«En este oficio hay que ensuciarse»

El periodista pontevedrés Manuel Jabois cuenta en su nuevo libro la historia de Baby, el único menor condenado por el 11-M.
Manuel Jabois paseando por Pontevedra.
photo_camera Manuel Jabois paseando por Pontevedra.

La primera vez le dijo que no. Gabriel Montoya, el primer condenado por los atentados del 11-M, el único menor implicado en aquel suceso, no quería hablar con los periodistas. Manuel Jabois (Sanxenxo, 1978) lo cuenta sentado en la Praza de Méndez Núñez bebiendo agua y mordisqueando unas aceitunas [esta entrevista se realizó el pasado fin de semana durante una visita del escritor y periodista a Pontevedra]. «Seguí intentándolo». Hasta que, finalmente, el chico le dijo que de acuerdo, que le contaría su historia. Hoy sale a la venta ‘Nos vemos en esta vida o en la otra’ (Planeta).

Dice su editorial que tardó un año y medio en convencer a Gabriel Montoya para que le dejase contar su historia.

Esta historia me la encarga el diario El Mundo. Lo cuento en el prólogo del libro: un compañero me propone entrevistar al único menor implicado en el 11-M porque acaba de salir del correccional y nadie ha hablado nunca con él. Pero no funciona: él no quiere hablar con ningún periodista. Nos dimos los teléfonos y yo seguí insistiendo. Cuando finalmente me llama y me dice que sí, que quiere contar su historia, yo ya estoy en El País. Empiezo entonces a barajar la idea de publicar este libro.

"Esta historia no tiene ningún mensaje, ninguna moraleja. No hay nada que yo como autor pueda concluir"

Un libro sobre Baby.

Lo ves en cualquier parte. Esta historia no tiene ningún mensaje, ninguna moraleja. No hay nada que yo como autor pueda concluir. Sí como lector. Porque cada lector sacará sus propias conclusiones, si le parece oportuno. Lo que hay aquí es la historia de un chaval cualquiera, de cualquier ciudad de España, en una edad muy peligrosa y con unas compañías aún más peligrosas, que pasa de abandonar los estudios, de andar haciendo el ‘malote’ y fumando porros a, en tres meses, estar trasladando dinamita para matar a 200 personas. Sin saberlo. Pero eso da igual. En el libro se lo planteo, si lo haría sabiendo lo que va a pasar después, y en un ejercicio de sinceridad brutal contesta que probablemente sí. Lo que me interesaba a la hora de hacer el libro era eso: cómo un chico cualquiera, por una serie de circunstancias, acaba metido dentro del atentado más grande de la historia de Europa.

¿El muchacho no se ha arrepentido?

Él utiliza esta frase exactamente: «No me arrepiento de lo que hice, pero sí de lo que pasó». Como te digo, es alguien absolutamente sincero que te reconoce que hoy no participaría en todo aquello sabiendo lo que sabe, viviendo lo que ha vivido, pero que, si volviese atrás y estuviese en las mismas circunstancias, probablemente volvería a hacerlo. Yo, como autor, agradecí mucho ese ejercicio de sinceridad alejado de lo políticamente correcto.

«Una de las características del mal es dejar de ser una tentación», dice usted. ¿El mal es una tentación también para el periodista?

Para el periodista, la única tentación es contar una historia que no está contada. Lo que antes se llamaba una exclusiva, recoger el testimonio de una persona que no ha hablado más que ante el juez de su participación en un atentado como el del 11-M y que, además, tenía 15 años, que estaba a medio hacer.

"Para el periodista, la única tentación es contar una historia que no está contada, lo que antes se llamaba una exclusiva"

Planeta dice que esta es una historia «narrada con frialdad» y en la que «no hay porqués». En definitiva, en este libro ha hecho un ejercicio de periodismo.

Es lo que he intentado. Desde el primer momento. Sé que hay lectores, porque me los he encontrado en los periódicos, que en circunstancias parecidas te acusan de blanquear personajes, de ponerte del lado del criminal, etc. Lo sé. Porque hay lectores para los que recogiendo la vida de un chico que ayudó a matar a 200 personas, aunque sea involuntariamente, tienes que ponerle siempre delante del nombre «el asesino», «el colaborador en el atentado», etc. Efectivamente yo no lo hago. Lo que yo hago es una narración de hechos basada en un testimonio y en una sentencia. Con todo eso trato de construir un relato lo más veraz posible.

Pero es verdad que hay autores que reconocen el peso de la responsabilidad a la hora de glosar la vida y obra de criminales. Lo decía Nacho Carretero promocionando ‘Fariña’, le preocupaba que el libro se convirtiese en un homenaje: «Eu tratei de ter moito ollo con isto da idolatría, do romanticismo, poñer aos narcos no seu sitio», decía.

Hombre, claro. Precisamente por eso el ejercicio periodístico, la frialdad, la austeridad estilística. Es imposible que alguien lea este libro y reconozca ‘un homenaje’. Aunque finalmente uno manda sobre lo que escribe, no sobre lo que la gente lee. Entiendo lo que dice Nacho, enfrentarte como autor a algunos pasajes y leerlos pensando en las víctimas. Es inevitable. La respuesta vuelve a estar en ceñirte al ejercicio periodístico. Yo no soy un polemista y tampoco quería hacer un acercamiento capotiano al criminal, jugar a la ambigüedad. No era eso. Vuelvo a la idea inicial: simplemente quería contar una historia que no estaba contada.

