Está a punto la plaza que el Gobierno de Pontevedra inaugurará frente al Hospital Provincial. Yo estuve ahí hace unas semanas dirigiendo las obras. Me junté con cuatro jubilados y entre los cinco estuvimos diciéndoles a los trabajadores cómo se construye una plaza. Que si esa masa lleva poca agua, que si la máquina de picar asfalto empezó por la esquina menos idónea, que así no vamos a ningún lado y cosas de ésas, de ingenieros. A la espera de que se instale el mobiliario urbano y unos árboles, la dejamos a punto. Menos mal que andábamos por ahí.
Si desde ahí se va usted todo recto hacia el centro, se encontrará con el gran cruce de Pontevedra, la madre de todos los cruces urbanos, entre la propia Benito Corbal, Daniel de la Sota y Cobián Roffignac. Siempre me impresionó ese apellido, Roffignac que nos da un aire tan cosmopolita. Bien, las distintas intervenciones de ese cruce y el resultado final, que es el que veíamos hasta hace unos días, no ha sido la mejor obra que hemos hecho, desde luego. Algo había que hacer con eso. Esa pintura roja de garaje desentona incluso en un garaje. Dicen que el mejor escribano hace un borrón. Yo siempre he creído que esa afirmación es rematadamente falsa: el mejor escribano no hace un borrón, pero los escribanos que sí hacían algún borrón de vez en cuando nos han convencido de lo contrario, y más ahora que no existen los escribanos.
Bien, la corrección de ese borrón es otra de las intervenciones que están en curso. Se aprovecha para renovar de paso esa ciudad subterránea llena de tubos y cables que todos tenemos ahí escondidas. La pintura del garaje, según se ha dispuesto, se colocó en el salón de la casa de Bará, que en cuanto inauguró ese cruce se dejó barba y se fue a hacer política de país a Compostela, y lo hace bastante bien, a mi juicio. Es diputado experto y veterano, que no son la misma cosa, y un gran orador.
Pues una vez renovado el subsuelo, se le dará un acabado mucho más noble que el que tenía y por fin y en adelante tendremos ahí el cruce más cruce de todos los cruces de crucilandia, que es el país donde viven los cruces en paz y armonía y los leones pacen junto a los corderos.
La tercera obra, que lleva un ritmo más lento por razones obvias es la remodelación de la Praza de Barcelos. Llevará algún tiempo más, no mucho, porque está en fase de completar los asuntos administrativos, cosa que está a punto de suceder si es que no ha ocurrido ya. Ésa ya es obra de mayor calado. Barcelos ha sido un espacio que ha sufrido numerosas intervenciones en los últimos 40 años, siempre para mejor. Antes, al principio de todo era un inmenso aparcamiento arbolado y poco a poco ha ido transformándose en un espacio lúdico. En esta ocasión la obra se hace con vocación de larga permanencia.
Una vez terminadas esas tres obras, que van una detrás de la otra dotará de mucho mayor sentido, funcional y estético al gran triángulo vital de la zona centro, que además sirve de nexo de unión entre la Pontevedra monumental y la otra. El Hospital, Barcelos y el cruce de Benito Corbal no pueden vivir uno sin las otras, por lo que es de celebrar que las tres reformas se hagan de manera consecutiva, para que en cosa de pocos meses veremos cada vértice de ese triángulo desde una perspectiva mucho más amplia porque se logrará una reforma integral de tres espacios que están muy juntos y que generan una gran interacción entre sí.
Se conseguirá poner tres guindas a una tarta que ya está hecha. Y no descartemos que si el convento de Santa Clara finalmente acaba en manos del Concello, cosa que debería suceder, eso ya sería lo más, pues tanto desde Cobián Roffignac como desde Barcelos, que lindan con Benito Corbal tendremos un paseo hermoso que acaba justo delante del edificio noble del Museo, con el convento junto a Barcelos. Será maravilloso, juro.
A mí lo que más me gusta de esto es que se está tratando así como un espacio conjunto formado por tres lugares que nunca se habían apreciado lo suficiente porque siempre las habíamos visto como tres espacios independientes y sin relación entre sí, y eso está cambiando de forma definitiva, así que lo celebramos, mi señora y yo, con inmensa alegría.
