Pontevedrando... Efecto PO2

Pontevedrando... Devuélvase la luz

En las calles de Pontevedra la orientación de las luces de las farolas se dirige para iluminar al viandante
Iluminación de la praza del hospital. RAFA FARIÑA
photo_camera Iluminación de la praza del hospital. RAFA FARIÑA

Los seres humanos no tenemos faros. Puede que alcancemos dentro de millones de años una fase evolutiva en la que las personas nazcan con faros en los hombros, por ejemplo. Sería el lugar perfecto, pero por desgracia hasta la fecha Dios no ha querido, no sé por qué. Si las luciérnagas tienen bombillas no sé por qué se ha decidido que usted y yo no las tengamos.

De ahí la luz artificial, y aunque toca hablar del alumbrado público, buscar soluciones para iluminarse de noche o en sitios cerrados ha ocupado y ocupa buena parte de nuestra ambición, pues tener la posibilidad de ver de noche sólo lo hacen de forma natural los murciélagos y otros bichos, como las luciérnagas. Las personas nos vemos abocadas a buscar maneras imaginativas y siempre artificiales.

Los coches, sin embargo, sí tienen faros y luces: por todas partes y para cada ocasión: para iluminarse más cerca, más lejos o bajo la niebla, para avisar de que está frenando, para anunciar un cambio de sentido, para decir que está estropeado. Todo lo anterior ya lo sabe usted, pero qué quiere: me gustan las introducciones innecesarias, cuanto más largas mejor, porque así luego acabo en dos párrafos lo que quiero decir. Vamos al lío.

Si usted busca fotos de farolas en Google, en calles de cualquier lugar del mundo, comprobará que invariablemente, salvo la lógica excepción están orientadas de tal manera que la luz ilumine preferentemente la zona asfaltada y no las aceras. Es decir, están para alumbrar a los coches, que como sabemos están llenos de faros, mientras que quienes avanzan a pie, que somos los que no llevamos faros, nos tenemos que conformar con el resto de luz que inevitablemente llega malamente a las aceras. Eso no tiene ningún sentido, pero a veces las cosas se hacen así. Seguramente fue cosa del primer urbanista tarado que vio las luces de un coche entrando en una ciudad y dijo: "¡A ése, a ése es al que hay que darle luz!". Se hizo, los demás empezaron a copiarlo y así hasta hoy.

Es que hay cosas que a veces usted no se fija, pero si lo hace, verá que en las calles de Pontevedra la orientación de las luces de las farolas se dirige para iluminar al viandante, al revés que en todas partes. Tardamos más de un siglo en darnos cuenta, pero finalmente lo hicimos. Cualquiera dirá que es lo lógico, iluminar al pobre señor que no lleva faros, no a un automovilista al que le venden coches a los que solamente les falta una bola de discoteca setentera en el asiento del copiloto, pues conduce una máquina sobradamente dotada de luz propia.

Hay gente, más bien muy poca, también en Pontevedra, a la que le molestan estas cosas, no sé por qué. Gente que se resiste a reconocer a nuestra ciudad como una referencia internacional y se pone furiosa cuando alguien lo dice o lo escribe. De todo tiene que haber. Estos días conocimos que en todas las ciudades del Estado español se limitará la velocidad a 30 kilómetros por hora. Los tiempos en los que se reían del Gobierno pontevedrés cuando tomó esa misma medida quedan lejos, pero no tan lejos como para que olvidemos. "Ja, ja, ahora quieren que vayamos por la ciudad a 30 por hora, ja, ja, eso va a ser un fracaso porque es una tontería, ja, ja". Pues tal mala medida no sería cuando ahora es obligatoria en toda España, al menos en calles que cumplen una serie de características, como tener doble sentido, que son casi todas.

Y un buen día por ahí adelante se darán cuenta de que llevan décadas iluminando sus calles al revés y empezarán a hacer lo que Pontevedra lleva haciendo desde hace veintipico años: utilizar el alumbrado público para primar a quien camina, dejando en segundo plano al que ya va sobrado de faros. Porque sí, en eso también somos una referencia y cualquier día nos darán un premio por ello y la mayoría nos enorgulleceremos, aunque siempre habrá un nenuco que diga que vale, pero que Burgos también está muy bien, y seguro que lo está aunque no tenga ni nuestro palmarés ni nuestra calidad de referencia como ciudad totalmente remodelada para devolver los espacios públicos a los peatones, como les hemos devuelto la luz. A ver, siempre hay quien se queja y lo hace con todo su legítimo derecho. Otra cosa es que tenga o no tenga razón y en democracia, hasta donde sabemos usted y yo, es la mayoría quien decide si este modelo le gusta o no; si merece la pena perseverar y profundizar en él, y eso será labor de quien gobierne esta ciudad en el próximo cuarto de siglo, por ponernos en el ecuador, que el primer cuarto ya está cubierto.

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