Cuna de titulares singulares, de imágenes inéditas y de periodismo local forjado a la antigua usanza, artesanía pura en forma de linotipias, máquinas de escribir, encolado de textos, revelado a base de químicos, planchas de plomo... Así era el número 5 de la antigua calle de Secundino Esperón (después Vázquez Lescaille y ahora Rúa do Rouco), donde en 1963 se reinventó el Diario de Pontevedra.
Sus vetustas paredes, salpicadas de jirones de papel pintado y alguna que otra grieta, contrastaban con la rabiosa actualidad que respiraban sus pasillos con el fragor de los teletipos.
En aquella primera etapa, las noticias no llegaban por Twitter ni por e-mail, las entrevistas no se hacían por WhatsApp y la documentación no se buscaba en Google ni en la Wikipedia. Los ordenadores tenían pantallas de fósforo verde y necesitaban diskettes de 5 1/4 para arrancar.

Casi 30 años tardarían en llegar los primeros Macintosh, que marcaron la primera revolución tecnológica en el Diario. Pero mientras tanto, aquellos orfebres de la información compensaban sus limitados recursos con enormes dosis de imaginación y esfuerzo para mantenerse fieles a su cita diaria con los lectores.
En el primer piso del número 5 de Secundino Esperón, la creatividad, el instinto, la chispa, la agudeza... En el bajo, la sala de máquinas, el pulmón, los motores que cada madrugada daban forma a un tabloide tamaño sábana que acabó convertido en una parte ineludible de la historia de la ciudad.

Un edificio, aquel, que en abril de 2001 se quedó huérfano, tras la mudanza de la cabecera a la calle Lepanto, y pasó a ser carnaza del mercado inmobiliario. En 2002 alojó a Correos un año, en 2004 a Caixanova dos años... pero siempre acababa desierto, castigado por su antigüedad y sus achaques.
El fin de sus días aparece ahora vinculado a la piqueta. Una promotora solicitó hace días autorización para derribarlo y construir un nuevo edificio. Y el Concello acaba de darle el visto bueno. La demolición es cuestión de días y con las piedras se irá también una parte de los corazones de muchos nostálgicos, de aquí y de allá.