CAMINO A LA NORMALIDAD

Escándalos para nada

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photo_camera Irene Montero, ministra de Igualdad. J.J. GUILLÉN (EFE)

Cuando yo empezaba en esto oí hablar de lo que significaba un "off de record". Tenía un tío periodista que me explicó que había que callarse aquello que una fuente te cuenta de manera confidencial. Había y hay otros que piensan que todo aquello que tiene interés informativo es publicable. Por lo general, se quedan sin fuentes y acaban publicando bulos o de corresponsales en Indonesia.

Mucho se ha hablado estos últimos días de las conveniencias de respetar o no un off the record y de los códigos deontológicos del periodismo a raíz de esas declaraciones de Irene Montero hablando de las manifestaciones del 8-M. Tampoco es que diga nada especialmente grave ni tan perjudicial. Más o menos que había bajado la participación con respecto a años anteriores porque las noticias que llegaban de otros países podrían haber desanimado a muchas manifestantes.

Hay algo que nadie parece tener en cuenta. Las imágenes que se emitieron no son un off de record exactamente. Un off de record famoso, y tardó muchos años en emitirse, fue el de Adolfo Suárez tapándose el micro y reconociendo a Victoria Prego que en su día no se había hecho un referéndum sobre monarquía o democracia porque hacían encuestas y las perdían. Estaban en un estudio, sentados en un plató con cámaras grabando y el sonido activado.

En este caso son imágenes robadas, grabadas sin conocimiento de Irene Montero, que se quedó sin oportunidad por tanto de pedir un off de record. Y fueron filtradas, al parecer, de una televisión pública a otra y de ésta al ABC. Una jugada muy tramposa.

Pero en fin, tampoco es tan grave si tenemos en cuenta que en España todo se filtra, desde actuaciones o testimonios de sumarios que están bajo secreto hasta las conversaciones de Villarejo con media España. Mientras se difundían las imágenes de Irene Montero, se filtraba también un documento de la Guardia Civil que metía en un lío a Marlaska. Aquí todo se filtra: las imágenes de Cristina Cifuentes robando unas cremas, los papeles de Bárcenas y lo que haga falta, o sea que esto de Irene Montero es una minucia.

Aquí en Pontevedra cuando alguien te dice "te voy a contar una cosa pero no la publiques", suele ser un cotilleo sin importancia sobre un rival, y más bien te lo cuentan para que sí lo publiques, o sea que tampoco tenemos esos problemas. En la política local hay navajazos pero no son mucho de grandes escándalos. Creo que el mayor escándalo que se ha dado en Pontevedra fue el de la cocina del alcalde Rivas Fontán, que el hombre vivió un calvario para demostrar que se la había pagado él, hasta el último céntimo.

En España es diferente y más en estos tiempos en los que todo vale. En Madrid la política se juega a vida o muerte y cada poco hay alguien a punto de morir asesinado o por suicidio. Allí no se respeta nada ni a nadie. Si no fuera porque lo que ocurre allí nos afecta a todos y todas, sería para seguirla como una serie de Netflix. No hay día en que no se pida una dimisión, o varias, cuando no se acusa de genocida directamente el presidente del Gobierno o a la presidenta de la Comunidad. O al pobre Fernando Simón, que el hombre trabaja día y noche para salvar vidas, sin meterse con nadie, y luego tiene que ver cómo en las redes sociales le llaman asesino.

También es verdad que aunque el ruido sea ensordecedor no suele ocurrir nada. Ahí está la fortuna de Juan Carlos en Suiza, de la que también supimos por filtraciones, o la de Pujol en Andorra, de la que nunca más tuvimos noticias. España es el país de los escándalos inconsecuentes. Cuando por fin cae alguien suele ser un peón que pasaba por ahí, que otra cosa no tendremos, pero cabezas de turcos las hay por todas las cárceles. De la financiación ilegal del PP o de los ERE andaluces sólo han entrado los testaferros que ocupaban posiciones de cierta relevancia bajo la cúspide de la pirámide, pro jamás los auténticos responsables. Todavía hoy nos preguntamos quién es el Señor X de los Gal o el misterioso M. R. que cobraba sobresueldos en el PP. O sea que las filtraciones o la falta de respeto a los off de record aquí dan igual. Nos escandalizamos para nada y eso es una terrible pérdida de tiempo.

Siempre estamos con la misma cantinela: "Si esto pasara en Noruega o en Dinamarca ya estaríamos viendo una cascada de dimisiones". Lo mismo dirán los noruegos o los daneses de nosotros pero al revés: "Si esto pasara en España no ocurriría nada, a no ser que afectara a un político catalán o a un chaval de Altsasu", porque como toda norma general, ésta tiene sus excepciones, que nunca llegan a Madrid aunque salgan de ahí. Luego nos preguntamos por qué España es un país de pandereta. Pues por eso mismo, porque lo es.

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