TRIBUNA ABIERTA

Don Eugenio Montero Ríos, 150 años

Nacido en una familia humilde, llegó a ser figura egregia y muy influyente en la política española de entonces

Vista de Os Praceres. JOSÉ RIVAS FONTÁN
photo_camera Vista de Os Praceres. JOSÉ RIVAS FONTÁN

EN EL próximo 2019 se cumplen ciento cincuenta años desde que en las elecciones generales de 1869 (Sexenio Democrático) fue elegido don Eugenio Montero Ríos diputado por Pontevedra, figura egregia y muy influyente en la política española de entonces. Nacido en el seno de una familia humilde en la que hoy es capital de Galicia.

Se incorporó a la vida política al ser elegido diputado por el Partido Progresista en las llamadas primeras cortes constituyentes de 1869 y pasa a formar parte de la comisión encargada de redactar el nuevo texto constitucional.

Este gran político y jurista fue catedrático en las universidades de Oviedo, Santiago y Central de Madrid. Ministro de Gracia y Justicia y de Fomento. Presidente del Consejo de Ministros. Presidente del Senado y del Tribunal Supremo. Miembro de la Academia de Historia y de la de Ciencias Morales y Políticas y fundador del periódico La opinión Pública y a él se le deben, además de elocuentes discursos parlamentarios, la creación del Registro Civil y de la ley del matrimonio civil, la Ley Orgánica del Poder Judicial y distintas iniciativas legislativas tendentes a la separación Iglesia/ Estado. Considero que debe ser destacado, de manera especial, un aspecto quizás poco conocido de su trayectoria como es el del gran proyecto pedagógico (la mayor aportación de España al mundo educativo), cuando junto a don Giner de los Ríos y otras personalidades comprometidas en la renovación educativa, cultual y social de este País, fue uno de los fundadores y rector de la: ILE (Institución Libre de Enseñanza). A él se debe la iniciativa (1887) de convocar (junto al de Madrid en 1882) un congreso pedagógico en Pontevedra al que fue llamado a participar todo el Magisterio español.

La diapositiva que acompaña este texto, tomada por mi desde la vieja carretera de Marín en los años sesenta, cuando aún permanecía intacta la belleza de parte de esta margen de la Ría, permite entender que don Eugenio eligiera Lourizán (entre Pontevedra y Marín) como el lugar en el que fijar en 1876 su residencia de verano.

Montero Ríos adquirió la entonces llamada Granja de la Sierra en 1876, hoy Pazo de Lourizán, próximo a la actual fábrica de Celulosas y la fue ampliando sucesivamente hasta sus 52 Ha. actuales, plantando árboles autóctonos y foráneos, construyendo jardines, fuentes, invernaderos hasta convertirlo en un paraje único con el mar , la Isla de Tambo y Combarro al frente. Allí se conserva la enorme mesa de granito (traída por mar desde Tambo) dónde, se dice, fue redactado el borrador del Tratado de París, firmado en 1898, que daba por finalizada la guerra hispano-estadounidense por la que se abandonó la demanda sobre Cuba, Filipinas, Guam y Puerto Rico. En aquella España empobrecida y humillada, él mantuvo la dignidad y el valor, entre los dirigentes de entonces, de firmarlo en París obteniendo a cambio veinte millones de dólares para las desvalidas arcas españolas. En las proximidades del palacio (punta de Placeres) adquiere propiedades y construye lo que hoy se conoce como el Colegio de Monjas de Placeres que, en un principio, fue Gran Hotel de Baños, escenario único sobre la Ría y que como Pabellón de Invitados fue alojamiento de referentes sociales y políticos de la época.

No podemos olvidar que la bella Iglesia de Placeres (Nosa Señora Virxe dos Praceres o Virgen de Quitapesares) tal como hoy la contemplamos, es su tumba y la de su esposa Avelina., tras fallecer en Madrid el 12 de mayo de 1914. Cuando en 1902, muy deteriorada la vieja Iglesia, es el Diputado pontevedrés quién, además de donar parte de los terrenos, obtiene las ayudas necesarias para su reconstrucción dándole el aspecto actual. Allí fue su entierro qué él pidió fuese humilde como lo era su origen, renunciando a importantes distinciones como el Toisón de Oro. En la Iglesia de Santa María se hizo su funeral al que acudieron miles de pontevedreses. Hoy le recuerda Pontevedra poniendo su nombre a la Avenida entre la Alameda y las Palmeras (antes Gran Vía). Vigo, Cangas y Bueu en una de sus calles y Santiago de Compostela con una estatua suya en la Plaza de Mazarelos, frente a la Facultad de Filosofía.

Los tiempos cambian y aquella Playa de Lourizán en la que yo me bañaba cuando niño, ha desaparecido como desaparecen los políticos, los unos, añorados hoy, y otros como aquel de los años 50 que con mucho poder, según lo que se cuenta, se le ocurrió decir en una jura de bandera en la Escuela Naval de Marín y mirando a Pontevedra, dijo: ¿Por qué no construir una carretera en línea recta de Marín a Pontevedra?...y la avenida se construyó. O de otros de la “época” los que decidieron rellenar el mar para construir la fábrica de ENCE, (hoy en el Ibex) con una concesión por 50 años que debería finalizar este mismo año 2018. ¿Dónde está aquel paisaje sobre el que el incomparable político posaba su mirada? ¿Cómo y cuándo vinieron otros a destrozar tanta belleza? ¿Quién llegó después a prorrogar tanto desastre por sesenta años mas? Estaremos por siempre agradecidos a quién hizo el bien por nuestra tierra y no podremos evitar que las generaciones que vengan, reprochen para siempre a quienes pudiendo hacerlo, no lo hicieron.

[José Rivas Fontán fue alcalde de Pontevedra entre los años 1979 y 1991]

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