Cualquier otro año, la del miércoles habría sido una jornada de peregrinaciones en Pontevedra, con el Santuario de las Apariciones como centro de culto para cientos de fieles que conmemoran así el Día de Fátima.
El del Inmaculado Corazón de María está considerado el tercer santuario mariano más importante, ubicado en la capilla de la antigua casa de la Congregación de Madres Doroteas. En ella, la novicia hermana sor Lucía, vidente de Fátima, vivió una de las apariciones de la Virgen María, justo en la segunda planta del inmueble, donde se encontraba su celda, el 10 de diciembre de 1925.
Este miércoles, sin embargo, las restricciones impuestas por la crisis sanitaria impidieron que la habitual escena de los feligreses haciendo largas colas se repitiese un año más.
En su lugar, las decenas de personas que se acercaron para rezarle a la Virgen lo hicieron guardando las distancias, espaciadas en el tiempo y a lo largo de toda la jornada. Las religiosas acogieron a cada uno de los peregrinos que quiso acercarse hasta el Santuario, que se mantuvo abierto desde primera hora de la mañana y hasta última hora de la tarde. Pero las imágenes fueron bien diferentes, sin aglomeraciones, aunque con la misma emotividad de siempre.