"El peatón es el dueño de la ciudad, no el coche"

El psicopedagogo italiano Francesco Tonucci, autor de 'La ciudad de los niños', afirma que el modelo urbano de Pontevedra es exportable a otras ciudades europeas y considera que los más pequeños "se vigilan solos"
El prestigioso psicopedagogo italiano Francesco Tonucci
photo_camera El prestigioso psicopedagogo italiano Francesco Tonucci

"Estamos aquí para entender qué ha pasado con el modelo de Pontevedra, para hacer muchas preguntas y tratar de aclarar las dificultades de su puesta en marcha", dice Francesco Tonucci (Fano, Italia, 1940) en su regreso a la capital de las Rías Baixas. En esta ocasión no lo hace como conferenciante, sino como miembro de una delegación encabezada por alcaldes y ediles de seis municipios de la región italiana de Lazio: Formia, Priverno, Reiti, Subiaco, Vasanello y Fano. La comitiva fue recibida este martes por el alcalde, Miguel Anxo Fernández Lores.

Usted conoce el modelo urbano pontevedrés. ¿Qué le parece?

No solo lo conozco, sino que Pontevedra se inspiró en nuestro proyecto de Ciudad de las Niñas y de los Niños. Consideramos Pontevedra como una experiencia piloto y la vemos como un modelo. Esto no significa que Pontevedra haya solucionado todos los problemas, porque esto no ocurre en ninguna ciudad, pero ha empezado un camino muy interesante al cambiar las prioridades. ¿Cómo? Reconociendo, por ejemplo, que peatones y niños son los dueños de la ciudad. Esto no significa excluir los coches o a los adultos, sino cambiar la jerarquía. El peatón es el dueño de la ciudad, no el coche.

¿Cuesta más prescindir del coche en Italia o en España?

No creo que sea más difícil en uno u otro sitio. Depende de las decisiones políticas que se tomen al respecto. La realidad de Pontevedra no se corresponde con la de otras ciudades españolas. Sin embargo, es un ejemplo desde el punto de vista de la movilidad. Quizá el más coherente de todos.

¿Es exportable el sistema de movilidad de Pontevedra a otras ciudades europeas?

Absolutamente sí. No solo es posible, sino que es necesario. Hoy en día tenemos una necesidad y una urgencia de cambios de este tipo. Y esto no significa que haya que hacerlo igual, sino aplicar este modelo urbano y su filosofía a las características propias de cada ciudad.

Al final, quienes toman las decisiones en materia de movilidad son los políticos. Y no todos se atreven a hacerlo por miedo al electorado. ¿Qué les diría usted?

Al político le diría que los cambios son posibles, porque existen. En este sentido, Pontevedra demuestra que un alcalde que ha hecho un cambio tan radical con valor y coherencia ha sido siempre premiado por la gente. El miedo que tienen los políticos a hacer políticas en contra del coche y a favor de los peatones y a perder las elecciones es una falsedad. Mire usted lo que ha ocurrido en Pontevedra.

¿Se piensa poco en los niños a la hora de aplicar políticas de movilidad en las ciudades?

Yo siempre he pensado que hay que cambiar de prioridades: pasar del adulto al niño, del coche al peatón y de la ciudad al barrio. La política urbana se hace en los barrios. Este modelo, el de Pontevedra, se puede aplicar por barrios, incluso en grandes ciudades.

¿Se considera un lobbista?

Absolutamente, no. Yo siempre apuesto por el sentido común, algo que hemos perdido. Por eso quien propone algo con sentido común es un revolucionario. Y no es así.

Su visita a Pontevedra incluye una ruta por los Camiños Escolares, un programa que apuesta porque los niños vayan solos al colegio, como se hacía antaño...

El proyecto de La Ciudad de los Niños tiene 25 años y uno de sus objetivos era que los pequeños fuesen solos al colegio, algo que se fue perdiendo con el tiempo. En Italia, las personas, como mis hijos, que tienen 50 años, iban solos al colegio. Pero esto se perdió.

¿Deberían ir los niños solos, sin vigilantes?

Los niños se vigilan solos. Lo que pedimos es que el barrio esté atento. No hablamos de personas que vigilan a propósito. Por esto llamamos a una corresponsabilidad de los comerciantes de los barrios o pedimos a un anciano que vigile un cruce o un punto concreto, pero no acompañar a los niños.

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