El monte gallego es sometido durante el verano a una vigilancia constante las 24 horas del día. Desde el año 2007 (tras la devastadora oleada de incendios de 2006), la Xunta de Galicia y el Ministerio de Defensa suscribieron un acuerdo para que la Brilat colaborase en la siempre complicada tarea de prevenir los incendios forestales, especialmente en aquellas zonas donde los "ojos" autonómicos no llegan.
Aunque esa vigilancia extrema por parte de funcionarios y militares no impide que se sigan produciendo fuegos intencionados, su más que notable presencia, con patrullas constantes por tierra y por aire (gracias al avión no tripulado Raven), sí disuade a potenciales pirómanos, conscientes de que su delito será detectado.
Antonio Jiménez
Teniente, jefe de área
"Permanentemente tenemos dos patrillas peinando cada zona asignada y, en algunos momentos, llegamos tres"
Sin embargo, el control absoluto es imposible y siempre hay algún desalmado que se ampara en la frondosidad de los bosques para llevar a cabo acciones criminales como las que ayer azotaron buena parte de Galicia.
Los integrantes de la Operación Centinela son conscientes de ese riesgo. Y lejos de desanimarles, constituye un aliciente, un estímulo para acentuar su labor observadora. Gracias a ella, desde la puesta en marcha del operativo (el pasado 15 de agosto), se han realizado avistamientos de focos que, de no haber intervenido rápidamente, se habrían convertido en incendios forestales.
Un centenar de militares de la Brilat y del Tercio Norte de Infantería de Marina de la Armada -con base en Ferrol- participan en este despliegue, que abarca siete de los 18 distritos forestales en los que se divide la geografía gallega, todos repartidos por el litoral atlántico y la frontera con Portugal, así como el interior de la provincia de Pontevedra.
"La operación, que está bajo el mando del general Antonio Romero, llega hasta 33 municipios gallegos, distribuidos por zonas", explica el teniente Antonio Jiménez, jefe de una de esas áreas, desde lo alto de una loma de Covelo. "Tengo responsabilidad sobre una superficie de más de 1.300 metros cuadrados, correspondientes a varios concellos del sur de la provincia de Pontevedra y también de Ourense", agrega.
Juan Ignacio Olivares
Teniente, oficial de enlace
"La misión principal es la disuasión a través de nuestra presencia en los montes. La clave es que te vean y sepan que estás ahí"
LA RUTINA. El día a día de los integrantes de la Centinela son 24 horas, que es el tiempo de presencia en la zona donde están desplegados. Poniendo horarios, una patrulla comienza el turno a las 8 de la mañana y continúa hasta las diez de la noche. Hay dos que están constantemente vigilando: permanecen unos 20 minutos en los puntos de observación (casi siempre lugares elevados que ofrecen una amplia perspectiva del terreno), recorren la zona dejándose ver (lo que contribuye a esa labor de disuasión que se pretende), acuden a lugares que puedan despertar alguna duda...
Por la noche, otras dos patrullas realizan la misma labor. Y una tercera pareja refuerza a ambas en el arco horario de mayor incidencia de incendios. "Esto no es fijo siempre, porque nos vamos adaptando a la situación sobre la marcha y si hay cualquier alerta", matiza el jefe de zona.
El oficial de enlace, teniente Juan Ignacio Olivares, apunta que "la clave es que te vean, que nuestra presencia disuada cualquier mala intención".
En caso de detectar alguna incidencia, el protocolo establece que la patrulla da aviso al mando de zona, quien a su vez lo traslada al cuartel general. Paralelamente, se notifica a los servicios de extinción de la Xunta "porque nosotros no tenemos responsabilidad de extinción. Pero si vemos que en un determinado momento hay riesgo para las personas, intervendríamos con los recursos de los que dispusiéramos, como haría cualquier ciudadano". La Centinela se prolongará, a priori, hasta el próximo día 30.
