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Fina Casalderrey sigue soñando

Fina Casalderrey, sentada nas escaleiras da súa casa en Lérez, coa súa novela ao lado. GONZALO GARCÍA
photo_camera Fina Casalderrey. GONZALO GARCÍA

Su mayor logro está por llegar, aunque viendo su trayectoria me atrevo a adelantar que ya es la digna merecedora de tan ilustre galardón, pues además de ser nuestra escritora infantil más famosa, es también la candidata al Premio Hans Christian Andersen del 2024. Un reconocimiento internacional conocido como el Nobel de Literatura Infantil que concede el IBBY (Organización Internacional para el Libro Juvenil) que desde el año 1956 cuenta con el patrocinio de la reina Margarita II de Dinamarca. Y sería la primera mujer española en conseguir este reconocimiento, ya que únicamente lo ha recibido el escritor José María Sánchez Silva. La Organización Española para el Libro Infantil y Juvenil, con el apoyo del Ministerio de Cultura y Deportes de la Xunta de Galicia, han presentado esta candidatura. Y a eso se le llama tener unos buenos padrinos...

Nacida en el lugar de Pilarteiros, en San Andrés de Xeve (Pontevedra) en la actualidad vive en la parroquia de Lérez.

Su compromiso con el gallego, la lengua de sus padres, es incondicional. Habla, escribe y sueña en gallego, aunque reconoce con tristeza que tuvo que prescindir de él durante su paso por la escuela pública de Porta do Sol de Lérez y en el Instituto de Pontevedra (hoy llamado IES Valle-Inclán) por imposición de las circunstancias que le tocó vivir.

Estudió Magisterio y su primer destino como profesora fue una sustitución en Pontecesures, con tan sólo 19 años. Allí fue en donde empezó a adaptar cuentos populares al teatro para ser representados por sus alumnos. Y nunca dejaría de hacerlo.

Después vinieron años de incontables destinos (Catoira, Cambados, Covelo, A Lama, Bora, Mosteiro, Meis…) hasta que pudo dedicar 25 años de su vida como docente en el centro Grupo Escolar, de Santa Lucía de Moraña. Finalmente, su jubilación se formalizó en el IES Illa de Tambo de Marín, centro en el que trabajó durante diez años.

Fina confiesa, que cada niño, cada niña y cada escuela fue dejando un poso en su memoria, y que espera que también algo bueno de ella quedase en todos ellos. Seguro que así es, pues se ha dejado la piel en cada clase, en cada centro y con cada alumno.

Sus obras van más allá de lo exigido, pues con ellas ha intentado cambiar la propia escuela, acercándola más a la realidad. Sus armas secretas para la docencia han sido las palabras, la imaginación y el arraigo que consiguió descubrir en cada uno de sus alumnos, acercándolos a sus orígenes y convirtiéndolos en los verdaderos protagonistas de sus historias.

Involucrada con esta realidad que nos rodea, los trabajos que les pedía se relacionaban directamente con la investigación del entorno popular. Así, les animó a realizar sus tareas, siempre en gallego, observando los hórreos de sus pueblos, los aperos de labranza de sus vecinos, las costumbres de sus familiares, la astrología del lugar, la medicina, los refranes o leyendas de sus parroquias y los juegos populares de sus aldeas.

Y esta sensibilidad por lo que nos rodea, por las costumbres, la historia y la tradición, así como su incansable determinación por saber lo que somos o de donde venimos, es lo que mueve el mundo de Fina. Sus cuentos, sus relatos y sus novelas dan fe de ello. Su imaginación, su fantasía y sus personajes, conforman su mundo lleno de vida.

Su implicación con la educación, con las costumbres y con las palabras, nos muestra que sueña en vida.

La comparo con otra grande, recientemente premiada con el Nobel de Literatura en 2022, la escritora francesa y profesora de letras modernas Annie Ernaux, pues acabo de leer su novela Pura pasión y todavía tengo el alma encogida.

El desgarrador costumbrismo que describe entre sus páginas me recuerda que son pocas las escritoras que narran con esa aplastante crudeza ciertas situaciones cotidianas.

Y esta misma realidad, aunque sea a través de los cuentos, Fina la desmenuza como lo haría su madre, costurera de profesión, que cosía cada puntada con la precisión de un cirujano.

Anny reivindica la dimensión política de la intimidad (escribiendo en primera persona sobre la vida de su madre y del Alzheimer que padeció, el ascenso social de sus padres, su adolescencia, su aborto, su cáncer de mama…) mientras que Fina, a través del arraigo, las costumbres, los recuerdos de lo cotidiano y el respeto por lo auténtico, nos descubre su mundo de fantasía.

Fina lleva más de treinta años recibiendo premios y todo tipo de reconocimientos. El primero lo recibió en el año 91, el Premio Merlín de Literatura por su obra Dúas Bágoas por Máquina.

En el 96 recibe el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por O misterio dos fillos de Lúa. Forma parte de la Real Academia Gallega como miembro numerario desde el 2013. A su discurso de ingreso lo tituló Viaxe a semente. Desde os refachos do corazón ata onde habita o imaxinario. Y esta confesión desnuda de lo que habita en el corazón de Fina, muestra el origen de todo, la simiente de esa cultura gallega que tanto la ha inspirado.

También ha participado en el informe de la UNESCO. La educación encierra un tesoro, título que podría resumir toda su carrera.

Medalla Castelao de la Xunta de Galicia, articulista y conferenciante, arrastra un sin fin de reconocimientos que demuestran la trayectoria de esta incansable amante de Galicia, del gallego y de las letras. Y es que los sueños a veces se cumplen. Fina nos lo ha demostrado gracias a su trabajo e implicación. El reconocimiento de todos ya lo tiene. De tantos que la quieren y admiran. De tantos que la leen y la siguen. De tantos a los que enseñaste y de tantos a los que mostraste tu romance con la literatura.

Que ya nos lo decía nuestra Rosalía de Castro: "Es feliz el que soñando, muere. Desgraciado el que muera sin soñar".

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