¿Esa idea, la de contar una historia que no estaba contanda, podría contribuir a eso que se dice de exorcizar el 11-M, de ayudar a superarlo colectivamente?

No creo que pueda ayudar en nada a eso, la verdad. Si has perdido a alguien a quien querías, no te valdrá de nada.

"Al escribir este libro hice caso a un consejo de Juan Tallón: ‘Haz algo que nadie espere’. Aquí ni estoy yo, ni mis adjetivos"

Se abandona a sí mismo por primera vez como referencia en uno de sus libros.

No deliberadamente. Quizás me retome, no creas. Pero ahora mismo no me apetece. En realidad, hice caso de un consejo que me dio Juan Tallón: «Haz algo que nadie espere». Nada de primera persona, nada de humor. Ni estoy yo, ni están mis adjetivos, ni mis giros, ni mis subordinadas. Y aunque alguien diría que por esas cosas se me suele reconocer, yo pienso que también se me reconoce en el reportero. Y es éste.

El reportero apegado a la crónica negra.

Que incluso hay a quien espanta. ¿Pero tú que haces ahí, contando eso? Es lo que te digo: ese también soy yo. A mí me gusta meterme en los charcos y mancharme.

¿Porque este es un oficio sucio?

Joder, es un oficio en el que hay que ensuciarse, claro. Es un oficio muy poquito higiénico. Pero yo a una buena historia nunca le voy a decir que no.

¿Ha dejado totalmente de lado la ficción?

Le he cogido el gusto a decir que lo seguiré intentando.

¿Le gustaría que el libro se llevase al cine? ¿La ve una historia cinematográfica?

A mí me lo parece. Pero sería una historia a tratar con muchísimo cuidado. No me gustaría que lo que no aparece en el libro sí que saliese en la pantalla, que llegue alguien con una gran tesis sobre esta historia y la exponga. Me refiero a que este libro es casi un ejercicio de nihilismo, no me gustaría que se llenase de contenido político, ideológico o como quieras llamarlo. El estilo directo, claro y transparente que he procurado, me gustaría que se mantuviese y eso es complicado. Cada vez me hacen más gracia esas comparaciones que me hacen con Umbral o qué sé yo. A veces creo que es gente que no me ha leído en la puta vida. Si puedo decir que «el cielo es azul» jamás me verás diciendo que «el cielo es una lámina de belleza del color de...». Y por eso abomino de ‘La estación violenta’.

"La prensa, en general, está muy condicionada empresarialmente. Y ahora mismo somos débiles y muy dependientes"

Su primera novela, una historia de ficción que está a punto de llevarse al cine.

Sí. Estoy muy contento con eso porque están amigos en el proyecto: Daniel Froiz, Xacobe Casas, Ángel Santos... Y por ellos sé que poco va a tener que ver con la novela, afortunadamente. Ojalá les salga todo muy bien.

Lo que sucedió hace unos días entre Pablo Iglesias y el periodista de El Mundo Álvaro Carvajal ha servido para que se publiquen un montón de artículos en los que se reflexiona sobre la relación entre la prensa y el poder y el papel del periodismo en democracia.

Ya ves, no es viejísimo todo eso ni nada.

Fernando Varela escribió en Infolibre: «Trabajamos para contar la verdad o buscamos las noticias que nos piden nuestros jefes». Usted ha trabajado en los dos periódicos más importantes de España. ¿Lo ve igual?

Pero yo no he trabajado en ninguno de los dos como redactor de calle. No tengo la experiencia suficiente para opinar sobre el asunto con conocimiento de causa. Lo que te puedo decir es que nunca he llegado con una buena historia o con una exclusiva a ningún periódico y me han dicho que no puedo publicarla. Si lo que me preguntas es si creo que eso puede pasar, te diré que sí, que es probable que pueda pasar. La prensa, en general, está muy condicionada empresarialmente. Se ha dicho mil veces: cuanto más débiles seamos, menos credibilidad tendremos, y ahora mismo somos muy débiles, muy dependientes. Los medios están sometidos a accionistas, a propietarios, a anunciantes, a un montón de agentes externos que nada tienen que ver con el periodismo, pero que garantizan una sostenibilidad económica. Aún así, verdades se siguen publicando y casos de corrupción se siguen destapando.

Otro artículo a raíz del mismo tema, el de Íñigo Sáenz de Ugarte, en eldiario.es, acusaba al director de El País de decir «en público a sus redactores que confía en que Ciudadanos entre en el Gobierno y juegue un papel fundamental en la política española, y no sólo eso, sino que espera que el periódico contribuya a eso». No es lo que se espera de un periódico que se consideró durante mucho tiempo una referencia.

No me consta nada de eso y como comprenderás no lo voy a comentar porque lo escriba un columnista de la competencia sin citar ninguna fuente.

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