultán

Imagen de una reciente campaña con perros realizadas en la ciudad. RAFA FARIÑA
photo_camera Imagen de una reciente campaña con perros realizadas en la ciudad. RAFA FARIÑA

YO A Sultán lo conocía de vista. Era muy amigo de mis perros Pancho y Toxo, sobre todo de Toxo. Mi señora los pasea a diario y siempre se encontraban a Sultán con alguna de sus tres dueñas. Tenía 18 años y por lo que me cuentan, era un perro alegre, juguetón y educado. Un buen perro, adoptado ya mayorcito, creo que con 12 años.

Murió este miércoles, en la calle, ante una de sus dueñas y mi señora. Se acostó en el suelo y ya no fue capaz de levantarse. Sabía que se estaba muriendo, me dicen. A mí me pasó lo mismo con Kenia, una perra de mi hermana. Me di cuenta de que ella sabía que se moría y dedicaba sus últimas miradas a despedirse. Lo que más me impresionó es que tenía miedo. No sé si Sultán también tenía miedo a la muerte, lo que sí sé es que los perros piensan, aman y sienten. También pueden ser sinceros y saben mentir. Pueden ser felices o infelices y a veces se deprimen. También lloran y a su manera ríen. Cualquier persona que haya tenido un perro sabe todo esto y más.

Sufren el abandono y tienen traumas. A nuestro Pancho lo adoptó nuestra hija María tras verlo temblando de miedo en la calle. Era un pobre animal abandonado, temeroso y hambriento. Tiene pavor a la gente a la que no conoce, odia la calle y cuando sale lo único que quiere es volver corriendo a casa, el único lugar donde se siente seguro. Cuando lo adoptamos nos dijeron que tenía toda la pinta de ser un perro apaleado y abandonado por un cazador insatisfecho. Tiene pavor a cualquier ruido y cuando alguien en casa coge una escoba, se esconde.

Ya he dicho alguna vez que Pontevedra es una ciudad ideal para tener perros. Por el mismo motivo por el que es la ciudad reconstruida para el paseo. A ver si Iván Puentes nos pone esos parques caninos que tanto prometió, para que los perros también tengan su espacio. Para Sultán llega tarde. Sultán, por lo que sé, era muy amigo de sus amigos y disfrutaba reuniéndose y jugando con ellos. Los perros de Pontevedra, como las personas, se conocen entre ellos y se caen bien o mal. Pues el bueno de Sultán ya no podrá disfrutar de esos parques, si algún día llegan a existir. Toxo, el mejor amigo de Sultán, lo echará de menos. Toxo es joven, caprichoso y gordo. En verano le rapan el pelo y es entonces cuando más gordo se nota que está. Necesita un parque para adelgazar.

No soy de esas personas que quieren a los perros porque los confunden y los tratan como si fueran personas. La gente que piensa eso necesita tratamiento. Pero sí sé que merecen un respeto. Leí por ahí que cuando el confinamiento aumentaron las adopciones. Imbéciles que querían un perro como excusa para salir de casa. La mayoría de ellos serán nuevamente abandonados estos días. Creo que fue Manuel Pérez Lourido quien escribió un día que la calidad de una sociedad se mide en el respeto con que trata a sus animales. Tampoco sé si la frase es suya o citaba a otro, pero la suscribo.

A Pancho le tengo yo una cama aquí donde escribo, porque a veces busca compañía y se viene, se acuesta y se me queda mirando hasta que se duerme. Toxo prefiere la compañía de nuestro hijo, pero esas cosas sólo suceden cuando mi señora no está en casa. Supongo que para ellos es el macho alfa de la manada, la que manda y decide.

No conozco demasiados detalles de la vida del pobre Sultán. Sé que los últimos cuatro años de su vida, tras ser abandonado y adoptado, fue un perro feliz. Me dio pena su muerte, porque como dije lo conocía de vista, también porque mi señora quedó muy afectada. Le había cogido mucho cariño y no pegó ojo en toda la noche, por las dueñas de Sultán y por Sultán, porque estuvo a su lado mientras agonizaba y hasta que lo llevaron al veterinario donde le pusieron una inyección para evitarle una muerte lenta y larga.

Pues que descanse en paz Sultán, que nunca se metió con nadie y pasó por la vida, primero sufriendo y luego gozando del amor de sus dueñas y de la amistad de sus amigos. No hay perro más agradecido que aquél que es adoptado ya de adulto. Los que sufrieron malos tratos y abandonos, agradecen mucho más una adopción. Pasa con los nuestros. Pancho, el abandonado, no quiere despegarse ni un minuto de sus amos. Toxo, adoptado en cuanto se destetó, no sabe lo que es sufrir, de ahí su carácter caprichoso.

Cuando me contaron de la muerte de Sultán, pensé que a fin de cuentas hay más cosas en la vida que el deporte, las pandemias, la política y el tiempo. Hay, por ejemplo, los perros, como Sultán, que también aman, sufren y mueren. Adiós, Sultán. Descansa en paz.

Comentarios