El convento de Santa Clara comparte sus secretos por primera vez en la historia

El espacio propiedad de la orden de las clarisas, de 12.000 metros cuadrados, fue visitado ayer por 150 personas mientras otras 400 se quedaron en lista de espera

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Inscripciones en el arco que separa la portería del acceso al convento. BEATRIZ CÍSCAR

"Déjalo todo y lo hallarás todo. La llevaré a la soledad y te hablaré al corazón. Toma tu cruz y sígueme". Está escrito en los márgenes del arco que une la portería con el interior del convento de Santa Clara. Cruzarlo significaba el ingreso en la orden de clausura. Hasta ahora, que han podido conocer de cerca este conjunto monumental las 150 personas que consiguieron inscribirse en esta visita de la Semana del Patrimonio Invisible, una programación de la Concellería de Patrimonio Histórico de Pontevedra que ha permitido visitar esta semana lugares habitualmente excluidos de los recorridos turísticos, como el Pazo da Mugartegui, el Colexio Sagrado Corazón de Praceres, el Cemiterio de San Amaro y el más inaccesible de todos: el convento de Santa Clara.

El recorrido permitió ver el claustro, la huerta, los jordines el cementerio la capilla, el lagar, el locutorio, el coro alto y la iglesia

La posibilidad de entrar en este espacio por primera vez despertó una gran expectación entre el público. Las reservas para sus visitas se agotaron literalmente en un minuto. El Concello decidió entonces ampliarlas (de 75 plazas se pasó a 150) y en media hora había una lista de espera de 400 personas, una demanda imposible de asumir, según indicaba la Concellería de Patrimonio Histórico, que ya ha anunciado su intención de repetir la propuesta el año que viene ante el interés suscitado por conocer la historia de este monumento, que las clarisas abandonaron en 2017 y sobre cuyo futuro, desde entonces, se ha venido especulando. Ayer mismo se le volvió a preguntar al alcalde por la posibilidad de que el Concello pudiese gestionar la apertura de los jardines de una finca que ocupa 12.000 metros cuadrados en el corazón de la ciudad. "Isto é propiedade das clarisas e a decisión final sobre o seu futuro é delas. Se puidese ter un uso público, se puidese ser accesible aos cidadáns, sería fantástico", explicó Miguel Anxo Fernández Lores. "O Concello o que lles transmitiu foi a intención de colaborar para que este patrimonio non se perdese, pero a partir de aí hai custes importantes e outras cuestións a ter en conta".

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Acceso a la bodega, justo al lado de la Porta de Carros. BEATRIZ CÍSCAR

El alcalde recordó que su primera reunión con representantes de la orden religiosa había sido hace dos años y que desde entonces se habían seguido manteniendo contactos, pero "a cousa vai lenta". Lores participó ayer, junto con el concelleiro de Patrimonio Histórico, Xaquín Moreda, y un grupo de periodistas de la ciudad, en la primera de las visitas guiadas por el espacio, que fueron conducidas por Leo González y gestionadas por la empresa Trivium. Antes de entrar, algunas condiciones: no se podía visitar el convento fuera de los espacios que indicaba el guía y no se podía hacer fotos, a petición de las clarisas, en su cementerio. A partir de ahí, adelante.


Desde el siglo XIII

La visita guiada comienza en la portería del convento, "un dos poucos espazos aos que a cidadanía podía acceder", recuerda el guía, que repasa brevemente la historia del monumento, del que se conserva poca documentación. El inicio de la construcción se remonta la finales del siglo XIII. En el siglo siguiente será cuando se consolide en la ciudad esta orden mendicante (que profesa voto de pobreza), equivalente femenino de los franciscanos. Desde entonces, se han seguido construyendo añadidos a la edificación original, situada en una de las vías de acceso más importantes a la ciudad, el Camiño de Castela. "É o momento de esplendor de Pontevedra como burgo medieval" y el convento funciona como un núcleo urbanizador. "Hoxe imos acceder a espazos nunca antes vistos polo público", avanza el guía, que se detiene en dos puntos concretos de la portería, el torno y el arco de acceso al convento. Sobre el torno, a través del que las monjas de clausura se comunicaban con el exterior, cuenta una de las curiosidades que salpicarán el recorrido: tenía que ser de un tamaño pequeño, por el que no pudiese caber una persona. "Para evitar que se puidese escapar". A su lado, las inscripciones del arco de la puerta recordaban a las mujeres que la cruzaban que dejaban atrás el mundo para enclaustrarse.

