La crisis de suministros continúa en Pontevedra

A la espera de comprobar el alcance de la guerra de Ucrania, el comercio sigue con problemas de abastecimiento
Ignacio Viqueira con uno de los vehículos que comercializa Toyota. GONZALO GARCÍA
photo_camera Ignacio Viqueira con uno de los vehículos que comercializa Toyota. GONZALO GARCÍA

A falta de conocer el impacto de la guerra entre Rusia y Ucrania, la rotura de stock de algunas materias primas y la crisis del transporte siguen pasando factura a muchos comercios de Pontevedra, en los que continúan las listas de espera para acceder a determinados productos. Además, aparte de armarse de paciencia, en la mayor parte de los casos el consumidor debe afrontar el encarecimiento de muchos objetos. Los precios han subido en muchos sectores una media de un 20% en los últimos meses y con el agravante de que, a todas luces, en muchos casos las tarifas no han tocado techo.

Entre seis y ocho meses para conseguir una furgoneta

Algunos concesionarios del municipio continúan con los "tiempos de espera" para hacer entrega de los vehículos que encarga el comprador. En el caso de Nipocar, que comercializa automóviles de la marca Toyota, las mayores demoras se registran en las furgonetas que funcionan con combustible, que tienen un plazo de entrega de "entre seis y ocho meses". Según explica Ignacio Viqueira, la tardanza se debe fundamentalmente a que las fábricas están más centradas en las furgonetas eléctricas para dar cumplimiento a las directivas que exigen reducir las emisiones de CO2, lo que dilata la fabricación de los modelos tradicionales.

Las furgonetas que funcionan con combustible tienen un plazo de entrega de entre seis y ocho meses"

En el caso de los vehículos convencionales la espera media es de "unos cuatro meses", aunque hay determinados modelos que están disponibles en un plazo menor, de "entre dos y tres meses". En ambos casos el precio se ha mantenido bastante estable, pero los retrasos han hecho que una parte de la clientela, sobre todo la que tiene más urgencia por comprar, opte por modelos de segunda mano que, a raíz de este fenómeno, se han revalorizado hasta un 30%.

Pese a todo, el representante de Nipocar asegura que las ventas "van muy bien". Sobre todo por el auge del coche híbrido, un tipo de vehículo que Toyota trabaja desde hace 25 años. "Estamos haciendo muy buenos números", apunta Viqueira.

Las telas y las piezas metálicas dilatan la entrega de muebles

En las mueblerías de Pontevedra aseguran que el suministro de sofás es el que acusa mayor demora. La espera media para la entrega se aproxima a los tres meses, aunque el plazo varía en función del modelo y sobre todo de la tapicería, ya que la tela es uno de las materias que se ha visto afectada por la falta de stock. Además, al cliente le toca aflojar algo más el bolsillo, puesto que el precio de los sofás y similares han experimentado un crecimiento de "entre el 15% y el 20% en el último año", advierte la trabajadora de una conocida mueblería.

La tela es una de las materias que se ha visto afectada por la falta de stock

El plazo de entrega también se ha alargado en los muebles con accesorios de metal o acero, otra de las materias primas con problemas de abastecimiento que ha hecho que este tipo de mobiliario tarde en llegar a tienda 50 días y que su valor se haya elevado hasta en un 40%. En el área de los colchones se manejan mejores tiempos, pero aún así este nicho de mercado tampoco ha quedado exento de la inflación. El mismo colchón vale un 20% más que antes de la pandemia y los canapés que antes costaban 300 euros ahora exigen un desembolso de 350.

Mes y medio para las luminarias de importación

El sector de la iluminación también sufre retrasos, sobre todo de las luminarias que se importan de países como Italia o China. Los encargos que antes se resolvían en una o dos semanas ahora tardan "más de un mes" e incluso en algunos casos puntuales la demora es mayor.

El propietario de Novaluz, Manuel Bértolo, asegura que el retardo empezó a pronunciarse a partir del pasado mes de septiembre, sobre todo debido al bloqueo y encarecimiento de los container marítimos que traen la mercancía desde China. "Un contenedor que antes costaba 2.500 euros ahora puede valer 10.000, por lo que los proveedores no lo traen hasta que esté lleno", explica a este medio de comunicación.

