DIARIO DE UN CONFINADO

Fortes y las lentejas

RAFA PONTEVEDRA POR  ALERTA SANITARIA CORONAVIRUS
SUPERMERCADO
photo_camera Un cajero en un supermercado de Pontevedra, protegido con mascarilla y mampara. RAFA FARIÑA

10:35
Despierto bien a gusto. Ayer por la noche tuvimos una videoconferencia, que las organiza a veces Jabois. Hablamos de cuatro en cuatro y cada vez que uno se despide, llama a otro. Aprovechamos para tomar una copa y nos reímos como cuando estamos en A Verdura después de comer un picantón en O turancho de Bora. Ayer coincidí apenas un segundo con Tallón y luego con Cabeleira y Adrián Rodríguez. Lo bueno de esto es que hablamos más ahora que antes. A mí me sirve de terapia porque poco hablamos de la Covid-19 y mucho de otras cosas alegres, que para lo otro tenemos todo el día.


11:20
Segunda y última vez que me refiero al bicho como Covid-19. Suena demasiado familiar, como el mote de un colega o el nombre de una mascota olímpica. Coronavirus queda mejor para referirse a un enemigo, o al menos a un rival. Es nombre de compañero abusón o de mexicano de lucha libre.


11:35
¡Dios, cómo echo de menos la comida basura! También otras cosas como los pollitos picantones, que el otro día fui al súper y no los tenían, sólo en verano o por encargo. Pero la comida basura es otra cosa, eso cuesta mucho. Lo malo de la comida basura es que por mucho que uno intente hacerla en casa nunca queda bien. Son recetas únicas que sólo están en manos de envenenadores profesionales que tienen franquicias por todo el planeta. Lo peor de esta cuarentena es la comida casera, que empiezo a pensar que siempre ha estado sobrevalorada. Lo primero que voy a hacer en cuanto nos suelten es ir a uno de esos restaurantes y comerme de golpe toda la carta.


12:00
Luego pienso que una vez que me dé ese capricho, no volveré a gastar un céntimo en multinacionales, al menos durante una larguísima temporada. Tocará apoyar a la hostelería y al comercio local y consumir productos de proximidad para apoyar a los nuestros y a las nuestras. Será lo conveniente, aquí y en todas partes, pero más aquí, que tenemos materia prima de sobra para no tener que acudir a nada o casi nada que venga de fuera. Yo siempre procuré hacerlo, pero en adelante me fijaré más.


12:30
Me llama mi compadre Valentín Bóveda para que salude a mi ahijado Antón. Antón me dice hola y pasa luego de mí. Hace bien. Ojalá tuviera yo esa facilidad para pasar de mí. Así que hablo con el padre, que vive el encierro con su señora, Cris. No lo llevan mal, me dice, a pesar de que son mucho de callejear y Antón es un terremoto. Tenemos que vernos pronto.


13:15
Me escribe desde Rusia nuestro fisioterapeuta estrella, Hugo Ogando, para darme ánimos y decirme que lee el Diario de Pontevedra todos los días. Voy al súper. Casi nunca salgo ni a eso, quizá una o dos veces por semana. Veo a las cajeras y pienso que merecen sueldos de futbolistas. Trato de animar a la que me toca hoy, y le digo que cada día falta un día menos. Me dice que ella lo único que le pide a cada día es que acabe y tiene razón.


15:45
Comemos inusualmente tarde. Mi hijo y yo, una sopa mexicana y la empanada que sobró de ayer; mi señora, algún plato vegano y patatas de bolsa, que anduvo mal de tiempo.


17:45
También hablé por la mañana con Xabi Fortes en un grupo que tenemos. Nos enseñó muy ufano unas lentejas antes de cocinarlas y una vez en la olla. Le advertimos Rafa Cabeleira y yo que si no las puso en remojo estaba perdiendo el tiempo. Me preocupa y estoy a punto de llamarlo porque apostaría todo lo que tengo, que es nada, a que le sentaron fatal si es que fue capaz de comerlas. Finalmente no lo llamo porque, pienso, cada uno, llegada una edad es libre de cometer sus propios errores y aprender de ellos. Avisado estaba, además.


20:00
Aplauso, claro. Hay una vecina que sale a aplaudir con guantes y mascarilla. Toda precaución es poca, lo sé, pero me parece exagerado, aunque siempre en estas cosas mejor pecar por exceso que por defecto.


20:45
A las 21:00 hay convocada una cacerolada contra el Gobierno y una contramanifestación a su favor y contra el fascismo con el Bella Ciao sonando en los balcones, pero hoy paso de política. Creo que hay demasiada saturación y no es conveniente tensar una situación que ya de por sí es compleja. La cacerolada, además, la promueven los de Vox, que aquí en Galiza no juntan entre todos ni media cacerola ni media neurona, así que mejor no hacerles ni caso. Bastante tienen con tratar de aclarar para qué quiere Abascal una lata de pimentón sobre su mesa.

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