Cuando la oscuridad era un paraíso

Las salas de cine de Pontevedra, como las de tantas otras ciudades, se convirtieron en un paréntesis en la vida cotidiana. Espacios en peligro de extinción que permanecerán siempre en nuestra memoria como un paraíso en el que fuimos felices y en los que aquellas imágenes forman parte de lo que somos
La plantilla del Cine Victoria celebra su décimo aniversario en 1953. ARCHIVO DP
photo_camera La plantilla del Cine Victoria celebra su décimo aniversario en 1953. ARCHIVO DP

Cuando el que fuera niño Totó, ya Salvatore director de cine, se hunde en la butaca del cine para ver aquella película que le dejara el proyeccionista Alfredo, en la que recupera muchos de los besos que la censura le había robado en su infancia, el protagonista de Cinema Paradiso se reconcilia con su pasado y visualiza, de manera emocionada, como todos los espectadores de la película de Tornatore, lo que suponía todo aquel tiempo en una sala oscura. De manera parecida los que conocimos los tres grandes cines de Pontevedra, Victoria, Malvar y Gónviz, cada vez que pasamos ante donde estaban cada uno de ellos, sentimos esa misma emoción por haber perdido una manera de ver y entender el cine muy diferente a la que se impone hoy en día. Las nuevas formas de consumo y las plataformas de televisión acabaron por dar la puntilla a las salas tradicionales, en las que el arte del cine convivía con su condición de espectáculo que convertía el asistir a una proyección en un momento especial.

Sala de Cine Victoria. ARCHIVO DP
Sala de Cine Victoria. ARCHIVO DP

Así fue desde que los Hermanos Lumiere comenzaron sus proyecciones públicas que rápidamente llegaron a todos los lugares del mundo. Pontevedra no fue diferente, al contrario, como sucedió con la llegada de la luz eléctrica, y en buena medida, por su condición de capital, con una numerosa burguesía favorable a las formas de entretenimiento y con un gran peso en la política nacional por personalidades políticas relacionadas con nuestra ciudad, el cine llega a la ciudad en 1897, fecha que se recuerda en una placa colocada en el Teatro Principal con motivo de la celebración del centenario de la llegada del cine a la ciudad. Espacios como el Teatro Principal, el Circo-Teatro en los Jardines de Vicenti o el Café Moderno, se convirtieron, a principios del siglo XX, en los primeros lugares en que los pontevedreses pudieron asomarse a las imágenes del cinematógrafo, "La maravilla del siglo", como se anunciaba en aquella primera proyección pontevedresa.

El Ideal Cinema o el Cine Estribela fueron completando en el periodo del cine mudo los espacios de proyección de cine en la ciudad, como bien nos informa en el imprescindible estudio de Carlos Aurelio López Piñeiro sobre este tema O nacemento dunha cidade. A implantación do cine en Pontevedra".

Últimos trabajadores del Cine Gónviz. RAFA FARIÑA
Últimos trabajadores del Cine Gónviz. RAFA FARIÑA

En los años treinta se abriría el Cine Coliseum, en la calle García Camba, cerrando en 1971. Ya en la década de los cuarenta, en 1943 y 1948, respectivamente, se abrirían dos de los grandes cines de Pontevedra, el Victoria, en la calle Benito Corbal, y el Malvar, en García Camba, junto al propio Coliseum. Su vida fue larga, convirtiendo sus salas en inolvidables para la vida de muchas generaciones de pontevedreses, hasta su cierre, el primero en 2002 y el segundo, en 1996. El tercer gran cine, por su tamaño y duración en el tiempo, fue el Cine Gónviz, en la Glorieta de Compostela, permaneció abierto entre 1973 y 2001.

Multicines ABC en la calle Blanco Porto. RAFA FARIÑA
Multicines ABC en la calle Blanco Porto. RAFA FARIÑA

Los últimos años de todos ellos coincidieron con la apertura en la calle Blanco Porto de los Fylcines y los Multicines ABC, que dieron paso en el año 2000 al único espacio en el que actualmente podemos disfrutar del cine en una sala de proyección de manera adecuada, con la instalación de la cadena Lauren, ahora Cinexpo.

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