"Un contenedor que antes costaba 2.500 euros ahora puede valer 10.000"

Salvo casos de urgencia, "el cliente espera", pero irremediablemente la inmensa mayoría afronta una importante inflación de los precios. El catálogo de productos con el que trabaja este empresario ha sufrido "tres subidas" de precio el año pasado que han elevado las tarifas un promedio de un 20% y la previsión es que en marzo se vuelva a aplicar un incremento del 10% en parte del género.

Esto ha llevado al negocio a empezar a repercutir las subidas en el precio final, aunque siempre de forma escalonada, porque como cualquier otro empresario Bértolo sabe que "subir de repente un 20% o un 30%" es una maniobra de riesgo. Ahora solo espera "que la situación se normalice, porque si no, esto no se sustenta", concluye.

La rifa de los microchips afecta a algunos electrodomésticos

La crisis de los microchips sigue afectando a los negocios de electrodomésticos, que por este motivo perciben deficiencias en el stock de algunos aparatos eléctricos.

Juan José González, empleado de Tien 21 Urbe, señala que la falta de chips ha llevado a algunos fabricantes a priorizar su uso en electrodomésticos "con más salida" en el mercado y que, como consecuencia, se han visto afectados otros aparatos con menos demanda. Entre ellos, alude a los lavavajillas pequeños (de 45 centímetros de ancho) o a los integrables, cuyas existencias están "bajo mínimos". "Hay muy poca variedad y lo poco que hay es de precio medio-alto".

Los productos de determinadas marcas con elevada demanda, como los que comercializa la italiana Smeg, también acusan retrasos por la sobredemanda, aunque fuera de estos casos particulares González afirma que el suministro del resto de electrodomésticos se ha estabilizado. Cuestión aparte son los precios, porque la revalorización de los microchips y de materias como el acero sí siguen pasando factura. Solo en enero gran parte de los fabricantes aplicaron "una subida generalizada del 10%".

Las marcas tecnológicas priorizan últimos modelos

La carencia de productos básicos para la fabricación de aparatos electrónicos y el desajuste entre la demanda y la oferta también se percibe en algunos productos de informática y telefonía. Fabían Bello, trabajador de Landín, explica a este respecto que hay productos que son más difíciles de conseguir que en tiempos de precovid. Por ejemplo, artículos de la marca Apple de ediciones anteriores: "Prácticamente solo conseguimos aparatos de este año, porque como hay poco material para construirlos, la empresa prioriza las tablets o los móviles de última generación". Los pedidos de penúltimas ediciones de Iphone que antes se resolvían en 24 o 48 horas ahora tardan hasta un mes. Y además, aun siendo últimas ediciones, el stock es más reducido. "El año pasado por estas fechas se habrían vendido 30 o 40 unidades de Ipad, pero este año solo llegaron seis. No es que la gente no los quiera comprar, es que la empresa envía menos unidades".

En este caso, no se han producido grandes oscilaciones de precios, pero en otros artículos la escalada de precios es palpable. Por ejemplo, en las impresoras domésticas, además de llegar con menos frecuencia, han experimentado subidas de hasta el 30%, de modo que "las que antes costaban entre 40 y 50 euros, ahora se venden por 65". ¿Perspectivas de futuro? Difíciles de despejar, aunque en la opinión de los trabajadores va para largo, más aún cuando suenan tambores de guerra.

Resignación e menos beneficios
Los negocios consultados aseguran que la clientela afronta las listas de espera y la hinchazón de los precios con bastante resignación. Pero obviamente no son los únicos damnificados. Los establecimientos comerciales han tenido que adaptarse a trabajar con otros tiempos, a poner fecha de caducidad a los presupuestos y a reducir su margen de beneficios. La mayoría sí ha repercutido las subidas en el precio final, pero dicen que no pueden hacerlo a la velocidad a la que lo hacen los proveedores, lo que obliga a mordisquear los márgenes de ganancia.

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