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Vista de la huerta desde el claustro alto del convento de Santa Clara. BEATRIZ CÍSCAR

La segunda parada del recorrido es el claustro. El guía le pide a los visitantes que se fijen en el silencio que reina, a pesar de estar en el centro de la ciudad. "Isto é a clausura". La ausencia de ruido se debe fundamentalmente a dos razones: la extensión de la finca y los muros que la rodean, de ocho metros de alto, construidos (también) para evitar cualquier tentación de fuga. "Por fóra miden algo menos, uns seis metros, debido aos asfaltados e outras obras", aclara.

En el claustro, Leo González muestra donde hay varias lápidas tapiadas, una pequeña sala que funcionó como escuela "á que se accedía directamente dende fóra" y la fuente del centro de patio, rodeada por un jardín. Allí enseña dibujos y ofrece datos del que fue uno de los investigadores que más ha aportado a la historia del convento: Casto Sampedro, fundador de la Sociedad Arqueológica de Pontevedra y primer director del Museo de la ciudad.


Fuente

"A que outra fonte vos lembra esta?", pregunta Leo González. Él mismo da la respuesta: "Á dos xardíns de Casto Sampedro na Praza da Ferrería. É moi similar". En este caso, la fuente está coronada por una figura de Santa Clara representada como habitualmente se hace: entre un ostentorio y un bastón de olivo.

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El alcalde, sentado, escuchando las explicaciones del guía frente a la fuente del claustro

Unos pocos metros más allá de claustro hay que guardar las cámaras y móviles porque se accede al pequeño cementerio, rodeado de una verja que lo separa del denominado bosque. Allí se descubre la gran amplitud de la finca, poblada por árboles frutales y viñedo. El guía explica que las monjas elaboraban un dulce a base de manzana y que el convento también cuenta con un lagar, donde se elaboraba su propio vino, y una pequeña bodega (siglo XIX).

En el bosque hay un pozo y una pequeña capilla. En esta última se vuelve a detener el guía. "O tímpano interior da capela probablemente estaba na porta principal do convento. As medidas coinciden", cuenta. La pieza policromada, que Leo González data alrededor del siglo XV, representa a la Virgen junto a San Francisco y Santa Clara, esta última "vestida cos hábitos das clarisas, unha vestimenta moi similar incluso á que levan na actualidade". El guía explica otra curiosidad histórica: aunque ahora las monjas de la orden vistan todas igual, no siempre fue así. Hasta el Concilio Vaticano II (1965), que las igualó, había dos tipos de monjas, las denominadas "del coro", hijas de familias importantes que aportaban una dote relevante al ingresar en el convento, y las "legas", de familias pobres, "que traballaban como servintes das outras".

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Tímpano de la Virgen y Santa Clara en la capilla del bosque

En el convento de Santa Clara en Pontevedra llegaron a convivir hasta 53 monjas. La cifra se mantuvo hasta mediados del siglo pasado, cuando empezó a descender. Las últimas religiosas lo abandonaron en 2017. Desde entonces, el convento está vacío y la iglesia cerrada.

Avanzando el recorrido, Leo González va mostrando ampliaciones que el convento siguió sufriendo en los siglos XVII y XVIII, al tiempo que indica cómo la carrera de una religiosa de la orden de las clarisas se ha ido complicando y ha pasado de los seis años que duraba antiguamente (divididos en cinco etapas: aspirante; postulante -de 3 a 6 meses-; novicia -tres años-; primeros votos -un año- y segundos votos -dos años-) a los doce actuales.


Fin del trayecto: La iglesia

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Vista de la Iglesia desde el coro alto

La visita continúa volviendo a entrar en el inmueble por un acceso que hay cerca de la Porta dos Carros, "pola que entraban as mercadorías", para subir al claustro alto, con vistas al patio y desde el que se accede, al locutorio, "outro dos puntos de comunicación co exterior", y, a través de una pequeña puerta (de algo más de medio metro de alto), al achivo del convento, "para o que se precisaban tres chaves: a da abadesa e dúas máis". El detalle revela el valor de lo que allí se guardaba. Hoy el archivo de las clarisas de Pontevedra se encuentra en parte en el Museo de la ciudad y en parte en manos de la orden religiosa.

La visita al coro alto encara el final del recorrido guiado. La estancia, donde las monjas rezaban cada mañana y desde donde podían seguir la misa, en la iglesia está presidida por un órgano, "hoxe automatizado, pero que antigamente funcionaba grazas a un gran fol que manexaban dúas relixiosas". Una última parada en la iglesia deteniéndose en sus detalles finaliza la visita. Santa Clara vuelve a quedar desocupada.