El desconcierto de comer sin ver

Políticos, periodistas, asistentes sociales y empresarios degustan el menú a ciegas organizado por la Once y el Carlos Oroza ► "Es una sensación extraña, una experiencia única", coinciden los comensales, tras admitir una cierta inseguridad por la falta de visión

Mesa presidencial de la degustación a ciegas desarrollada en el CRE de la Once. GONZALO GARCÍA
photo_camera Mesa presidencial de la degustación a ciegas desarrollada en el CRE de la Once. GONZALO GARCÍA

El famoso dicho "Comes por los ojos" tiene cierta lógica más allá del reproche a la gula descontrolada. El cerebro humano va creando un registro de todos los alimentos que consumimos hasta llegar a asociarlos con los sabores a través de una simple mirada, minimizando la influencia del tacto, del olfato e incluso del gusto. De este modo, cuando algo se sale de esos patrones ya memorizados reaccionamos con un "Qué raro/mal/bien sabe esto", porque no encaja con lo que habíamos previsto.

Pero, ¿qué ocurriría si no fuésemos capaces de ver lo que nos llevamos a la boca? ¿Cómo reaccionarían nuestros sentidos?

Ese fue el objetivo de la Experiencia a ciegas que este jueves organizó el Centro de Recursos Educativos de la Once, con motivo de su 75 aniversario. En colaboración con los alumnos de la Escola de Hostelería Carlos Oroza, medio centenar de políticos, empresarios, representantes de oenegés, periodistas y asistentes sociales se sometieron a la prueba de "perder la vista" en algo tan rutinario como pasear o comer.

Guiados por los estudiantes y con los ojos tapados por un antifaz, primero dieron una vuelta por el exterior del centro y visitaron el jardín de los camelios, donde descubrieron los múltiples aromas de esta flor. "Jamás me había dado cuenta de que olían tan distinto", reconocía una de las participantes en la experiencia.

Es mucho más fácil comer a ciegas que cruzar una calle sin semáforo acústico con coches que te pueden atropellar, apuntó Abraldes

Todos admitieron la inseguridad de no ver por dónde caminaban y de sentir las irregularidades de un terreno que no podían observar. Algo tan sencillo (para los videntes) como bajar una acera se convertía en un desafío a la gravedad. "Es una sensación extrañísima", decía uno de los políticos.

Posteriormente, anfitriones e invitados compartieron mesa y mantel. José Ángel Abraldes, director del colegio de la Once, recordó que esta iniciativa "es una pequeña muestra de cómo vive una persona con discapacidad algo tan cotidiano como comer", y añadió que "es mucho más fácil comer a ciegas que cruzar una calle sin semáforo acústico y delante de coches que te pueden atropellar".

OÍDO, TACTO, SABOR... Y, de nuevo, el antifaz volvió a ser el gran protagonista. Con la vista anulada, los implicados comentaban la anómala situación. "Es increíble cómo se disparan los demás sentidos, sobre todo el oído. Escuchas sonidos y conversaciones que normalmente pasarían desapercibidos", apuntaba una de las presentes.

Pero, sin duda, la palma se la llevó el gusto. "Al no estar condicionado por la vista, los sabores se acentúan. Y aunque te anticipen lo que vas a comer, la degustación es totalmente diferente", explicaba el director, haciendo buena la expresión de que "el paladar está en el cerebro".

Manos palpando el mantel en busca de la copa fugitiva, cubiertos tanteando el plato para adivinar su contenido, estrategias para evitar manchones en la ropa... La reacción de los comensales fue de lo más variopinta, una incomodidad que contrastaba con la templanza de José Ángel Abraldes. "Desorienta no ver lo que se va a comer. Porque estáis acostumbrados a hablar mirándoos y cuando escuchas a alguien pero no le ves la cara, la gente pierde contenido, como si no entendiera todo lo que le dice, y más aún si hay ruido en el entorno", subraya.

Ocupar el tiempo a ciegas entre plato y plato también suponía una novedad. "Suelo coger el móvil, revisar mensajes... pero ahora no sé qué hacer con las manos", indicaba otro de los asistentes, tras admitir que había hecho algo de trampa levantando un poco el antifaz. "Es que ya me estaba agobiando no ver lo que me iba a llevar a la boca".

El anfitrión destacó que, con esta iniciativa, "queremos concienciar de que, a veces, lo más cotidiano no es fácil de hacer sin poder ver. Gracias a la Once, en España una persona ciega tiene muchísimas oportunidades, pero para llegar a acabar una carrera o iniciar un trabajo hace falta un esfuerzo muy grande que hay que valorar".

Un menú especial para la ocasión

Los alumnos del Carlos Oroza ofrecieron un exquisito servicio a sus invitados y prepararon un menú especial para la ocasión:

-Esfera de yogur con aroma de camelia

-Tosta de bacalao con aceite de la misma flor

-Crema de puerros y zanahoria con queso de cabra y cortezas de jamón y sésamo.

-Taco de salmón marinado sobre puré de patata.

-Salteado agridulce de verduras, ave y solomillo de cerdo.

-Semifrío de chocolate blanco y vainilla con cremoso de chocolate negro y crocante.

Ni que decir tiene que la propuesta gastronómica se saldó con el elogio general.

Previamente, el subdelegado territorial de la Once tomó la palabra para recordar que la organización tiene 72.000 afiliados en España, de los que 3.700 están en Galicia y 2.200 trabajan para la Once.