Cristina Prado, periodista pontevedresa

"Singapur me lo he tomado como una aventura"

Tras cinco años afincada en Singapur, Cristina Prado ha promovido un intercambio artístico con Galicia. Y quiere hacer más
Cristina Prado (Pontevedra, 1980). DAVID FREIRE
photo_camera Cristina Prado (Pontevedra, 1980). DAVID FREIRE

¿Cómo termina una periodista pontevedresa en Singapur?
¿Cuánto tiempo tienes para que te lo explique? (risas) 

Resúmame la historia.
Pues mira, yo me fui de Pontevedra con 18 años a estudiar Relaciones Públicas a la Universidad Complutense. Vivía entre Madrid y Segovia. Después hice Periodismo también en Segovia. Trabajé en periódicos, en la televisión... Hasta que un problema de salud de obligó a dejarlo todo durante un año. Una vez recuperada, me fui al Reino Unido, a Glasgow, en Escocia, para aprender inglés. Empecé trabajando en una empresa de marketing digital, también de camarera, en un grupo escocés de viajes... Finalmente me contrataron en un compañía de software informático que trabajaba para Deutsche Bank. Allí desarrollamos un programa que estandarizaba las comunicaciones internas del banco. Yo me ocupé de la estrategia, que funcionó tan bien que acabó implantándose en otros bancos. En medio de todo eso conocí al que hoy es mi marido, que es médico. En un momento dado recibió una oferta del Gobierno de Singapur y me propuso mudarnos allí. No le dejé ni acabar de explicármelo. ¡Asia! ¡Vamos! Siempre me había atraído la idea de conocer la India, China... "¿Pero tú sabes dónde está Singapur?", me dijo mi marido. "Mira un mapa, anda". Efectivamente no tenía una idea muy clara ni de dónde estaba, ni de qué idioma se hablaba, ni siquiera de si era un estado. Aún así, nos fuimos.

De esto hace cinco años. ¿Ha cumplido con sus expectativas?
El 15 de febrero hará cinco años, sí. Y sí que cumplió con mis expectativas. De hecho, diría que fue mejor de lo que esperaba porque, en realidad, no esperaba nada. Aunque los cambios no le gustan a nadie, a mí me educaron para entender que los cambios forman parte de la vida. Y soy muy curiosa, me gusta descubrir cosas continuamente. Quizás por eso acabé estudiando periodismo. Así que me lo planteé como una aventura y me enfrenté a todo el traslado con mucha ilusión. Como todo es nuevo, el sentido de supervivencia se agudiza y acabas adaptándote rápidamente. Lo mejor de vivir allí es precisamente el choque cultural, que me obliga a estar aprendiendo cosas continuamente. La gente es fantástica, muy acogedora, y el país es un país puntero. Piensa que cuando Singapur se independizó de Malasia, a mediados del siglo pasado, no tenía nada. Era un pantano, una selva. Había muchos chinos viviendo allí, con muchas ganas de trabajar, pero sin recursos. Hoy tiene una renta per cápita entre las primeras del mundo.

Somos malísimos vendiéndonos. Fuera de Europa, España se reduce a Barcelona. No nos conoce nadie. Hay mucho por hacer

Y usted se ha integrado montando su empresa de comunicación.
Así es. Por vocación y por necesidad. Aunque esa empresa de comunicación soy yo misma trabajando desde mi casa. Pero he tenido mucha suerte. Cuando llegué a Singapur, mi intención era tener hijos. Pero no llegaron tan rápidamente como pensábamos y acabé subiéndome por las paredes. Me aburría muchísimo. Necesitaba hacer algo. Y como ya estaba asesorando a muchos colegas de mi marido en cuestiones de comunicación, él mismo me animó a hacerlo oficial. Y la verdad es que me ha ido bien. Tengo clientes desde en los Estados Unidos hasta en Australia. Skype es un gran aliado en este sentido.

Y a medio camino entre un proyecto personal y profesional ha organizado un intercambio artístico entre Singapur y Galicia que ha traído estos días a cuatro creadoras desde Asia a Pontevedra. Su intención es que el proyecto crezca.
Eso es. Todo esto sería la realización de un sueño. Mira, mis padres se han sacrificado mucho por mis hermanos y por mí. Yo estoy en Singapur, mi hermana en Escocia y mi hermano en Madrid. Esta situación se repite en muchísimos amigos. Porque toda mi generación ha tenido que irse de Galicia para buscar fuera un trabajo en buenas condiciones. Nos hemos tenido que exiliar para buscar un futuro. Por otro lado, en Galicia tenemos toda una serie de virtudes, una calidad de vida y de productos, que no hemos sabido vender. Te lo digo yo, que he viajado mucho. Somos malísimos dándonos a conocer. Fuera de Europa, España se reduce a Barcelona. Nadie nos conoce. Hay mucho por hacer. Lo que hemos intentado con este intercambio artístico es relacionar las oportunidades que ofrece nuestra cultura, con las del sudeste asiático. Porque, si el siglo XIX fue el siglo de Europa y el XX el de Estados Unidos, el XXI va a ser el del continente asiático. Sería muy interesante tanto para Galicia como para España estar ahí.

¿Somos tan diferentes realmente? ¿Ellos tan organizados y nosotros tan emocionales? ¿No es todo un tópico?
No, no lo es. Es una cuestión de educación. La cultura asiática se basa, no tanto en el pensamiento crítico, como en la acción y en la eficiencia. De hecho, allí las humanidades prácticamente han desaparecido del sistema educativo. Porque lo que les interesa son los ingenieros, los matemáticos... La gente que ejecuta. Aquí funcionamos al contrario, todos pensamos mucho y pocos ejecutan. Que nos manden lo llevamos regular. Lo ideal sería que nos compensásemos. Entre las dos culturas está el equilibrio. Debemos aprender mucho de Asia sobre cómo planificar, respetar reglas y trabajar juntos para avanzar. Y ellos deben aprender a cuestionar lo que hacen, a ser más críticos y a crear. Porque la mayor parte de los CEO de las empresas privadas de allí son extranjeros. Los importan.

Comentarios