"No es lógico que un joven de 21 años esté aparcado en casa por tener discapacidad"

La familia de Javier García, un pontevedrés con espectro autista, denuncia que el joven lleva en casa más de un año por la imposibilidad de acceder a centros terapéuticos ▶ Su prioridad es la residencia de la asociación Juan XXIII, pero meses después de finalizar las obras, sigue cerrado
Carlos, Javier y María del Carmen (de izquierda a derecha), en Pontevedra. JAVIER CERVERA-MERCADILLO
photo_camera Carlos, Javier y María del Carmen (de izquierda a derecha), en Pontevedra. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

Javier García, un pontevedrés de 21 años con espectro autista, lleva casi un año intentando descifrar por qué se ha roto su rutina. El joven tuvo que abandonar el Centro de Educación Especial Príncipe Felipe en junio del año pasado por llegar al tope de edad permitido para asistir a este tipo de instalaciones y desde entonces su familia ha buscado sin éxito una plaza en otras instalaciones, tanto públicas como privadas. Los centros que mejor encajan en las necesidades del joven "no tienen vacantes disponibles", otros "se disparan de presupuesto" y unos cuantos obligarían a Javier, con una discapacidad intelectual del 88%, a desplazarse a otra ciudad.

Su padre, Carlos García (natural de Pontevedra y de 55 años de edad) asegura que actualmente su primogénito es uno de los candidatos con mayor puntuación para ocupar una de las plazas de atención diurna de la residencia construida en la ciudad por la asociación Juan XXIII. Las obras ya concluyeron hace meses pero, según advierte, el centro "sigue pendiente de que la Xunta tramite el concierto social" para financiar las plazas, de modo que ni Javier ni muchos otros aspirantes pueden ingresar todavía en esta residencia, la primera del municipio que está orientada a personas con discapacidad.

Las dificultades para acceder a un dispositivo asistencial han abocado a la familia a asumir el cuidado de Javier de forma íntegra, las 24 horas del día, de lunes a domingo. Y aunque cualquiera puede adivinar el desgaste físico y emocional que puede suponer para el núcleo familiar, su padre insiste (varias veces) en que lo más difícil de digerir es "cómo se siente" su hijo, "porque tenía una vida de lo más normal para él y de repente se encuentra con que tiene que estar en casa. Le cuesta expresarse, pero nos hace saber que no le gusta ni lo entiende".

Carlos explica que una persona con espectro autista como Javier "necesita certezas todos los días del año, desde que se levanta hasta que se acuesta", pero que desgraciadamente, hoy por hoy, nadie puede decirle qué va a pasar en los próximos meses. "Es una doble angustia -asegura-; por un lado, por su propia su reacción y por otro, por nuestra impotencia, porque nadie nos dice cuándo va a cambiar esto. Todo son buenas palabras y nada más", denuncia.

Desigualdad

La madre del joven, María del Carmen Montojo, ha intentado capear las circunstancias creando su propia rutina y explicándosela detenidamente a su primogénito desde las "siete horas y trece minutos" de la mañana, el momento exacto en el que Javier dice "buenos días" y en el que comienza a hacer preguntas sobre los planes de cada jornada.

Mari Carmen, que dejó hace muchos años su trabajo para dedicarle el máximo tiempo posible a su hijo, cuenta con el apoyo de su otra hija, Marta García. La joven tiene 26 años y, según su padre, es una "bendición" que vela por el bienestar de su hermano y le presta un amor incondicional.

Carlos también arrima el hombro todo lo que puede, pero asevera que "la sensación" que reina en casa es que "estamos fallando como familia", sobre todo por el hecho de no haber logrado (por el momento) "que nuestro hijo pueda tener una oportunidad para seguir formando parte de la sociedad".

Además, la rabia irrumpe en no pocos momentos, porque esta familia también tiene la impresión de que la sociedad "está fallando a chicos y chicas como nuestro hijo y que la palabra igualdad no se cumple con estas personas". "Esperamos que algún día la sociedad se dé cuenta de que las personas con discapacidad forman parte de ella y que no pueden ser tratadas como personas de segunda categoría. No es lógico que un joven esté aparcado en su casa con 21 años por tener autismo o cualquier discapacidad. Una sociedad moderna tiene que estar a la altura", demanda Carlos.

Travesía

Javier empezó cursando Primaria en Campolongo y a los once años ingresó en Príncipe Felipe, donde estuvo hasta el año pasado. En diciembre de 2021, sabiendo que el siguiente sería el último curso, la familia comenzó a buscar otras alternativas para que su hijo pudiese seguir teniendo contacto con otros jóvenes con discapacidad intelectual. Sin embargo, no encontraron "plazas en ningún sitio", de modo que decidieron apuntar a Javier en la lista de espera del Programa de Asignación de Recursos (PAR) de centros residenciales de atención diurna en la zona de Pontevedra y "esperar a que saliese una plaza vacante".

La familia considera que otra alternativa (ya demandada por varios colectivos) es que los centros de educación especial como el de Príncipe Felipe aumentasen la edad de admisión, pero es una opción que por ahora no se contempla".

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